Quince Minutos

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Okey...eso fue interesante. Déjenme explicarme.

El viaje hasta Tandil fue muy extraño, aparte de ser el apocalipsis resumido en el piso superior de un micro a larga distancia...por los primeros quince minutos. Después fue súper tranquilo. Pero primero voy a hablar de esos quince minutos.

Como era de esperarse, todos se sentaron con sus correspondientes "parejas". Algunos eran novios, otros eran amigos con muchísima onda (de manera zarpada). Pero Anael y yo éramos los únicos que nos habíamos sentado como hermanos. Y, otra vez, como era de esperarse, empezaron los shippeos. No voy a repetir las burlas, porque me alcanzaría para todo un capitulo. Lo que sí puedo decir, es que las burlas no pasaron la línea de los quince minutos, por lo que tuvimos un viaje mayormente tranquilo.

Ya habíamos hecho una hora de viaje, y algo que nunca habíamos presenciado paso...Camila y Martín empezaron a discutir. Y no hablo de solo aumento de volumen, sino también de puteadas. Y después llegaron los gritos. Gritos bastante explícitos. Eran puteadas que si repito en este relato, me lo censuran por completo. En resumen, eran reclamos de parte de Camila, y respuestas al parecer poco convincentes de parte de Martín. Y estuvieron meta que meta discutir, hasta la típica etapa del viaje en la que todos dormían. En ese momento, fui al baño, y en el camino los vi a ellos dos dormidos, separados. Era...muy triste.

En cuanto volví a mi asiento, Anael se había dormido. Se durmió contra la ventana, con la boca abierta. Atrás de ella, el sol se escondía en el campo, teñido de naranja claro y fuerte. La paz lleno cada rincón del micro con asientos, piso y techo de color azul marino oscuro. Luego me invadió a mí, y caí dormido.

Cuando ya fue de día, me despertó el sonido de una cámara de fotos. Pero, obviamente, hoy en día, nadie tiene una cámara de fotos verdadera, así que se trataba de un celular. No abrí los ojos, para que el boludo que sacaba fotos siguiera, y me di cuenta de sus motivos. Estaba dormido con la cabeza apoyada en el hombro de Anael. Esto era material de calidad para lo que nos shippeaban. Tenía que hacer algo inmediatamente.

De un manotazo, de pedo, le saque el celular de la mano y abrí los ojos. Era uno de los "aliados" de Martín. Este en específico, se caracterizaba por tener pedidos muy personales de sus compañeros para hacer cargadas. Muchas amistades y parejas se desmoronaron con un solo toque de su celular. Y si no hubiera agarrado su celular, la amistad de Anael y mía iba a ser una más.

Mientras lo detenía con mis pies, metiéndole patadas de vez en cuando, borre todas las fotos que había sacado en el viaje que contuvieran algo que pudiera ser malinterpretado. Las fotos eran tanto mías como de todo el curso. Acto seguido, viendo que algunos de nuestros compañeros estaban despiertos, se lo pase a uno del otro lado del micro, al grito de "¡Pase largo!". Y, sin querer, empecé un juego al que todos se prendieron, canturreando como hinchas de futbol "Te pasa por forro" (Pero mi conciencia seguía limpia por dos razones: Estaba haciendo justicia, por todas las relaciones caídas, y además su celular no se iba a romper. Tenía una funda más grande que el celular mismo)

Cuando empezaron a cantar, Anael se despertó. Se desperezo, se refregó la cara, y me dio un beso en el cachete, acompañado de un "Buenos días Tomi". Yo se lo devolví, y le dije que había pasado. Al principio se sintió incomoda, pero cuando termine de contarle, ya se estaba cagando de la risa. Se arrodillo en su asiento y pidió que le pasaran el celular. Lo revoleo para otro lado y se volvió a sentar, aun riendo.

El juego termino cuando despertamos a los profes que nos acompañaban y subieron para retarnos. Pero nada del otro mundo.

Llegamos al camping en el que nos íbamos a quedar por tres días. Era un lugar extenso como no se dan una idea, lleno de arboles gigantes, bancos de piedra y parrillas que seguían calientes. Pero no parecía haber espacio designado para carpas. No había enchufes de los típicos para conectar zapatillas y así cargar los celulares. No había nada. O por lo menos, eso creí al principio. El que nos dio una charla de cómo nos íbamos a organizar, dijo que íbamos a dormir en cabañas de dos. Anael y yo nos miramos, nos reímos incómodamente, y fuimos a nuestra cabaña.

La cabaña que nos había tocado, al parecer, era la más nueva. Mientras arrastrábamos nuestras valijas, algunos obreros estaban juntando unos materiales de construcción y retirándose. Pasaron por al lado nuestro y nos saludaron, tocándose el ala de sus cascos amarillos.

Entramos con un leve giro de la llave que nos habían dado previamente.

El aire acondicionado y las luces estaban prendidas. Sobre las dos camas, estaban los horarios de los próximos tres días, un par de toallas y unas mentas. Debajo de ambas camas, pantuflas de color negro, y una zapatilla de enchufes para cada uno. En la pared contraria a las camas, la puerta del baño y al lado, una tele de tubo. Parecía no haber sido usada en muchos años. Bueno...muchos años y tres días.

Teníamos una hora para acomodarnos y cambiarnos para la primera actividad. Quince minutos fueros suficientes para nosotros...voy a hablar de esos quince minutos.

Ella se fue a bañar primero, mientras yo les avisaba a mis viejos que había llegado bien y todo. Tire el celular contra el colchón, y saque mi cuaderno negro y mi lapicera, para escribir un resumen de lo que había sido el viaje (es iba a ser como lo que narre unos párrafos arriba, pero más resumido.). Pero...dos cosas me detuvieron. Dos cosas...muy diferentes, pero a la vez, unidas por un punto en común.

Lo primero fue escuchar a Anael cantar. Bueno, en realidad no estaba cantando. Estaba rapeando. Era una canción muy pero muy nueva de Eminem, "Walk On Water". Me llamo mucho la atención la emoción con la que cantaba. Y hoy, justo hoy, me di cuenta de por qué ese fue el último día que la canto con esa emoción.

La canción habla de cómo uno, a pesar de parecer fuerte, por dentro sufre con cada palabra de odio que llega hasta sus oídos. De que el mal humor es solo un escudo contra los insultos, y una máscara para ocultar las lágrimas...Ella siempre me cuenta que en ese entonces, a pesar de parecer indiferente cuando hablábamos de Martín, en el fondo no daba más del dolor.

Y lo segundo...mierda. No me acuerdo

En cuanto salió ya vestida del baño, me tocaba a mí. Use el shampoo de muestra sin abrir que había, y uno de los dos jabones minúsculos que siempre dejan. Con eso me alcanzaba y me sobraba, al contrario de Anael, que se había llevado un shampoo y una crema de enjuague del tamaño de dos tubos de escape de camión (aproximadamente...XD).

En cuanto me termine de bañar, mientras me secaba... ¿nunca tuvieron esa sensación de que algo extraño iba a pasar pronto? Bueno, les haya pasado o no, eso fue lo que experimente.

Mire por la ventana que había en la parte superior del baño, sentí como si alguien se hubiera ido recientemente. Puse mi oreja en la puerta, y escuche a Anael murmurar. ¿Estaba hablando con alguien?

Me vestí, y lentamente abrí la puerta, para no hacer ruido...

Al lado de Anael, sentada en mi cama, estaba Camila. Lágrimas en sus ojos, celular en mano. Solo llegue a escuchar:

-¿Entonces me lo prestas?

-Supongo...igual no sé por qué me tenes que pedir permiso.

-Gracias.

Abrí por completo la puerta, y ambas me vieron. Anael reacciono como siempre, moviendo su mano rápidamente y sonriendo. Le respondí con una sonrisa. En cambio, la reacción de Camila fue...extraña, por así decirlo. Simplemente se me quedo mirando. ¿Qué era lo que estaba mirando? ¿Mi pelo? ¿Mi remera? ¡¿Qué mierda estaba mirando?!

Se retiró rápidamente, con un simple y sutil:

-Nos vemos en un rato.

Mire a Anael, extrañado. Me respondió encogiéndose de brazos.

¿Qué acababa de pasar?

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⏰ Last updated: Jan 17, 2018 ⏰

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