Capítulo 8

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Hay días en los que siento que la vida no vale la pena. Dias en los que me siento solo un grano de arena en el mundo. Siento que las cosas no tienen sentido. Al mirar el techo de mi habitación, tirada panza arriba en la cama, creo que todo es un despropósito. Que más allá de lo que hagas o lo que te pase, el mundo sigue. Que todo se repite eternamente. Nacemos vivimos y morimos.
Ese día en particular, la casa estaba vacía. Había demasiado silencio. El silencio no me gusta. El silencio me asusta. Porque cuando todo esta en silencio, tus pensamientos crecen, todos ellos, desde los más simples hasta los más oscuros, y se convierten en gritos que rebotan en tu mente. Y puedes escuchar tu corazón, cada latido. Eso asusta.
Su imagen vino a mi mente, como otras tantas veces. Y suspiré. Y me di por vencida.

A la noche fui a dormir a la casa de Lola. Mientras ella hablaba y hablaba, yo estaba en un silencio sepulcral, sentada sobre su cama, con la vista clavada en la pared. Hasta que ella se dio cuenta de que yo no estaba del todo en aquella habitación. Y dejó de hablar.

-Lola.- murmuré, casi con miedo.
-¿Sí?
-Tengo que decirte algo...
-Adelante.
-Mary me gusta.
Y al decirlo, sentí que mi corazón latía tan veloz que iba a salirse de mi pecho. Que yo era como un globo que se desinflaba al fin, cansado de haber retenido tanto aire. Sentí que todo mi cuerpo daba un sacudón como si fuera adrenalina.
Y empecé a llorar. No fue una lágrima, ni dos, ni siquiera tres. Fue un mar. Lloré como si fuese el último día de nuestras vidas.
-Ay, Callie.-dijo Lola, y me abrazó fuerte.

Lo había admitido. Ya no servía de nada negármelo. Mary me gustaba. Al decirlo, todo estaba perdido para mí.

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⏰ Última actualización: Jan 26, 2018 ⏰

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