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El aire golpea con fuerza su cara mientras la velocidad aumenta. Ya no es Red Hood, ahora es Jason Todd con todos sus miedos e inseguridades a cuestas.

El camino que tantas veces a recorrido se le hace interminable.

El paisaje pasa veloz ante sus ojos, por momentos los últimos rayos de sol lo dislumbran, pero no se puede detener, los celos no lo dejan.

Necesita con urgencia despojarse de las dudas.

No sabe en que momento las cosas se torcieron, solo quería molestarlo, entretenerse un poco. Sabía lo que sentía ya que las bromas en la mansión nunca cesaban con ese tema, todos lo hacían, pero claro, él fue mas lejos sin saber donde se estaba metiendo, y la broma a acabó explotandole en la cara.

Se maldice entre dientes por ser tan ingenuo, quiso jugar creyendo que podría mover las piezas a su antojo y ahora es él el títere en sus manos.

Pero ya es tarde para lamentarse, está hasta el cuello.

Tres dias sin saber de ella le han bastado para tomar la decisión.

La gran torre en forma de “T” se alza esplendorosa ante sus ojos.

Sin mascara, burla con facilidad la seguridad del edificio, ya está acostumbrado a hacerlo.

Inesperadamente las defensas se paralizan justo antes de entrar.

Ese bastardo no le tiene miedo, aunque en su estado debería.

En la sala frente a él todos los titanes en posición de ataque esperan el siguiente movimiento, excepto Robin, quien lo mira cruzado de brazos, sonriendo.

—¿A que se debe tu agradable visita “hermano"...?

—¿Donde está?

Todos miran sin entender a lo que se refiere el ladrón hasta que su compañero disipa las dudas.

—Rachel ya no quiere verte mas, así que no hagas mas el ridículo y marchate de aquí antes de que me arrepienta.

—Ja...¿Crees que te tengo miedo? Por el amor de Dios mirate... No eres mas que un crío...

—¿Quieres ver lo que este crio puede hacerte...?

—Por tu bien y el de tus “apreciados” compañeros dime de una jodida vez donde está y acabemos con esto.

—No tengo porque decirte nada, marchate.

—No me iré de aquí sin ella.

—Vaya... el muerto viviente se a enamorado.

—Rachel es muy convincente en la cama.

—Sí, lo sé. Yo mismo lo he podido comprobar.

—Tu madre también lo era... y mucho más.

El filo de la espada pasa a centímetros de su abdomen mientras retrocede de un salto.

—¿Tan poco hombre eres que necesitas tu espada de juguete?

—No me hace falta nada para acabar contigo.

Ahora es él quien se abalanza sobre Robín.

Los golpes se suceden entre ellos. Puñetazos, patadas... Impacto tras impacto descargan todo su enojo contra el otro.

Los demás gritan que paren, pero no escuchan.

Hacia tiempo que ambos lo necesitaban, se tenían ganas y éste era el momento de poner las cartas sobre la mesa.

Probarse a si mismos y defender lo que ellos creían suyo.

La experiencia decanta la pelea a favor del ladrón que sujeta al joven por el cuello contra el suelo mientras éste propina frenéticas y violentas patadas en su abdomen, pero su agarre no cede ni un poco.

Rachel es lo único bueno que tiene y nadie se va a interponer.

Sigue apretando aun cuando nota que los golpes de su hermano comienzan a ceder por la falta de aire en sus pulmones.

Una rayo verde ciega sus ojos y lo manda a unos metros, aturdido no ve venir la espada que lo apunta directo a la cara.

—¿Que es este escándalo...?

La voz a sus espaldas los paraliza por un momento.

—¿Jay...?

Corre hacia ellos cuando ve que la espada se alza en las manos de un desquiciado Robín.

—DAMIAN NO LO HAGAS.— se deja caer entre el ladrón y el arma que lo apunta. Cierra los ojos al notar el filo helado de la espada rozando su piel.

Se a detenido justo a tiempo pero aun así una gota de sangre cae de su cuello...

Nadie habla, ya saben a quien a elegido.

Las manos de Jason apartan el arma y la rodean desde atrás mientras Robín la mira de pie estupefacto.

—Recoge tus cosas y vente conmigo.

—Sí.




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