Él no dice nada...solo suspira y me atrae hacia él acurrucandome en su regazo cálido y suave. Voltéo la cabeza y presiona sus labios junto a los míos dejandome sin aliento en ese acogedor y deseado beso. Me miraba y se reía entre risas a medias que mostraban su pícara sonrisa de hombre seductor. Lo rodeaba con todas mis fuerzas más que a mi propia respiración. Era mi adicción...mi obsesión...mi deseo carnal...mi seductor indomable...mi demonio...mi adonis...mi narciso...mi fuego...mi hielo...mi respiración...mi luz...mi salvación...mi condena...mi estabilidad...mi emoción...mi locura...mi lamento...mi miedo...mi hombre...
era él y solo él. Él que era capaz de hacerme temblar al recorrer mi columna vertebral. Él que me hace cerrar los ojos para concentrarme en esa sensación de sus manos frías tocandome. En su olor distintivo. Él que me hace atenazar el miedo a las entrañas. Él que con una sola palabra me calma. Él y solo él. A él que quería devorar. Al que quería tener. Al que quería necesitar. Al que quería seducir. Al que quería que explorara cada extremo o parte de mi cuerpo como si fuera el suyo. Al que me bajaba la luna, el sol y las estrellas. Él y sol él era al que quería llamar mi hombre.
