EL RAYO

11 1 0
                                    


Ya es tarde en la noche, son alrededor de las 3 de la mañana. Me encuentro durmiendo, ligero de ropa ya que era una noche de verano y mi viejo ventilador de techo no me refrescaba lo suficiente.

Suelo tener el sueño pesado, puede caer una bomba nuclear al lado de mi cama y jamás me despertaría, pero aquella noche el suave ruido de las gotas de lluvia y alguna que otra hoja desprendida de un árbol cercano impactando contra mi ventana lograron hacerlo.

Miré la pantalla de mi celular para rápidamente apartarla de mis ojos porque, para mi mala suerte, había olvidado que tenía el brillo al 100%. Así que, con un ojo cerrado y el otro medio abierto logré reducirle el brillo al mínimo y así poder ver con claridad la pantalla.

Eran las 3:30, hora que me generó una mezcla de diferentes emociones, sobre todo de gracia y un poco de temor. Era amante de los creepypastas, es decir historias de terror; y en todos decían que ésa era la hora del diablo, la hora en las que los fantasmas son más activos, el momento en el que si te despiertas es porque alguien o algo te observa: la temida 3:30.

Me detuve un rato a pensar, porque es sabido que la mayoría de esas historias son mentira...La mayoría, lo que significa que un porcentaje, al menos uno muy menor, es de historias reales.

Mi garganta se secó, tragué saliva pero no funcionó para aliviarme, por lo que decidí ir a la cocina por un poco de coca cola.

Al parecer el clima estaba empeorando, a decir por los truenos que comenzaron a hacerse oír. Y aunque no le temo a las tormentas, todo hacía más tétrica mi situación. Pero no le di importancia, salí de mi cuarto y bajé las escaleras hasta la cocina.

Abrí la heladera, pero para mi tristeza no había coca cola porque me había olvidado de comprar, así que tuve que beber agua.

Tengo la costumbre de cada vez que bebo agua o lo que sea cierro los ojos, siento que lo disfruto más, de la misma forma que cerras los ojos cuando besas a alguien. En fin, cerré los ojos por no más de 10 segundos, tiempo que me tardó beberme todo el vaso, y al abrirlos no había nada, sólo oscuridad.

Me asusté, ¿me había quedado ciego?

Un rayo que iluminó todo el cuarto a través de la ventana me hizo entrar en razón: sólo fue un corte de luz, quizás causado por un rayo que quemó el transformador.

Toqué mi bolsillo, si tenía mi celular era fácil alumbrar el camino, pero no; recordé con frustración que lo había dejado en mi habitación, cosa rara ya que pasaba 25 horas diarias usándolo.

Hacía poco me había mudado a esa casa así que aún no me conocía el camino de vuelta a mi cuarto. Salí a tientas de la cocina, tocando las paredes tratando de no chocarme nada, aunque eventualmente golpeé fuertemente mi pie contra la pata de una mesa.

Me tiré al suelo agarrando mi pie con mis manos para tratar de calmar un poco el dolor mientras soltaba maldiciones, sé que soy algo dramático a veces...

Segundos después cuando aún seguía en el suelo, volvió la luz, dejando ver que yo estaba en el livingroom, tirado junto a la vieja mesa que era de mis abuelos pero que igual usábamos para comer; y que el cuarto estaba oscuro pero afortunadamente la luz de la cocina estaba encendida.

Tomé la mesa con una mano para darme impulso para poder levantarme, y una vez de pie pude divisar que había una linterna sobre un mueble, así que la tomé, apague la luz de la cocina y me dispuse a ir a mi cuarto. Recorrí todo el living hasta el pasillo, doblé a la derecha y subí las escaleras, más al querer abrir la puerta...cerrada.

El rayoWhere stories live. Discover now