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Estaba por empezar la universidad, cursaría por el lado de la arquitectura, desde que era un niño me ha gustado aquello y ahora que soy casi adulto, puedo descubrir cómo es en realidad. Las clases empezarían el lunes, pero hoy, sábado, decidí tomar un bus para observar en donde tendría que parar, desde qué parte tendría que caminar, a qué hora salir y esas cosas. La universidad era un poco lejos de mi casa, pero una de las mejores en toda la ciudad, claramente no conocía a nadie, ninguno de mis amigos de infancia se interesó por estudiar aquello, unos optaron por medicina, gastronomía y psicología, entre muchas más.

Finalmente, el bus se detuvo en una estación, confirmé la dirección en mi teléfono y según eso, ya estaba cerca. Sólo caminé un par de cuadras hasta llegar a una portería que indicaba el nombre de la universidad, saludé cordialmente a la recepcionista y entré de una vez por todas, jamás imaginaba algo tan grande como esto, habían unos cuatro edificios de dos pisos, seguro me perdería, así que no estaría mal hacer amigos. Me di un paseo por el lugar, localicé mi salón, luego los baños, la cafetería y por último la biblioteca, no sé cuándo, pero se me pasaron dos horas estando allí, así que salí del establecimiento y busqué rápidamente algo de comer, almorcé a gusto y tomé otro bus para llegar a mi casa.

(...)

La alarma hizo eco por casi toda la habitación, me levanté rápidamente, agarré una toalla para dirigirme a la ducha, una vez terminado de arreglar, hice un poco de desayuno y me despedí de mi padre, saliendo a la parada del bus, que para mi suerte, recién llegó. Era lunes, estaba emocionado por finalmente cruzar la puerta del salón de clase y sentarme en un escritorio. Me puse mis auriculares poniendo la lista de reproducción en aleatorio, observando atentamente todo lo que estaba afuera de el vehículo. Tomé mi maleta y bajé del bus para caminar lo que tenía. En ese momento se encontraban millones y millones de estudiantes reunidos en la sala principal, había siempre de todo tipo, en fin, no pude encajar en ningún grupo aún y directamente fui al salón, donde por sorpresa me encontré un chico estudiando, sin saber el porqué, éste me había puesto con los pelos de punta.

—Hola, lo siento si te incómodo, ¿Puedo sentarme a el lado tuyo? Necesito conocer a alguien, soy nuevo, me llamo Jun, ¿Y tú?

El chico simplemente cerró el libro de álgebra y mirándome fijamente, sonrió despeinando un poco su cabello asintiendo el echo de poder sentarme a su lado.

—Soy Minghao, un placer Jun, se te notaba a lo lejos que eras nuevo, está bien no hay problema en ser amigos.

Se quedó mirandome como si nos conociéramos de hacía tiempo, pero que yo recuerde no lo vi en ninguna parte, sin embargo continuó viéndome de pies a cabeza para abrir nuevamente su libro en la página que se encontraba. Él en cierto modo era raro, pero amable y buena persona, eso sí.

Llegó el maestro, seguido de esto los estudiantes restantes, a mí me interesaba bastante lo que decía el hombre mayor, pero al parecer al resto no, a excepción de mi compañero de escritorio. La mayoría se encontraba dibujando, molestando a los demás, usando cuidadosamente el teléfono o simplemente durmiendo. Las primeras clases acabaron, indicando que ya era hora de el almuerzo, él se acercó a mí con una gran sonrisa en su rostro y me tomó por la mano, acto que hizo que mi corazón latiese a mil.

—Ven, puedes salir a almorzar conmigo, puedo invitarte algo.

Las palabras no salieron de mi boca y simplemente asentí, con un leve rubor que no era tan notorio. Me llevó hasta la cafetería, donde me indicó que me sentara en una mesa y que lo esperase mientras compraba nuestra comida. Observé detenidamente el lugar, era un ambiente agradable, pero no tanto, despejandome de mis pensamientos caí en cuenta de que él ya estaba sentado allí quién sabe por cuanto tiempo.

—¡Jun!

Lo oí gritar mi nombre algo exaltado.

—Lo siento, sólo analizaba el lugar, ¿Me decías algo? — Tomé los cubiertos y empecé a comer la ensalada.

—Te estaba preguntando de donde venías — Suspiró haciendo el mismo acto que el mío, dirigiendo su mirada total a mis ojos, poniéndome un poco incómodo y quién sabe, tal vez ya el color rojo adornaba mi rostro.

—Claro, este, soy de China, pero le dijeron a mi padre que aquí había buenas universidades y aquí estoy.

Sus ojos se abrieron como platos y sonrió, esa bella sonrisa que me atraía poco a poco.

—¿Bromeas? — Negué con la cabeza — ¡También vengo de China!

Pasamos el rato hablando sobre nuestros gustos, familia, pasado y muchas cosas más. Al terminar de comer, él se levantó y tomó las bandejas llevándolas a la cocinera mientras yo me quedaba hipnotizado con su presencia. Había algo en él que me agradaba, él no era como muchos chicos que conocía que me trataran mal, él, no tengo palabras para describirlo, es perfecto.

—¡Jun! ¿Cuántas veces tengo que gritarte? — Me tomó por los hombros y miró mis labios relamiéndose los suyos.

Si tan solo supieras que la razón...—Eres tú— Lastimosamente no lo había pensado y alcancé a notar la confusión obtenida por el contrario —Nada, ¿A dónde vamos? —Él sonreía dulcemente mientras me llevaba por pasillos, por la cancha hasta un lugar un poco lejano y solitario. Había un par de árboles y flores, todo estaba bien ambientado, realmente hermoso.

Él me guió hasta debajo de un árbol, se le notaban los nervios que llevaba consigo, pero nada me comparaba a mí, que ni soltar vocal podía. Me tomó por ambas manos, miró hacia abajo y nuevamente dirigió sus ojos a los míos, así intercambiando miradas, un pequeño escalofrío inundó mi rostro y cuando menos lo pude pensar, esos rosados labios se posaban en los míos formando un momento dulce y relajante entre ambos, al cabo que él se separó con vergüenza mirándome fijamente.

—Lo siento, tenía que hacerlo— Mi corazón latía tan rápido que por un momento pensé que se saldría de mi pecho. Era tan hermoso para ser real, pero lo era.

—No te preocupes, también tenía la misma necesidad.

Rose. | Junhao |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora