Chile

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Un pequeño pájaro se veía volar por lo alto de los Andes con sus alas negras, asemejando a un avión que quería surcar el cielo para dominarlo para sí. Aleteaba sin cesar sus alas, sin dar tregua alguna en su viaje. Debía de llegar a su destino a como dé lugar, tal y como había sucedido en anteriores ocasiones. Su nueva travesía había comenzado poco tiempo atrás, y ahora tenía como destino aquel país que era una franja que comenzaba desde Tierra de Fuego y cuyas costas eran bañadas por el mar del Pacífico Sur.

Desde lo alto del cielo, luego de surcar por el lado oeste de los Andes, el ave experimentó el esmog característico del lugar, producto del enclaustramiento de la urbe. Al principio, esto le afectó físicamente. No obstante, acostumbrado antes a surcar por otros cielos contaminados, el pájaro se repuso y prosiguió con su vuelo. Finalmente,  pudo avistar aquella ciudad capital, que estaba situada en la llamada ‹‹Cuenca de Santiago››, y cuyo nombre coincidía con éste.

 Al ver el panorama que tenía bajo sus pies, el pájaro sabía que había llegado bien. Todo se vislumbraba como en anteriores ocasiones.

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Millaray era una muchacha de diecinueve años. Sus padres, cuando se conocieron, habían sido unos jóvenes que se habían dejado llevar por la ideología izquierdista y socialista de la década de los sesenta. El padre, sobre todo, había sido un muchacho que había sufrido de la discriminación en el campo, producto de la hegemonía gamonal que se vivía en las afueras de la capital del país.

Él había nacido producto de una violación de un terrateniente a su madre, una mujer humilde. Su progenitora había huido de la violencia a la que había sido sometida en el lugar donde laboraba y, por fin, halló un trabajo en otra hacienda, lejos de ahí. El padre de Millaray, Adolfo Huenchún, nació con poco peso y enfermizo, debido a que la mujer no había tenido un control de su embarazo y no se había alimentado adecuadamente durante éste. No obstante, contra todos los pronósticos que había dado la partera que atendió a la mujer y gracias al amor materno, el padre de Millaray hizo frente a la muerte y creció como un robusto niño, al cual su madre mimaba y educaba con muchísimo esfuerzo, laborando a doble turno en las labores agrícolas y lavando ropa.

Ya durante su juventud, y debido a la influencia de un amigo que había venido de la capital a visitar a su familia, el padre de Millaray había absorbido la ideología socialista. Entre charlas y copas, y una amistad que con el paso del tiempo se volvería inquebrantable, Adolfo tuvo otra visión de todo. De este modo, dejó atrás su vida en el campo y decidió emigrar a la ciudad, para buscar un mejor futuro y enfilarse en el Partido Socialista de Chile, en donde su mejor amigo era militante activo desde tiempo atrás.

Ya en Santiago, Adolfo consiguió trabajo como operario en una fábrica. Y aquí lideró el sindicato de obreros de su centro de labores. Adicionalmente, participó activamente en la campaña del partido durante la candidatura de Salvador Allende para las elecciones presidenciales de 1964. En aquella oportunidad Allende, como en otras dos ocasiones anteriores, fue derrotado. Sin embargo, a pesar de no probar el sabor de la victoria, esta campaña sirvió para que Adolfo conociera entre las jóvenes militantes del partido a la madre de Millaray, con quien se casaría un par de años después.

Años después, y ya con el nacimiento de Millaray y sus hermanos, Salvador Allende postuló a la presidencia de Chile por cuarta vez, siendo elegido Presidente en 1970. Con este triunfo, la vida de Adolfo y de su familia tuvo un cambio radical. Consiguió un mejor empleo y fue líder de un grupo de jóvenes militantes de su partido. Sin embargo, todo esto cambiaría a raíz del golpe de Estado contra Allende el 11 de Setiembre de 1973. a manos de las Fuerzas Armadas de Chile.

El padre de Millaray, junto con otros integrantes del Partido Socialista, fueron apresados por miembros de la Dirección de Inteligencia Nacional DINA (organismo del gobierno de facto), torturados y luego desaparecidos. La madre de Millaray, al temer por su vida, huyó con sus hijos al norte de Chile, en la frontera con Perú.

Millaray, con cinco años de edad, quedó huérfana de padre. Adolfo Huenchún, quien fue llevado con engaños por los carabineros a una zona de tortura, para luego desaparecer su cadáver en el mar, creyó que, al entregarse en una dependencia militar, podría confiar en la imparcialidad de los militares y luego pedir asilo en el extranjero. No obstante, nunca supo que, al despedirse de Millaray y de sus hijos, entre besos y abrazos, esa sería la última vez que podría sentir la ternura de las caricias de su hija mayor.

Aquella niña, al principio, no entendía de los más oscuros y turbios motivos por los que su padre fue despojado de su lado. Ella no comprendía de temas políticos, intereses por el poder ni traiciones humanas, no. Lo único que ella ansiaba, como cualquier otra infante de su edad, era tener el calor paterno: alguien que le contara cuentos al ir a dormir, jugara con ella a las muñecas, la llevara a pasear al parque y la cargara entre sus brazos. Sin embargo, con la partida de Adolfo, esos buenos momentos que Millaray recordaba en su mente como momentos fotográficos, nunca más volverían. Y sólo con el transcurso del tiempo, aquel maldito tiempo que no era capaz de curar la herida que tenía por la pérdida del padre que partió de su lado hacía años atrás, le hizo entender que el ser humano, por ansias de poder y vil traición, era capaz de cometer los más execrables actos de genocidio, como los que transcurrieron durante la dictadura de Augusto Pinochet.

Ahora, catorce años después de la desaparición de Adolfo Huenchún, su hija estaba al frente de una manifestación estudiantil en las calles de la capital chilena.

Conocedora de lo que le había ocurrido a su padre, tiempo después, aún a pesar de la oposición de su madre, Millaray decidió regresar a su patria para estudiar Derecho en la Universidad de Chile. Ya desde ahí, se unió a las asociaciones estudiantiles y abrazó las ideas socialistas que hacía años habían defendido sus padres. Y, como estudiante universitaria, lideraba los grupos de jóvenes que se concentraban en el centro de Santiago en apoyo al ‹‹No››, durante la campaña electoral para el Plebiscito del 5 de Octubre de 1988, que devolvería la democracia a Chile, luego de quince años de dictadura militar.

 Lo que había llevado a la muerte a Adolfo Huenchún tiempo atrás, ahora era el motor de una búsqueda por un mundo mejor en su hija. 

Y un pájaro llegó, hizo su enésimo nido y hablóDonde viven las historias. Descúbrelo ahora