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Me aliste rápidamente, observando el reloj de pared que señalaba lo atrasada que me encontraba.

-Es tarde ____!— insistió la insulsa Sara al otro lado de la puerta mientras yo terminaba de vestirme...

-No me presiones!— trastabille nerviosa, saliendo a toda prisa por la puerta.

-Suerte!— rió al percatarse de mi patética desesperación.

Conduje presurosa entre las heladas calles de Cheshire hasta llegar al lugar donde mi precaria situación daría inicio.

-Respira, respira, tranquila— repetía mi mente en cuanto salí del vehículo para observar a detalle el impactante edificio federal, de aspecto contemporáneo y antiguo, donde encontraría al torpe hombre que me consideraba un genio.

Camine temerosa y mis zapatos resonaban entre el camino de piedra hasta el pulido suelo de mármol por dentro de las lujosas instalaciones.

Recorrí el lugar a paso lento sin estar segura de a donde me dirigía. Varios teléfonos resonaban a mí alrededor, acompañadas de un centenar de voces acalladas que navegaban discretas por todo el ambiente.

Finalmente opte por aproximarme a una de las secretarias para preguntar sobre el antes mencionado, John Harker. La anciana mujer hablaba por el teléfono y decidí esperar a tener su atención, en tanto rondaba la vista por todo el lujoso sitio. Suspire aplazada con la mente volando en mil ideas sobre lo que sucedería, pero entonces fui repentinamente interrumpida por una apacible voz a mi costado.

-Tania, ¿Tienes los archivos del 2-11?— cuestiono el chico de apariencia pulcra que había aparecido de improviso. Lo mire atenta y la anciana le entregaba un enorme sobre de tono grisáceo. Analice detalladamente al chico frente a mí. Un castaño de cabello ondulado, penetrantes ojos verdes y de tez tan blanca como un muerto en vida. Me había paralizado observándolo y él no se demoro en notar mi acechante presencia.

El castaño me miro antes de regresar los ojos a la secretaria, quien seguía entretenida al teléfono y finalmente volvió sus verdes ojos a mí arqueando una ceja.

-¿Eres del grupo estudiantil?...— pregunto vagamente.

-Emm... yo— intente explicar pero él me interrumpió de inmediato.

-Las visitas son los lunes— detalló sin interés, intentando darse la vuelta para alejarse y por un segundo me abrume por su poco educada forma de hablar y fue entonces que me vi obligada a detenerlo.

-En realidad busco a John Harker— casi grite debido a que él se alejaba velozmente. Sin embargo, al escuchar el anterior nombre se detuvo y regreso la vista a mí con el mismo tono despreocupado.

-Debes pedir una cita— persistió de la misma forma ególatra y fruncí el ceño a causa de su asquerosa actitud.

-Pues... el me citó a mí— arquee una ceja con tono amargo, causado por el repentino despecho que sentía por aquel completo desconocido y él reacciono petrificándose totalmente estupefacto en su lugar.

-¿Eres ____ Everson?— pregunto aparentemente inseguro y me limite a asentir, sintiéndome confundida por su reacción.

-Me dijeron que debía encontrarme con...— intente hablar de nuevo pero el me interrumpió una ves mas de manera impertinente.

-Debías llegar a las 10:00— remarco acercándose a mí para evaluarme de pies a cabeza y en esta ocasión no me contuve para destinarle una feroz mirada cargada de furia por su irrespetuosa forma de recibirme— Maldición... eres solo una niña— murmuro apenas audible, parecía impactado y sus profundos ojos permanecían inmóviles en mí.

-Tengo 19 años— objete con un leve tono acallado que fue causado por su intimidante presencia muy cerca de mí.

-Eres una niña— reafirmo burlón y desvié el rostro, torciendo los ojos con descontento.

-Ven... sígueme niña— pidió soltando una pequeña risita discreta y me vi obligada a acatar con frustración, siguiéndolo entre miles de corredores.

Nos adentramos a un ascensor y permanecí distante, intentando no intercambiar ningún tipo de conversación con el castaño desagradable. Sin embargo sus ojos continuaban posados sobre mí en tanto yo era comida por la incomodidad.

-Al llegar, deberás disculparte por tu retraso...— nuevamente utilizaba ese tono recriminatorio que finalmente me había llevado al límite —al señor Harker no le agrada que...— persistió antes de que yo lo encarara.

-Si al señor Harker no le agrada mi actitud, tendrá que buscar a otra persona que lo ayude con el caso...— lo interrumpí, justo como él lo había hecho conmigo, dedicándole una sínica sonrisa victoriosa y el permanecía atónito por mi respuesta.

-Valla... además eres una niña maleducada— rió regresando al tono despreocupado y casi caí de espaldas al escuchar su frase.

-¿Yo soy maleducada?— cuestione sin más paciencia. Pero el repentino timbre del elevador nos interrumpió, señalando que ya habíamos llegado a nuestro destino.

-Sigue el pasillo hasta la última puerta...— indico mientras yo salía del ascensor y el permanecía inmóvil con una mano en el marco de la puerta para impedir que esta se cerrara— Tenga un buen día señorita Everson— prosiguió con más naturalidad y lo mire nuevamente para apreciar la amplia sonrisa en su rostro— será... interesante trabajar con usted—remarco entrecortado y finalmente se aparto para que el ascensor se cerrara, dejándome en una inmensa confusión. Ese chico no era para nada normal.


THE SADISTIC MINDWhere stories live. Discover now