Cuando te obligan a conocer el horror, todo tu mundo se derrumba. La percepción de lo que está bien y lo que está mal se difumina, y el día a día se convierte en un manto rojo parecido al color de la sangre, lleno de rabia y de dolor.
Hasta que una persona no es obligada a vivir el horror y la oscuridad no puede llegar a imaginar cómo le va a cambiar la vida.