--Padre…--Su interior, único testigo de las palabras que acaba de pensar, se encontraba con gran miedo--. ¿Por qué me llevas por éste largo camino? Tan solitario y putrefacto como el resto de ésta nación.
Sus nervios a flote impedían que caminaran al ritmo de su padre (el cual ya de por sí era lento, intentando no hacer que el pequeño se quede atrás). El hombre mayor se enojó ante la lentitud del otro, por lo que lo tomó fuertemente del brazo, sin paciencia alguna.
Los árboles de ese bosque parecían retorcidos, formando rostros de criaturas inhumanas, tal vez algunas era más que simple imaginación. Aun así no les tenía miedo, no temía a nada que no sea el mismo humano.
Lo notó, había estado atento desde el momento en que salió de su hogar; si seguían por ese camino, no volverían nunca a su hogar. Estaba muy profundo.
--Quédate aquí. Iré por leña. --Era una mentira, lo supo desde el instante en que el mayor pronunció esas palabras y daba media vuelta. Mentira, mentira y pese a todo, obedeció, sentándose en un tronco húmedo.
La luna estaba en su punto más fuerte, era su única iluminación, sin estrellas. Parecía que se había asomado a verlo, podía sentir el brillo en su rostro, pero era su imaginación desesperada por una compañía, tras horas y horas de estar sentado, esperando algo que nunca llegaría.
Había escuchado eso de otras personas; el reclutamiento de niños. Los más débiles, lo más cobardes, los que la única utilidad que podrían tener era la muerte para su nación.
Estaba solo. Abandonado. Bajo la luz casi inextinguible de la luna. Pero se apagaría, estaría completamente solo pronto. Y así fue, la luna se había ido. El primer amanecer de una nueva tortura llegó. Con ropas negras y un detestable color rojo, vio a otro hombre muy diferente a su padre estar por ahí, acercándose. Una armadura resaltaba.
Él no se movió. No pudo. Sentía que era un destino que debía aceptar.
-- ¿Por qué no hubo ni una pizca de tristeza al hacerme esto, padre? ¿No tuviste otra opción?
Fue abandonado por primera vez.
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Ese odio en su mirar no se había ganado solo. Los nervios que había ganado durante los meses se habían extinguido justo en ese momento, el que la espada cayó de sus manos débiles y recogió una oz.El rojo que lo había asqueado durante tanto tiempo, se convertía en un nuevo placer. ¿Era porque él la provocaba? Entonces él ya no era débil, nunca lo fue. Nunca. Nunca. Aquellos cadáveres que estarían en una fosa común lo llenaban de una sensación agradable y desconocida. ¿Por qué debería detenerse? ¿Finalmente comprendió lo que era la fuerza que, según ignorantes, le había faltado durante esos diez años de vida?
Pero esa ilusión que había creado durante, para él, pocos momentos, se había extinguido en el momento en que, no solo todos sus compañeros estaban muertos, sino cuando sus compatriotas se desinteresaron en él y su avance (aunque, ¿cuándo se fijaron en la masacre que él mismo había cometido? ¿Acaso su debilidad nunca desapareció?). Se había ido, regresando a sus barcos sin importarles que existiera un niño totalmente exhausto en el barro.
-- ¿No están orgullosos?
Sangre que no era suya se deslizaba en su rostro en el momento en que caía de rodillas. Quería abrazarse a sí mismo, pero podía verse como alguien desesperado. No quería lucir así de patético, morir de esa forma como sus compañeros, que su imagen de guerrero solo se haya quedado en un intento olvidado.
No iba a ser olvidado ahí, pero…
Fue abandonado por segunda vez.
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--Nunca serás líder de la Orden mientras yo viva. --Fueron las palabras honestas de Zed. Quiso matarlo, pero simplemente no pudo ni intentarlo. ¿No era digno?--. Ahora vete, no me eres útil.Rabia. Tenía rabia, pero había un sentimiento aún más fuerte.
La guadaña sedienta de sangre lo miró. ¿Había llegado el momento de la decisión? ¿Serían uno? Fue como una decepción tan grande, perdió las esperanzas que siempre había intentado mantener desde que conoció a Rhaast.
--Llegó el momento… --Algo había sonado en su interior.
Sin nadie más en la habitación, cuando Kayn se dispuso a salir, la guadaña flotó y la punta de cuchilla apuntó hacia él, haciéndolo retroceder levemente. Al atravesarlo y elevarlo junto a él, pudo ver de reojo a Zed quién no se mostraba impresionado y mucho menos preocupado.
Todo se volvió oscuro y su último pensamiento, fue comprender que
Había sido abandonado nuevamente.