Y es que vos sos la paz que reina en la ciudad después de una tormenta de verano.
Sos la arena mojada, sos las olas, el agua, la espuma del mar.
Sos con quien quiero reír hasta llorar.
Estás tan lleno de alegría y de pasión,
tan indicado para mi, tan distinto a todo lo que en algún momento conocí.
Me agradan tus bromas eternas aunque a veces me saquen de quicio
y me gustan tus ideas, aunque a veces creas que ninguna de ellas tiene sentido.
Tus ojos son como el Pacífico, radiantes e inmensos.
Tan impactantes que me quitan el aliento,
tan acogedores que me provocan ganas de sumergirme en ellos.
Sos los atardeceres más lindos y los horizontes mas infinitos.
Sos un centenar de canciones y algunas que otras noches cálidas de reflexiones.
Sos donde quiero estar, el lugar en el que me pierdo y me vuelvo a encontrar.
Antes de que llegues a mi vida yo no creía en el destino.
Meses enteros de prolongada y tediosa esperanza,
deseos que se perdieron en un impenetrable vacío.
Antes de encontrarte, yo no creía en el destino
pero, gracias a un accidente, nos conocimos.