La fiesta de las máscaras

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Nunca se sabe lo que puede suceder en una "fiesta de las máscaras de carnaval", quizá sea lo que menos te esperas, pero puede llegar a ser lo quemás deseas.

Hacía tiempo que me había unido a un grupo de Facebook llamado "ENTRE ANTIFACES Y SOMBRAS", en el grupo se hacían comentarios sobre novelas eróticas, lo encontré un día navegando por face y me llamó la atención la foto de perfil, misteriosa, con antifaces venecianos entre las tinieblas, me pareció enigmático así que no lo pensé y mandé solicitud, sólo había una regla que no podía romperse, la condición para ser miembro era tener un perfil incógnito, si se ponía foto debía ser con un antifaz, en mi caso no había problema porque justamente mi foto de perfil es un antifaz, así que a las pocas horas ya me encontraba leyendo a numerosas personas que allí escribían, personas que no conocía, pero era fascinante leerlas.

Seguí al grupo diariamente, publicando varias cosas, recomendando libros, en fin, lo que hacemos en los grupos.

A cabo de unas semanas, y con motivo de festejos de carnaval, los administradores del grupo nos invitaron a todos los miembros a participar de un evento titulado "LA FIESTA DE LAS MÁSCARAS". El evento se realizaría en "La Cassonna", ponían dirección y costo del mismo y había que alistarse con anticipación. Comencé averiguando qué era ese lugar, ya que jamás lo había escuchado nombrar y cuando supe, no lo dude y solicité mi entrada.

Me encontré en la puerta de "La Cassonna", era viernes por la noche, todos los que llegaban vestían muy elegantes (pues esa era la consigna, elegante y antifaz), yo me había puesto un vestido negro largo, con espalda descubierta y un tajo en la pierna derecha que llegaba casi hasta el inicio de mi entrepierna, unos zapatos altos al tono, pelo recogido en una coleta y un antifaz gris con borde plateado, me sentía por demás sexy y misteriosa.

Ingresé a un gran salón decorado con una araña que colgaba del techo, pero eso no llamó mi atención, sino las camas redondas que se encontraban esparcidas por toda la sala, decoradas con hermosas y finas sábanas negras y rojas, en las paredes unas cruces de madera (creo que era roble) con cadenas y esposas en las puntas y como si fueran cuadros exhibidos acompañando las cruces, había una gran variedad de látigos de todos los materiales que se puedan imaginar. Mis ojos recorrieron todo el salón, observando cada detalle, cada rincón, no estaba asustada, pues ya había averiguado qué era ese lugar, estaba fascinada, sabía que me adentraba a un nuevo mundo, un mundo que había leído, que había fantaseado, pero que jamás había imaginado conocer realmente.

Un gemido llamó mi atención, me di vuelta y observé como aquel hombre con un rebenque de cuero marrón daba pequeños golpecitos en el sexo de una mujer que se encontraba atada a una cruz y parecía estar disfrutando, mientras miraba, sentí que mi sexo se humedecía, no estaba leyendo aquella escena, la estaba observando y me gustaba, otro golpe en su vulva y otro gemido, un latido en mi sexo y mi mano fue directo a mi sexo, me toqué, sin importar que alguien me viera, me acerque un poco más y allí me quedé, inmóvil, observando aquella sesión de BDSM.

El hombre se acercó a mi, no podíamos vernos los rostros, las máscaras cubrían nuestra identidad y creo que por eso me deje llevar, me tomó de la mano y me paró frente a la mujer, sentí su mano en mi trasero, primero lo masajeó, lo apretó y cuando yo estaba entregándome lo palmeó, fue un golpe fuerte y seco, que hizo que mi sexo se humedeciera otra vez, lo volvió a masajear y a apretar y nuevamente otra palmada, más fuerte que la anterior, yo noté más intensidad en los latidos que ya sentía en mi sexo y más húmeda aún, la secuencia se repitió varias veces, pero las palmadas cada vez eran más intensas. La mujer esposada a la cruz nos observaba, se retorcía con el sonido de cada palmada, inclinando su sexo hacia adelante y su cabeza hacia atrás, cerrando los ojos...

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