Una vez más, suenan las tres campanadas.
Una.
Dos.
Tres.
Me quedo quieta esperando que no se presente una cuarta. Café en mano, comienzo a temblar. Se oyen dos campanadas más, tan distantes y lejanas que dudo que sean reales. Las paredes comienzan a encerrarme, la habitación se empequeñece hasta que no queda salida alguna, ahora nadie puede entrar. Ni salir.
Efectivamente, se estaba repitiendo lo que me temía. Mis sueños se derrumbaban a medida que pasaba el tiempo, cada año que transcurría mis esperanzas se agotaban. Más y más. Estábamos perdidos. El aparato incrustado en mi oreja se desplegó y se materializó en su forma número doscientos cincuenta. Comenzaron a pasar imágenes acompañadas de una voz masculina, fuerte y monótona. Forcé al dispositivo para que se detuviera, a pesar de que no se nos estaba permitido, pero nunca me había gustado la forma en que se manejaba y cómo realizaba acciones de forma involuntaria, siguiendo el único objetivo que le habían impuesto: darle una mano a los humanos. Tan útil como peligroso.
Todos estaban felices con ello, a tal punto en que el aparato llegaba a hacer todo cuanto el humano le ordenara, en contra de su voluntad robótica. "¿Para qué hacerlo yo si podía hacerlo otro?", era el lema principal de la compañía más famosa del mundo, la responsable de casi todos los males de la actualidad, tan amenazadores e imperceptibles. En este caso, el 'otro' era un software desarrollado minuciosamente que seguía una serie de algoritmos que ninguno de nosotros comprendía. Y ese era la mayor ventaja que tenía, nadie sabía exactamente cómo funcionaba.
Me sobresalté al escuchar la primera bomba, lo que provocó que derramara mi café por el piso. Inmediatamente, el aparato lo limpió y la alfombra quedó como nueva. A veces extrañaba hacer las tareas domésticas de la casa. Me volví hacia mi antiguo artilugio, una cajita negra con forma cuadrada que puede reproducir imágenes y sonidos. Era una pequeña reliquia para mí, sólo quedaban unos pares de cientos en el mundo luego del éxito que tuvo el aparato que tanto odio y que tan estrictamente me obligan a utilizar. La encendí con cuidado, presionando un botón circular etiquetado como 'Power' . Las imágenes comienzan a aparecer de una forma tan maravillosa para mí, pero tan anticuada y obsoleta para los demás. Vagamente, me llega el recuerdo de su nombre, una vez mi abuela me contó que las familias estaban comenzando a distanciarse por culpa del...'televisor'..., de la 'televisión', palabra desconocida hoy en día. Si hubiera sabido lo que se avecinaba, su depresión habría acabado con ella. La 'televisión' se tiñó de rojo y una lágrima casi me cae por el rostro. Por supuesto, el aparato la detuvo, no podíamos llorar, teníamos todo para ser felices.
Luego de ver todas esas imágenes horribles, aunque comunes hoy en día, intenté dormir, ya era demasiado tarde y el mundo estaba ardiendo afuera. Mi aparato personal me tapó y me presentó la lista de temas de sueños que tenía disponibles para el día de hoy. Como siempre, ninguno me gustó. Debía elegir uno, era una orden de los superiores, ya que las personas felices sueñan. Y nosotros éramos felices. Por suerte, un compañero de trabajo tan desesperado como yo me había enseñado una forma de engañar el sistema. De escapar al tema designado. Una forma de hackearlo, se podría decir. Apareció una opción que decía 'Otro'. El aparato me enseñó un espacio en blanco, el cual debía completar. Con el pulso tembloroso y algunas gotas de sudor en mi frente, comencé a escribir lo que deseaba con el teclado que se desplegaba ante mis ojos, letra por letra. Al terminar, sonreí satisfecha.
Quiero soñar con otro mundo, diferente e impredecible, sólo quiero escapar por un rato de éste.
Cerré los ojos y escuché el timbre de aprobación. El aparato me había permitido tener un último sueño feliz, justo como yo quería.
Los niños corriendo por el parque siguiendo una cometa que surcaba el cielo en todo su esplendor. Miro hacia arriba y veo el firmamento celeste manchado de figuras blancas y de apariencia esponjosa que se desplazan lentamente, no tienen prisa. Tengo que entornar los ojos porque una bola de fuego se alza en el cielo demostrándonos lo inferiores que somos. Respiro profundo y se siente, es aire puro y limpio, es la naturaleza, la libertad, es el mundo. Una mariposa se posa sobre mi brazo, se ve tan frágil que temo matarla con un solo movimiento. Lleva en sus alas colores alegres, vivos e iridiscentes. Un par de líneas doradas las recorren. Esas bellas e imponentes alas. Una belleza irreal, de hecho. Es una tarde de primavera, las flores decoran el parque agregándole la vida y la calidez que nunca debería perder. Oigo la risa de un niño y no puedo evitar contagiarme. Al mismo tiempo, las lágrimas se derraman por mis mejillas, no me siento mal, no temo llorar. Le sonrío al mundo y, por primera vez desde que existo, me siento feliz, genuinamente feliz. Un pájaro cantó su melodía y las luces se apagaron.
Y ya no hubo más guerras.
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Dentro de 30 años...
Short StoryEste cuento es parte de una serie que tuve la suerte de escribir hace varios años gracias a un taller de escritura que dieron en mi escuela. Y gracias a una profesora que se tomaba en serio su tarea y nunca falló en darme algo de aliento cuando las...