Últimamente me he sentido un poco ahogado por dentro, a lo que me refiero, es que, necesito sacarlo de algún modo y este medio me resulta muy sencillo, pues se me da como a muchos otros. Sinceramente no sé cuales sean las causas o motivos por las cuales yo me sienta así. He tratado de recordar algún hecho que me haya marcado sentimentalmente, pero no. El último había sido ya hace tres meses cuando mi exnovia por fin me terminó, después se arrepintió y hasta la fecha sigo con ella, así que no creo que sea por eso. Cada día me siento diferente.
He cambiado. Me lo han dicho y lo he notado con el transcurso de los días. Cada que me preguntan que es lo que tengo, no sé qué contestar. Empiezo a agobiarme, a huir de mi mismo, a esquivar malas ideas que pasan por mi mente, escapo de mis impulsos de ira.
Extasiado por infligir daño y provocarlo, comienzo a desatarme lentamente, a transformarme. Cierto día, martes para ser más específico, iba caminando sobre Amado Nervo con un amigo, pasaban de las ocho, pero aún había un poco de Sol por el horario de verano. Íbamos conversando y vimos un chavo venir hacia nosotros, quinceañero con unos audífonos de los grandotes que están bien caros, los bits, los bips, sabe como chingados se llamarán, pinches gringos.
-Hay que tumbarlo, wey.- dijo Sebastián golpeando mi brazo para animarme a hacerlo.
Sin pensarlo dos veces, me voltee a alcanzarlo por la espalda. Lo sujete de cuello con una llave, metí la pierna y lo tiré con brusquedad. El chico reboto como pelota e instantáneamente comenzó a implorar porque no le hiciera daño, pero me valió madre y lo patee en la cara. Tomé sus audífonos y celular. El morro se llevó las manos a la cara y comenzó a chillar gritando. Lo patee dos veces más y salimos corriendo del lugar entre las calles zigzagueando hasta llegar a la casa de Sebastián. Mientras corríamos, nos reíamos del pobre chico en posición fetal llorando como marica, parecíamos hienas. Sentí mil y un emociones durante el trayecto. Lo raro es que por alguna extraña razón jamás me sentí culpable.
Me empiezo a preocupar por los actos que he estado haciendo últimamente en mi vida. El camión casi esta por llegar a la parada en la que bajo, me levanto y camino hacia atrás a timbrar para descender. El camionero frenó haciendo que me sacudiera como un costal, a los demás pasajeros les sucedió lo mismo, unos se quejaron y otros simplemente permanecieron callados. Bajé del camión y me encaminé hacia mi departamento. Hacía viento y el día permanecía nublado desde la mañana. Grandes y extensas nubes grises cubrían el cielo, grises de distintos tonos. Ecos de los truenos estruendosos cubrían la ciudad como el tintineo de las campanas de la iglesia.
Llegué a mi departamento, no había nadie. Fui a mi cuarto a cambiarme de ropa para ponerme algo más ligero pese a las condiciones del clima. Una vez con short y una playera de manga corta que utilizo para dormir me dispuse a relajarme saliendo al balcón a observar lo que pasaba en la calle. Vivo en el tercer piso del edificio así que tengo una vista bastante amplía puesto que el edificio de departamentos se localiza en un loma de la ciudad. Comparto el departamento con otros dos sujetos. Uno se llama Aldo, estudia ingeniería civil. Es un chavo dedicado, sabe mucho de todo, le gusta leer y es muy simpático. El otro es Leonel, el estudia algo relacionado con la geografía, la verdad no sé muy bien, es el más reservado, casi no es abierto, bueno nadie de los tres es abierto, rara la vez en que nos pongamos a platicar sobre nosotros.
Me recargué sobre la barda y me puse a apreciar el cielo y a lo que pasaba alrededor. Un perro callejero husmeando en un baldío, personas entrando y saliendo de la tienda de abarrotes que está casi enfrente del edificio, una pareja caminando de la mano platicando muy interesante y dos chavas que venían conversando, vestían de shorts cortos con unas piernas largas, largas como las de una jirafa, bronceadas y bien torneadas. Una de ellas traía una playera de tirantes y abajo traía top y la otra llevaba una blusa con los hombros descubiertos. Al parecer tenían el mismo gusto de disfrutar los días frescos con ropa ligera al igual que yo. Tenía mi mirada fijamente en ellas que incluso la sintieron, voltearon a verme, me ruboricé tanto que desvíe mis ojos hacía el perro que deambulaba en el baldío. De reojo notaba como me veían o no sé si observaban al edificio como yo lo hacía hace unos instantes con ellas. Las voltee a ver de nuevo, lucían divertidas pues hacía notar que estaba nervioso y me sentía incómodo, por impulso alcé mi mano, la encorve y las salude como princesa haciendo movimientos de izquierda a derecha. Sonrieron ante mi ridículo gesto y una de ellas me devolvió el saludo. Por la distancia, nos las podía apreciar bien, pero ambas tenían rasgos lindos. Una me intentó gritar, pero justo cuando lo hizo un escandaloso trueno explotó del cielo haciendo que su voz se perdiera. Voltearon al cielo y comenzaron a ver gotas caer despacito, se podía distinguir el goteo en los techos de los carros. En cuestión de segundos se desató la lluvia bien duro. Corrieron hacía el toldo de la tienda a refugiarse y a conversar en lo que pasaba la lluvia.