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Jimin y Jeongguk eran amigos inseparables desde los nueve años.

Al principio ni siquiera se tomaban en cuenta al otro, pero luego de un tiempo su amistad comenzó a tomar forma y no había manera de separarlos. Almorzaban juntos, e incluso trabajaban juntos en los informes que pedía la arrugada profesora de Química, aunque a ambos les fuese igual de mal en la asignatura. Por otra parte, Jeongguk había notado que Jimin estaba un poco más cariñoso con él, aunque ellos tuviesen diecisiete años. Ambos estaban en la casa del mayor jugando en la consola, enfocados a ganar la ronda, a pesar de que la diferencia de puntos fuese como la distancia entre la tierra y el cielo.

Jimin parecía un coreano normal; con sus ojos pequeñitos, cabello color azabache, pero sus manitas regordetas le daban aspecto bastante tierno y sus mejillas también colaboraban en ello. Jeongguk no era tan así; tenía cabello color chocolate y no tenía un aspecto adorable. Bueno sí, lo tenía, pero cuando sonreía solamente y sus paletas resaltaban, dándole un aspecto bastante parecido al de un conejo. También había un detalle; había nacido y vivido hasta los seis años en Japón, por ende dominaba el idioma, además que sus padres le habían obligado tomar un curso del idioma de su país natal. Por otra parte, su cuerpo estaba tonificado, sus brazos y abdominales lo afirmaban, porque formaba parte del equipo de baloncesto. En cambio Jimin prefería quedarse en casa jugando o estudiando, la actividad física no era lo suyo.

Aunque, se había percatado de algo, pero se lo guardó a sí mismo por mucho tiempo, diciéndose que más tarde se lo contaría a Jeongguk. Cuando él era pequeño, cuando apenas tenía unos ocho años, había un chiquillo que le pareció muy bonito. Su nombre era Wonwoo. En los recreos se pillaba a sí mismo suspirando por él cada vez que lo veía. Mientras tanto, a Jeongguk le comenzaba a gustar Nayeon, una chiquilla de su misma clase, sencilla y con una sonrisa radiante, quien traía loca a todos los varones del curso. Al azabache no le quedaba otra opción que decirle que también le gustaba, a pesar de que estuviese mintiendo, todo para que su mejor amigo no le mirase raro. Por otra parte, sus padres le habían dicho que dos chicos se gustaran y se besaran era algo antinatural, e incluso contagioso. Su madre decía que esas personas deberían morir, mientras que su padre decía que esas personas eran dueñas de su vida, por lo que no tenía nada en contra de ellos. Jimin no sabía si creerle a su padre o a su madre. Eran dos opiniones muy distintas.

Luego cuando la pubertad tocó su puerta, a los doce años, llegó una chica llamada Seulgi, quien tímidamente se le confesó y le dijo que si quería salir con ella. Él como no supo manejar la situación, decidió contarle a su compadre para ver qué podría hacer. Jeongguk le dijo indignado que cómo iba a malgastar esa oportunidad, tomando en cuenta que Seulgi era una chiquilla de carácter fuerte y poco dócil, mostraba su otro "yo" con Jimin, siendo alguien muy cariñosa e incluso melosa.

Prácticamente obligado por las palabras de su amigo, decidió salir con Seulgi, pero las cosas duraron muy poco y después ella se dio cuenta de que había sido muy impulsiva. Le pidió disculpas y él la perdonó. Al menos la situación no fue en vano, porque le hizo aclarar un poco las dudas sobre su sexualidad;

Le gustaban los chicos y quería que nadie lo supiera.

Y entonces fue cuando allí llegó un chico muy apuesto y carismático, llamado Kim Taehyung, a la edad de 15 años.

Wow, Jimin usualmente lo comparaba con algún personaje de manga o un actor. Al azabache no le gustaba, le encantaba Taehyung. Él tenía el cabello lacio y color café, una voz grave que era música para los oídos y no era gordo, pero tampoco delgado. Era muy gracioso, le fascinaban las series anime, un poco las películas de terror y —el detalle que Jimin nunca olvidaría— los café de caramelo. Con la excusa de que él quería ver una película en su casa, con Jimin hicieron una quedada en la casa de él. En medio de la película, ambos cómodamente hundidos en el sofá, Taehyung le hizo una pregunta que lo dejó con muchas ilusiones;

— H-hyung, ¿A usted le gustan los chicos?.— susurró en su oído.

Jimin con un poco de vergüenza, miedo e ilusión respondió;

— S-sí TaeTae, ¿Por qué?

El nombrado no respondió y siguieron viendo la película como si no hubiese preguntado nada. Luego de un rato el pelicastaño bostezó y rodeó sus brazos por los hombros del azabache, quien se sonrojó violentamente a la luz del plasma de la casa del otro. Había que ser ciego para no percatarse de la tensión entre ambos.

Taehyung se enfocó en tomar todo el valor posible en lo que restaba de la película y chocó sus labios con delicadeza contra los de Jimin. Con la mano libre que tenía, se deslizó por la pierna del otro hasta llegar a su mano y entrelazar sus manos con las del otro, encajando perfectamente. Park cerró sus ojos disfrutando del momento, pero cuando se tuvieron que separar por la falta de oxígeno, Jimin acunó el rostro con sus manos y le plantó otro beso, sólo que esta vez fue lento y para ambos tenía timbrado "Libertad". Fue entonces cuando el azabache probó el dulce y agradable sabor del amor, pero lamentablemente, sólo duraron un año y medio, todo porque los homofóbicos padres de Taehyung en cuanto se enteraron de ello y lo mandaron a un psiquiatra para "recuperarlo" según ellos. Jimin tuvo que romper con él, los padres del castaño ni siquiera le dejaron mantener una amistad. En los primeros días o meses, extrañaba la fragancia de Taehyung, sus brazos, labios, manos y sobre todo su voz. Extrañaba todo de él, pero lo estaba superando luego de tanto tiempo. Al recordar todo ello, decidió poner en pausa la partida, mientras tomaba un puñado de malvaviscos. Era su momento, hacer lo que Taehyung probablemente nunca dijo y que hubiese sido cruelmente rechazado si lo hubiese hablado.

— ¿Qué pasó?— Jeongguk preguntó con un toque de indignación al ver que la pantalla estaba así.

— Jeongguk, te tengo que decir algo...— nuevamente el temor al rechazo lo invadió, pero decidió hacer oídos sordos a que su mente le gritaba que no lo hiciera.

— ¿Qué es, Mochi?

— Y-yo...— ¿Cómo mierda se suponía que le diría eso sin que el otro no se alejase de él por un buen tiempo? No le quedaba otra opción que decirle las cosas como son.— Jeongguk.— su nuez de adán se balanceó y sus manos sudaban en demasía.— Soy homosexual.

— Soy homosexual

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