Helena

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Conocí a helena una tarde en la que simplemente vagaba por el bosque, ella de inmediato llamo mi atención a pesar de ser una chica de complexión bastante normal, ni si quiera tenia pechos grandes como en los que suelo fijar mi mirada. Ella realmente me atrapó por su rostro, era tan angelical y bello, simplemente me provocaba querer corromperla de inmediato.
Podía incluso imaginar su bello rostro con un perfecto gesto de placer, el solo imaginarlo me había provocado tragar saliva.
Fue entonces que después de mostrarle una falsa amabilidad la convencí para salir conmigo por la tarde, tal y como ya había imaginado, además de lucir inocente era bastante estúpida.
Despues de una tarde aburrida en la cafetería salimos del establecimiento después de las 7:00pm, fue así que busque una ridícula excusa para llevarla a casa.

Finalmente tras estar ambos sentados en el sofa, comencé a besarla en un inicio suavemente pues era tan imbécil que con cualquier cosa se avergonzaba y ruborizaba, debía ir lento si la quería desnuda en mi cama.

Para, no es momento

Dijo apenas comencé a acariciar sus piernas levantando suavemente su falda, era tan ridícula. Había comenzado a fastidiarme mucho más que antes pero aun así logré mostrarle una leve sonrisa que inspirara confianza,

Estas a salvo conmigo, voy a cuidarte y si me lo permites me quedaré por siempre contigo

La imbécil se lo tragó. Joder podría haber soltado una carcajada de sólo ver esa ridícula sonrisa que me mostró en cuanto dije aquello, afortunadamente se mentir perfectamente por lo que no sucedió.

Asintió con la cabeza mostrándose más tranquila por aquellas palabras que había dicho, parecía ya incluso tener en mi bastante seguridad y confianza, un gran error, pero ese ya era su problema, no el mio.

Finalmente ella me abrazo y la lleve hasta mi habitación, ya en esta la deje en mi cama para comenzar a liberarla de las prendas que llevaba hasta tenerla totalmente desnuda. Apenas verla fue como si un brillo deslumbrara mi mirada, su cuerpo me tenia fascinado.
Lleve mis manos entonces a mi camisa para comenzar a desabotonarla hasta quitarla por completo y dejarla caer al suelo, hice lo mismo con mi pantalón pero dejando el cinturón y mi corbata a un lado pues lo necesitaría.

Helena seguía mostrando ese estupido gesto en su rostro avergonzado y algo intimidado, le reste importancia pues ya estaba por conseguir lo que quería.

Fue así que me dispuse a besar su cuello bajando por medio de este hasta su pecho, mi mano derecha se deslizaba por su abdomen acariciando cada centímetro de su suave piel hasta bajar a su entre pierna. Bastaron segundos para que comenzara a besar y lamer uno de sus pechos jugueteando con mi lengua por su pezón. Ella ya había iniciado a emitir leves gemidos de placer pero eso no me tenía contento, yo buscaba hacerla gritar de placer.

Entonces comencé a masturbarla masajeando su vagina en un inicio de forma sutil pero no resistí mucho siendo gentil, por ello termine metiendo tres de mis dedos en esta sin importarme en absoluto que no hubiera lubricado aún.

Un sonoro gemido acompañado de un quejido de dolor fue emitido de su boca logrando formar en mis labios una leve sonrisa.

¡Espera!, me lástimas!

Exclamó de inmediato levantándose para terminar sentada en la cama e intentar retroceder, el escuchar la forma en que se quejo fue como si me hubiesen clavado una aguja con la mas fuerte dorga y esta me provocará sobredosis.

Así fue que los quejidos de Helena me provocaron una mayor excitación por lo que si ella quería parar y yo continuar bueno, ambos sabíamos que no terminaría bien. Ella opto por comenzar a suplicar que la soltará, lucía tan bella con ese gesto asustado en su rostro mostrando una total ansiedad y desesperación, acompañada de terror mientras lágrimas se derramaban por sus rosadas mejillas. Era simplemente hermosa y me excitaba mucho más el verla en ese estado , pero no dejaba de moverse y a pocos minutos resulto un verdadero fastidio, tuve que inclinarme un poco para alcanzar unas esposas que ya estaban en la cabezera de la cama por lo que basto tomarlas para poder aprisionarla de esa forma, ahora era toda mía.
Evidentemente ella se asusto y comenzó a gritar suplicando auxilio en un inútil intento de que alguien viniera en su ayuda.

Tome entonces la corbata para poder atarla en su boca manteniéndola a modo de mordedera para evitar que siguiera gritando, pero que a su vez no callara sus gemidos, aun así eso no había evitado que siguiera quejándose y llorando hasta sollozar.

Abrí sus piernas para disponerme a entrar cuando la imbécil se atrevió a darme una patadala cual bloquee sujetando su tobillo a la altura de mis hombros, apenas ver como mi morada fría se clavo en sus ojos los de ella mostraron un gesto congelado pues se había percatado de que había cometido una estupidez, probablemente la mas grande de su vida, sin exagerar.

SumisiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora