Punto y Coma

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¿Existe tal cosa como ver a alguien por primera vez y saber que lo vas a amar?

Esa segunda semana del primer semestre de la universidad cuando vi sus ojos color avellana enfocados en mí, comprobé que sí.

Ese día nada ocurrió entre nosotros físicamente, pero ese día nuestras miradas se hicieron caricias y se convirtieron en amantes. Cada vez que era posible deseaban volver a encontrarse, y cada vez que era posible, lo hacían. En las siguientes semanas nuestras miradas juguetearon y disfrutaron una de la otra desde lo lejano, amantes a distancia. Hasta que al fin se tuvieron una frente a la otra, sin embargo, cuando tuvieron el placer de estar en compañía la timidez decidió hacer su llegada. Entonces mi mirada solo podía encontrarse dirigiéndose a todos lados menos hacia la de él.

Poco tiempo después, poco tiempo que se sintió como una eternidad; nuestras sonrisas se hicieron amistades y nuestros toques, compañeros. Fue ahí cuando nuestras palabras comenzaron a bailar, lento al empezar como un waltz, movido después como una samba y apasionadamente, siempre, como un tango. Tanto así que de tanto bailar juntas decidieron disfrutar más allá, uniéndose de una forma más física que nunca, a través de donde originan las palabras; ¿miradas? ¿toques? Pues claro, pero también de los labios. Entonces nuevamente bailamos, pero esta vez no fueron las palabras.

Cuando estás enamorado, el tiempo parece ser tu enemigo y como tu enemigo, siempre se desarrolla en contra de ti. En la soledad, el tiempo para mí parecía haberse encontrado en un diluvio, había una abundancia de él y me ahogaba. En compañía de él, el tiempo pasaba una sequía, no había bastante y los dos nos encontrábamos desesperados por más. No es tan difícil descifrarlo, queríamos más tiempo del que teníamos, pero el tiempo no se compra ni se fía, solo se gasta. El truco está en gastarlo sabiamente, en invertirlo, no despreciarlo. Si fuera posible hubiéramos ahorrado todo el tiempo posible solo para nosotros dos, pero el tiempo es solo un concepto y es uno muy caro, así que lo invertimos. Lo invertimos en nosotros.

Amar a distancia mientras se tienen tan cerca es una tortura, pero era una tortura a la que estábamos condenados, por eso el problema del tiempo. Aparte de lo descarado que era el tiempo, escondiéndose cuando más lo necesitábamos, persistentemente lo buscábamos y lo encontrábamos. Quien diría que pasaríamos los próximos 4 años en un tortuoso juego de escondite con ese travieso tan frágil que tan pronto capturábamos se nos disolvía en las manos.

Yo tenía el hábito de derramar mis penas y defectos en un cuaderno que siempre llevaba conmigo, resalto que solo comencé a llorar a través de mi pluma 6 meses después de conocerlo a él, porque las lágrimas que me bajaban por las mejillas a diario se habían convertido en rutina en vez de desahogo. Decidí que si ese primer cuaderno que llené de poemas desesperados y párrafos desilusionados fuera un libro se titularía "Fiestas de Lástima" y que si esos 4 largos años, llenos de amor y pasión a medias y decepción a centenares fueran condensados en un solo capítulo le llamaría "Egoísmo desinteresado".

A causa de mi tendencia a dejar las piezas de mi corazón machucado entre las páginas de mi cuaderno, se me hacía muy difícil dejar de afligirme por esos mismos sentimientos que esperaba poder olvidar tan pronto la tinta negra de mi pluma se secara, sin embargo, se me hacía muy fácil perdonar a los causantes de mi alma adolorida y mis pasiones ya corruptas porque todo mi dolor y mi furia parecía salir de mi cuerpo como por arte de magia cuando escribía. Parecía que los pensamientos de rabia en mi cerebro se iban de excursión y hacían una parada en mi corazón a buscar mis penas, entonces navegaban por las venas en mi brazo izquierdo hasta llegar a las puntas de los dedos en mi mano y convertirse en la tinta de mi birome donde pasaban a quedar plasmados infinitamente en las páginas de mi cuaderno de lamentos.

Punto y ComaWhere stories live. Discover now