Una mujer dentro de mi

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Hace poco mas de dos años y un par de horas, la tarde de un 29 de febrero, una mujer se me atravesó en el pecho. Para ese momento era un feliz ignorante, aunque con el pasar del tiempo supe que ese día algo me había atravesado el alma. Como una bala que entra y se aloja en el organismo -cuántos casos parecidos no había revisado durante mi carrera en la mejor universidad de medicina del país- era sólo cuestión de tiempo antes de que empezara la hemorragia. Después de cuatro semanas comencé a percibir los síntomas de lo que sería tal desgracia. A lo largo de mi vida había tenido la dicha de gozar de una salud impecable y cualquiera que me conozca podría dar fe de tal fortuna, hasta ese momento, donde descubrí que tenía a una mujer atorada dentro de mi.

Todo me dolía y, a la vez, no sentía nada. Consulté a los mejores cirujanos de la ciudad, viajé millas, navegué océanos en la búsqueda sin éxito de algún especialista en medicina interna que diera con mi diagnóstico. Ni las mejores escuelas de medicina del mundo podían darme una respuesta. Esta mujer tenía una manera particular de esconderse dentro de mi, sin que nadie pudiera encontrarla, ni siquiera los mejores doctores del mundo que han logrado diagnósticos casi imposibles. Yo estaba convencido de mi padecer, pero necesitaba a alguien capaz de poder llegar -sí no al diagnóstico- a la cura de mi pesar. La ciencia, es la ciencia. No hay solución sin problema y tampoco tratamiento sin diagnóstico. Así como dos más dos son cuatro, dos y dos son veintidós, no había otra salida, tantos años al servicio de la ciencia y la ingrata -mujer alfín- me estaba haciendo una mala jugada.

Con el tiempo aumentaron los síntomas y yo me estaba acostumbrando a vivir con ellos -o con ella-. En un abrir y cerrar de ojos esta mujer que se hospedaba cómodamente en mi órgano vital comenzó a diseminarse por el resto de mi cuerpo. Ya no podía pensar lúcidamente sin que apareciera en cada uno de mis pensamientos. Y al cabo de unos meses ni siquiera podía llevar a cabo el acto nato de respirar sin estar contaminado el aire -o mis pulmones- de aquella fémina de ojos cafés. Fue ahí cuando supe que llegaba la metástasis, y dado que ningún especialista podía darme una solución decidí automedicarme, antes de que el tiempo terminara por consumirse. De pronto todas las medicinas existentes parecían convertirse en placebos, nada funcionaba, así que opté por el intento desesperado de ahogarla. Recuerdo perfectamente ese momento, salí corriendo al bar dos calles arriba y una a la derecha, y al cabo de dieciséis cervezas me rendí, ella seguía ahí. Cómo el ser humano es tan susceptible a la muerte y aún así no lograba matar a esa mujer. ¿Será que uno tiende a la inmortalidad cuando se encuentra encerrado dentro de otro ser humano? Comencé a delirar.

Decidí desempolvar todos los libros de medicina que utilicé durante mis años en la facultad, quizás algún detalle se me escapaba, algo que asomara la cura de mi problema. Pasé una semana en vela en la cual releí cada palabra de todos esos libros "Principios de Medicina Interna" "Patologías Quirúrgicas" "Oncología Avanzada" fueron los primeros que deseché. Irónicamente mi cura tampoco estaba en los largos textos de medicina que te obligan a memorizar los primeros años de la carrera. Ya lo había intentado todo, y esta vez, la ciencia no tenía la respuesta. Me habían mentido durante mis diez años como estudiante y durante mi vida entera. Siempre escuchaba a los mejores profesores de mi escuela decir que la ciencia siempre es la solución, médicos de renombre que enaltecían la medicina como la cura a todos los grandes problemas de la humanidad, científicos galardonados asegurando que la ciencia siempre acierta. Y ahí estaba yo, un médico cirujano graduado de una de las mejores escuelas de medicina en todo el mundo, especialista y doctor en obstetricia, condecorado como el mejor de la clase y respetado por un sinfin colegas importantes. Estaba padeciendo y siendo víctima de lo que yo mismo había predicado, dándome cuenta, después de tantos año,  que la ciencia también flanquea.

No tenía salida, nada funcionaba, y ni siquiera podía hacer las pases con ella en un intento de que se marchara por su propia cuenta.
Sabía que me quedaba poco tiempo, así que hice lo que cualquiera hubiese hecho. Finalmente acepté que no existía forma de sacarla de mi pecho -y por Dios, cuántos tumores inoperables no había visto en mi vida, por su tamaño o su posición, simplemente no podían ser extraídos, sin explicación-. Hice frente al hecho de tener que vivir con ella el tiempo que me quedase, continuar con mi rutina llevándola de la mano, presente en cada acto, a fin de cuentas sería como la esposa que nunca había tenido.

Los primeros días fueron bastante buenos, conversaba con ella y me acompañaba a donde quiera que fuera. Pero con el transcurrir del tiempo validé mi principio de vida "juntos pero no amarrados" y yo, sinceramente, estaba atado a aquella mujer. Como han de intuir, la convivencia se tornó insoportable, y es que claro, hasta los matrimonios más felices requieren de tiempo individual para cada uno de los enamorados. Sentí que volví al inicio, después de haber aceptado el hecho de vivir con una mujer adentro, volví a caer en la desesperación. Volví a preguntarme como había llegado hasta ahí, por qué no se iba, por qué me escogió a mi como su hospitalario, qué tenía yo.

Tantas preguntas que no pude y no podré responder. Ya estoy en el último escalón y no quiero irme sin dejar evidencia de que la ciencia no siempre acierta. Tengo a una mujer atrapada en el pecho, y en poco más de dos años nadie pudo encontrarla, esta mujer le ganó a la medicina, a la ciencia y por supuesto, me ganó a mi; 25 años ejerciendo la profesión como especialista en obstetricia, 25 años en los cuales me había metido dentro de tantas mujeres para que al final, una sóla se me metiera dentro y acabara conmigo.
Me despido con la esperanza de que algún día sea un forense -y no un psiquiatra- quien de fe de mi testimonio y asegure que solo se necesitan dos años y una mujer para desafiar toda ley biológica y matar a un hombre.
A quien lea estas palabras, lamento que haya tenido que presenciar esta escena.-Concluyó el oficial. A su lado yacía el cuerpo de un hombre blanco de mediana estatura.

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⏰ Última actualización: Aug 22, 2019 ⏰

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