Prólogo

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Noviembre, 1894.

Era una noche completamente cerrada. No se podía ver ninguna estrella en el cielo, ni si quiera la Luna. La joven morena con ojos negros intensos se deslizó con una sábana por la ventana de su habitación. Se encontraba ingresada en un hospital situado en un pueblo costero del norte del país. El hospital parecía estar a punto de caerse al borde de uno de los acantilados que dividían la tierra del mar.

Descalza corrió por el patio hasta llegar al muro que, de un ágil salto, se colgó de él. Siguió corriendo a través del bosque esquivando los árboles que se interponían en su camino.

Llevaba demasiado tiempo allí encerrada y pensó que si se quedaba más días allí terminaría por volverse loca como los pacientes de la última planta, precisamente donde ella tenía su habitación. Gracias a la ayuda de aquél joven que venía a visitarla cada semana, lo logró. Corrió a trompicones hasta que divisó a lo lejos el chico con su gran caballo negro azabache. Ella tan solo acababa de cumplir los dieciséis años mientras que él era cuatro años mayor que ella.

La joven subió al caballo con la ayuda de su amigo y juntos galoparon hasta llegar al camino arenoso y poder seguirlo hasta llegar bien lejos.

Su padre murió en un derrumbe de la mina donde trabajaba y su madre debió irse a trabajar fuera del país para conseguir dinero. A ella la dejaron con sus cuatro hermanos pequeños de trece, nueve cuatro y dos. Pasaron a vivir en un orfanato y sus hermanos fueron adoptados, menos ella. ¿Quién querría a una niña mayor? Nadie. Por eso vivió allí hasta que empezó a ver la realidad de una forma distinta y, creyendo que el demonio se había apoderado de ella, la encerraron en una habitación de la última planta de ese hospital.

Llegaron al puerto donde las barcas descansaban y las redes de pescar estaban tiradas por el suelo para que los pescadores pudiesen seguir faenando al alba de la mañana siguiente.

El joven comenzó a subirse a una de las barcas y luego le tendió la mano para ayudarla a subir cuando de repente él se tambaleó hacia tras, como si una fuerza lo empujara y cayó al mar. La chica miró a su alrededor con la mirada asustadiza y pudo ver como flotaba el cuerpo de su amigo lleno de sangre que brotaba del pecho. Seguidamente fue ella quien cayó por causa de otro disparo.

Dos cuerpos inertes, con dos balazos tiñendo el mar azul de color escarlata de la sangre. Dos vidas, muchos sentimientos, muchos deseos, desaparecidos para siempre.

A la mañana siguiente los titulares de todos los diarios se resumían en esa terrible noticia "Una paciente del hospital se fuga con su amante que termina en un fatal desenlace para ambos". 

RecuérdameWhere stories live. Discover now