El doctor Dylan corría sosteniendo la camilla donde su paciente favorita se encontraba. No era la escena mas bonita. Las sabanas que cubrían a Annabella estaban empapadas en sangre, mientras ella estaba empapada por un sudor frió, siendo el blanco el color de su piel. Esta última no era una buena señal, necesitaba sangre y la necesitaba rápido.
-¡Transfusión de sangre tipo B-!¡Rápido! - Llegó al quirófano y suspiró - Por favor, Annabella - Susurró.
-Dyl...- Camille se encontraba detrás de Dylan - Es imposible, perdió mucha sangre.
-¡Tráeme más!¡No la dejaré morir! - Comenzó a limpiar la herida mientras Camille salía corriendo en busca de más sangre - No te dejaré ir, Anna. Te lo prometí, pero tú tienes que ayudarme. Por favor, no te quiero perder a ti también.
Dylan nunca había sentido tanta presión y tanto miedo. Sin embargo, no le temblaron las manos mientras curaba a Annabella. Tardó, no más que la vez anterior, pero la hora y media que estuvo en el quirófano fue un calvario. Insistió en quedarse con Annabella hasta que despertara.
-Pa-papá - Susurró Annabella, sollozando. Dylan se acercó a la cama y tomó la mano de Anna.
-Shh, soy yo - Susurró el doctor y sonrió - Soy Dylan - Las esmeraldas de Annabella se cruzaron con el avellana de los ojos de Dylan. Los dos sonrieron, con verdadera felicidad en sus pechos.