Las cosas en la mesa se hallaban en un orden certero, la mermelada cerca de la mantequilla, el pan cerca de el jugo de frutas, el huevo colocado en parte posterior de las hojas de té, la mesa cuadrada temblaba por el movimiento brusco de la silla de mi padre.
-Come- Dijo con firmeza mientras depositaba unas pequeñas lonjas de jamón en la mesa, las coloca en medio de un pan y me la colocaba cerca del plato. A veces cuando lo miraba sentía que realmente el odiaba la carne y solo me la daba para verme comerla.
Apreté el esponjo pan y realice una mordida, ante su mirada. El bajo la mano hacia su pantalón y saco una caja de papel rojo con matices azules, colocandola frente a mis ojos pidió que la abriera. Tome mis guantes blancos colocandomelos rápidamente, moví mi taza con cuidado y tome la caja.
-Espero que te agrade-Simplemente menciono.
Al abrir la caja, el sonido que produjo me pareció encantador, ya que yo rara vez podía oír una melodía nueva, las cajas que manteníamos se guardaban bajo llave, era la canción que mi madre cuando era pequeña me silbaba, no es que no fuera pequeña todavía pero los numeros nunca se me dieron bien.
Con la comida terminaba mi padre se levantó y salió, cerro ya puerta con llave desde afuera. Lo vi caminar hasta las cosechas, meterse entre estas y luego perder su forma. Volvería antes de la noche, odiaba dejarme sola. Yo tomé los platos y luego empecé a lavarlos lentamente, tendría toda la tarde para hacer mis quehaceres.
Al acabar de lavar la loza, limpiar el piso, tender las camas, preparar mi almuerzo y la cena para mi padre, fui directo a tomar mis dos horas de lectura siempre reguladas por el reloj cucu de la pared, que tenía ya desde hace tiempo un desperfecto que mi padre nunca notó pero yo conseguir utilizarlo a mí favor. Escuché acercarse un auto y cerré la ventana de esa habitación, pero como siempre nunca se acercó y solo siguió con su camino. Leí un pequeño fragmento de un libro y luego de otro tratando de imitar la letra impresa en ellos, mis plumas eran limitadas solo podía usar cuatro cada seis meses, por eso las utilizaba con mesura, solo para poder interpretar lo que decían.
Las horas pasaron y al final, fui a tomar un poco de te con el pan de la mañana, mire el cielo desde mi asiento alado de la ventana y noté como el cielo se volvía de nuevo de color verde, lo bueno de esta vida es que cosas así ya no nos afectan.Mi padre regreso y le servi su cena mientras tomaba su chaleco para coserlo, el me vio hacerlo con vistazos pequeños y luego se dirigió a mi.
- Creo que es tarde para decirlo, pero dejaremos de comer pan está semana.
-¿La cosecha de trigo se arruinó?
-No, solo la vendí toda.
-¿De forma anticipada?
-Si, pero guarde ocho sacos para nosotros, la persona que los muele vendrá el próximo jueves a dejarnos nuestra parte.
-Entonces guardaré el poco de harina que queda para el pastel de ese día.
-Gracias.Al final se levantó, tomo si chaleco de la silla dónde lo deje luego de cocerlo y se marchó a su habitación. Yo acabé de recoger los platos, los lave y cerré las puertas de toda la casa. Tomé una ducha y decidi acostarme, apague las velas y cerré los ojos.
Un sonido me despertó antes de que la luna llegará a su parte más alta, lo seguí y llegué a la cocina donde el goteo de un tubo roto me indico de donde provenía. Tomé un pedazo de tela y lo estire para que el agua bajará por ella. Al terminar, camine a mi cuarto, viendo una pequeña luz encendida en el comedor, me desvíe a ese lugar y tome al pasar una pequeña vela para encenderla.
Al acercarme note la voz de mi padre, sus risas pequeñas que hace mucho no había escuchado y también una pequeña voz juvenil. Mire por la pequeña puerta abierta, el olor nauseabundo y la imagen, hacían a mi mente dar vueltas. Era el, desnudo con una jovencita, en un acto tan horrible que me producía escalofríos, de pronto la luz se intensificó y pude ver el rostro de la joven, era una copia de mi, desnuda y con una mirada horrible. Sus ojos me volvieron a mirar, sabía que estaba ahí y me fascinaba, empezó a aumentar el volumen de su voz y mi padre, empezó a callar la pero ella no lo escuchaba. Entonces, el tomo algo de la mesa y la callo, el frío de recorrió mi espalda y lo vi al tras de mí. Grité pero nada pasaba, no salía de mi boca mi voz, y volvía a mí esa escena.
Los ojos de mi padre estaban furiosos y al igual que a esa copia mía, el me callo.
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Elena.
HorrorSi te tocan morirás, si te miran morirás, si te aman morirás. Por ello mi niña debes quedarte junto a mi.