Capítulo IV

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Era media noche o eso creía Kyungsoo cuando escuchó el débil golpetear de la puerta, que detuvo su tecleo en la pc. Estaba terminando los últimos escritos de edición para entregar todo a tiempo y poder presentar su renuncia. Todo había quedado andando con la visita del asistente de la clínica suiza, quién, aparte de ayudarle con el papeleo, le hizo varios test psicológicos para medir si aun estaba cuerdo. Esperaba zafar de ellos con éxito y terminar embarcado en el avión en menos de un mes.

El golpeteo no cesó, por lo que condujo su silla hacia la puerta y vio por la mirilla. Confiaba que no era un ladrón por la seguridad del edificio, incluso se planteó que podía ser el conserje. Ver a Jongin tras el objetivo detrás de la puerta fue una sorpresa enorme, por la hora y la expresión oscura del otro chico. Tenía evidentes bolsas en los ojos, la mirada dolorosa y los labios apretados, en un claro gesto de angustia.

- ¿Jongin? - algo se quebró al mirarle, tragó el nudo que se formó en su garganta y por instinto echó la silla hacia atrás para darle pasada al joven a su hogar. Pero el moreno se quedó quieto, sin moverse, mirándole fijamente, cómo si estuviera a punto de llorar. Todo bajo un silencio asfixiante que ponía a Kyungsoo tenso y angustiado, sin entender en nada la situación.

- Jongin... ¿Pasó algo? - preguntó con timidez, quería acercarse a tocarle el brazo y hacerlo remecer. - ¿Tus cachorros?... ¿Tu familia? ... ¿Están bien?.... - no se dio cuenta cuando se encontraba tomando con la punta de los dedos el suéter del moreno, para que reaccionara y emitiera una palabra. El chico miró su mano como si fuera un elemento extraño el que lo estuviera sosteniendo y le levantó la mirada, sus ojos brillando aun de forma miserable.

- ¿Puedo quedarme contigo esta noche? - fueron las palabras que apenas salieron de sus labios, como un susurro. Kyungsoo abrió los ojos levemente ante la petición, asombrado. Mukmool se acercó a los pies del moreno y comenzó a jalarle los cordones de los zapatos y rozarle el borde del pantalón con la patita, como si pensara que el chico hubiera venido a jugar. Ambos miraron al cachorro y Kyungsoo lanzó un amplió suspiro.

- Pasa...- dijo con su voz grave.

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El proceso de irse a la cama fue lento e íntimo, como una ceremonia solemne. Jongin cargó a Mukmool entre sus manos, quien movía su colita con diversión mientras sus patas colgaban al aire. Fue depositada en el piso, mientras Kyungsoo fue a apagar el pc con su trabajo casi terminado. Ya no tenía sentido continuar. Iba a decirle que podría dormir en el cuarto de invitados, pero Jongin preguntó con la mirada intensa y la voz triste si podía dormir con él. Kyungsoo no se negó, a pesar de que el corazón comenzó a golpetearle en el pecho con violencia, como si supiera que esa sola solicitud pudiese conllevar el mundo y a la vez pudiese significar la nada misma. Las caricias dejaron quieta a Mukmool, quién fue recostada en su camita de cachorro y ambos se dirigieron al cuarto del pelinegro en absoluto silencio, que no era incómodo, sino al contrario, era espeso, intenso, estimulante. Apenas estuvieron dentro y Jongin cerró la puerta, Kyungsoo se dirigió al armario de sus ropas.

- ¿Qué usas para dormir?- le preguntó mientras urgaba en los cajones por piezas de ropa suelta que sabía que tenía

- Lo que tengas está bien...- Jongin se sentó en la cama y comenzó a quitarse los tenis, que aún estaban desatados por los mordiscos de Mukmool.

Se acercó con un par de pantalones de chandal y una camiseta de tirantes que le quedaban sueltas y Jongin se lo agradeció con una sonrisa triste, para luego ponerse de pie. Kyungsoo había volteado la silla hacia la cama para darle más privacidad y pensando que iría a vestirse al baño, y estaba tratando de subir a su cama, cuando sintió los brazos de Jongin bajo sus piernas, alzándolo de la estructura y depositándolo con suavidad en la cama, desplazándolo lentamente por las colchas abiertas para hacer espacio suficiente para él a su lado. Se arrastró hacia atrás hasta quedar de pie a orillas de la cama y sin prisas, llevó sus manos a sus pantalones, mirando brevemente a Kyungsoo para luego poner su atención en los botones de su jeans, que comenzó a quitar frente a él. Decir que Kyungsoo no se puso rojo hasta el pelo sería mentir. Sentado en la cama, apretó las colchas con las manos hasta que sus nudillos quedaron blancos, incapaz siquiera de quejarse ante la visión de las caderas y los oblicuos de Jongin a la luz cálida de la lámpara, sus piernas torneadas por el baile su trasero redondo y perfecto, sus pantorillas firmes y sus pies grandes y morenos. Sin querer comenzó a desplazarse hacia abajo de las colchas con el fin de ocultar sus vergüenzas, pero a la vez se daba cuenta que era muy viejo para taparse hasta la punta del cabello ante la imagen de un hombre hermoso que ni siquiera sabía si era gay. Y si lo era, no se fijaría en un ermitaño como él. Sus pensamientos fueron vaciados cuando Jongin tiró de su suéter al suelo y terminando de ajustar al pantalón de chandal a sus caderas, reveló su ombligo en una camisilla, que comenzó a desplazarse por su vientre de manera lenta, haciendo que se viera cálido y sensual. Las curvas de sus abdominales se veían más profundas a la luz, y Kyungsoo sintió como sus pulmones inhalaron abruptamente ante la belleza esculpida de ese moreno que parecía un ángel caído en su dormitorio. Pronto todo fue tapado por la camisilla de asas que puso sobre su pecho y terminó de tironear hacia abajo, para levantar la vista mientras echaba sus cabellos color chocolate hacia atrás con su gran mano.

El día después de mi muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora