LAS FLORES DEL VELORIO

7 3 1
                                    

Siempre me pregunté cuál es el sentido de obsequiarles flores a losmuertos. No las pueden ver, tampoco apreciar su aroma y si es un hombre peor. A mí no me gusta que me regalen flores, lo tomaría como una ofensa. Es más, algunas veces los que le llevan flores a los hombres difuntos, son otros hombres, lo que sinceramente me parece es de mal gusto para el occiso. Si en vida no le gustaban las flores, porque llevárselas cuando está muerto.

Es por eso que durante un tiempo me dedique a sustraer flores de los velorios, para obsequiar a mi amada de turno.

Tal vez usted pueda interpretar esto como un vil robo, de mal gusto, pero créame, mi estimado amigo, nada más alejado de la realidad.

Mi modus operandi, por llamarlo de alguna manera, era el siguiente: recorría las salas velatorias en busca de un muerto que reúna las condiciones, es decir masculino y de edad avanzada.

Entraba al velorio y averiguaba el nombre del finado. Posteriormente y de forma muy respetuosa, le daba mi pésame a la persona más afectada por dicha situación, quien muchas veces resultaba ser la viuda. La mencionada persona me agradecía el gesto, casi siempre sin siquiera levantar la vista, como resignada. Acto seguido me acercaba al féretro, observando por un instante al cadáver, le rezaba un padrenuestro y luego, con mucho respeto, apartaba dos o tres flores de las que siempre están sobre el cajón o muy cerca. Arrimaba mi cara al oído del fulano y le susurraba:

-Mire mi estimado José, voy a llevarme unas pocas de sus flores, que seguramente tanto le desagradan, para obsequiárselas a una señorita,que de seguro las apreciará mucho más. De todas formas si usted se opone a tan noble acto, bastará con que me dirija una palabra, una mirada, o un simple gesto para que yo se las devuelva, porque al fin y al cabo aún son de su propiedad y un gesto vale más que mil palabras.

Acto seguido, me retiraba a una distancia prudente y me quedaba mirándolo fijo. Como nunca me decían, ni insinuaban nada, me retiraba llevándome las flores. Por precaución trataba de hacerlo cuando nadie miraba, para evitar malos entendidos

Sin embargo, esto no duró mucho tiempo. Recuerdo la última vez que intenté hacerlo como si hubiera sido ayer... bueno en realidad sucedió ayer. Déjeme que le relate lo ocurrido

Me dirigía yo a saludar a Fernanda, una bonita morocha quién hasta ahora no se había fijado mucho en mí. Tenía la esperanza de que si llegaba con un puñado de bellas flores, lograría ablandar sucorazón.

Encaminé mis pasos al primer velorio y tuve suerte. El muerto era un tal Federico, aparentemente octogenario. Esta vez no había viuda así que resultó todo más fácil. Me dirigí directamente hasta el cajón y realicé todo el ritual que venía haciendo para adueñarme de las flores. Aparté tres y le repetí las palabras de siempre; pero cuando llegue a la parte en que le susurraba entre dientes, "aunque sea un gesto", alcancé a ver por sobre mi hombro como el muerto me guiñaba sutilmente un ojo.

No sé si en realidad lo vi, lo sospeche, o lo imaginé, pero lo concreto es que me asusté un poco. Quede mirándolo fija y detenidamente por un largo rato, durante el cual, el muy desgraciado no volvió a hacer un mísero gesto.

Dejé nuevamente las flores en su lugar y acto seguido le dije;

-Se las devuelvo, respeto su decisión, aunque no la comparto. Me parece un gesto muy miserable el suyo- y haciéndome el ofendido agregué-al fin y al cabo no me gustan las calas.

Antes de retirarme, volví a mirarlo por última vez, con la esperanza de sorprenderlo sonriéndose, pero el muy ladino seguía inmóvil,indiferente a todo.

Que se la va a hacer, no todo en la vida es color de rosas



LAS FLORES DEL VELORIODonde viven las historias. Descúbrelo ahora