Esto es suficiente.

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Esto es suficiente, ¿no?

La vida en la ciudadela era suficiente. Estaba bien. Yamanbagiri encontraba el cómo disfrutar de las tareas diarias, los quehaceres domésticos y todo lo demás. Él puede mantener una conversación con las otras espadas si es necesario y todos parecen entenderlo a su manera. Eso es parte de lo que hace que ese lugar sea soportable.

Hay belleza en la vida de la ciudadela. Las espadas se aceptan por lo que son, sin importar como se hayan manifestado. Sus rarezas, su singularidad. Todo está bien.

Y Yamanbagiri está bien luchando. Eso no le molesta. Él es una verdadera espada después de todo, él puede hacer su trabajo mientras nadie espere demasiado de él. Le preocupa un poco que Saniwa decida convertirlo en capitán algún día, eso sería... demasiado. Pero aún no ha sucedido, entonces él esta bien.

A él casi le gusta estar aquí. Él no se queja. Sin embargo, Yamanbagiri nunca se ha quejado y no ve la razón para comenzar. Él puede limpiar los establos y entrenar, puede ser un tachi herrero y pelear al comando.

Es suficiente...

De verdad.

Y luego... de repente ya no lo es.

Ya no, no después... de que ese hombre se haya manifestado y Yamanbagiri se viera obligado a aceptarlo.

Ookurikara. Ese es el. Solo una uchigatana como él, nada lujoso, nada diferente.

Pero tan, tan elegante. Lo más hermoso que ha visto en su vida.

Ookurikara apareció e inmediatamente rechazó todas las ofertas de amistad, incluso de las otras espadas que sirvieron a Date Masamune. Lo dejó muy claro desde su elevado lugar en el patio. Él reclamó su propio espacio desde el principio: el patio detrás de los establos en la espesa hierba que nadie intentaba limpiar porque era buena para el pastoreo de caballos. Ese lugar ingobernable era el lugar favorito de Ookurikara.

Solo, por supuesto.

"No planeo hacerme amigable con ustedes.", les dijo Ookurikara a todos en su primer día en la ciudadela. Todos ellos le creyeron y le tomaron la palabra.

Pero aun así... Yamanbagiri sabía algo. Sabía que en su corazón, algo era diferente.

Ookurikara no era una buena persona. Y sin embargo, él era accesible. Todos trataron de invitarlo a lugares, especialmente Shokudaikiri y Tsurumaru. Y si se negó, lo dejaron estar sin hablar mal a sus espaldas. Ookurikara les dio a todos una especie de... buen sentimiento. La sensación de que, fuera lo que fuera, Ookurikara había resultado exactamente cómo debía ser.

Esa confianza, mezclada con un tipo de complacencia suave y distante hizo que todos asintieran con la cabeza y siguieran su camino.

Excepto Yamanbagiri.

La visión de un hombre así: rostro hermoso, cuerpo fuerte, ojos fríos, corazón cálido, piel oscura, alma brillante, llena de contradicciones y encanto... Yamanbagiri se encontró pensando en excusas para ir más allá de los establos.

Recogería heno en silencio, entrenando sus ojos en nada más que la tarea frente a él. Paleaba el piso, lavaba los caballos, limpiaba después de sí mismo, y luego, finalmente, en el último segundo posible, se permitía una mirada en dirección a Ookurikara.

Y allí estaba, una forma de color marrón rojizo contra el sol del poniente. Yamanbagiri aprendió rápidamente que el cabello de Ookurikara también era engañoso: era marrón en la parte superior y rojo brillante en la parte inferior. Un destello de color contra esa piel de tonos tierra brillando bajo la luz anaranjada de la tarde.

Becoming More. | [Kurinba]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora