Está de más decir que observar tu presencia es una bendición.
Es un mismísimo regalo de Dios el haber conocido tu glamuroso ser.
La simetría con la que se plasma tu sonrisa es perfecta.
Tu ambigua gentileza es algo por lo que me he dejado sucumbir.
Tu excelsa inteligencia y el hechizante color de tu mirar son más que razón para caer bajo tu encanto.
El auge de esta atracción está marcado en época de primavera,
sin embargo, las rosas y claveles florecen a diario en tu honor.
Tu magnífica forma de hablar eriza cada centímetro de mí,
que cambiar nunca sea una opción.
Bastas palabras acerca de tu agraciada personalidad no tienen cabida en lo posible.
Y que el Señor cerciore la unión de la magna princesa y este simple bufón, así sea.
Y estos sinceros trazos, sin duda alguna no tienen otro destino que no seas tú.
Debería ser un talento el hecho de ser tal y como lo eres tú,
proclamo desde hoy tu existir como la razón de mi existir.
Este inocuo sentimiento va más allá de lo efímero, hasta vislumbro tu faz en los rostros de las demás.
Dicho porte de nobleza no tiene comparación.
En el apogeo del crepúsculo sólo pienso en la profundidad de tus ojos y el precioso cantar de tu voz.
Que tu brillante sonrisa nunca se apague, y la ventana que refleja tu grandeza nunca se empañe.
Querida musa, gracias por existir.
