Caía el año 1633 en un pequeño barrio del Este de Kioto.
Mi padre apareció por la puerta, ebrio y con una botella en la mano como hacía todas las noches.
Aquel día acababa de cumplir cinco años. El viento crepitaba por las rendijas de las paredes y apenas había luz en casa, sólo una pequeña vela casi consumida sobre un viejo soporte de bronce.
Mi madre esperaba despierta, sentada de rodillas junto a la mesa.
Recuerdo ver desde un rincón del salón a mi padre menospreciarla y arrojar la botella que aún llevaba en la mano, muy cerca de ella.
Sentía miedo, no era la primera vez que los veía así.
Me aproximé hacia él y le pedí por favor que la dejara en paz.
Él apartó la mirada hacia mí y me golpeó con fuerza hasta caer al suelo.
Al poco rato, abrí los ojos y vi a mi madre junto a mí gritando mí nombre ¡Ayumi! Parecía exaltada.
La vela encendida había caído tendida sobre el tatami desatando así, un camino en llamas.
Rápidamente me cogió fuertemente entre sus brazos y salió por la puerta sin volver la mirada atrás.
Pude ver mi niñez pasar fugazmente ante mí por un instante, lo que un día fue mi hogar, envuelto en llamas y oscuro humo... Una trágica historia que permanecería para siempre en mi memoria.
Durante los posteriores tres años permanecimos escondidas en la casa de mi tía Aiko.
Aiko era la hermana mayor de mi madre, Akane, una mujer un tanto retraída y poco social que en aquel entonces residía soltera.
Desde el noviazgo de mis padres, se había mantenido al margen de nuestra familia. Jamás nos dio una explicación, simplemente desapareció de nuestras vidas.
Esa fue la primera vez que conocí la existencia de mi tía Aiko.
Tras el accidente del incendio que llevó consigo la muerte de mi padre, ella nos ofreció una habitación en su casa, tal vez fuera el remordimiento de tantos años de silencio o talvez solo quería ayudar.
Nunca se habló de ello en casa.
La mañana del 16 de marzo, recuerdo despertar fatigada y malhumorada debido a los ruidos y gritos que se oían al otro lado de la habitación.
Me asomé a juntadillas y acerqué el oído a la puerta hasta que pude oír con claridad como mi madre y mi tía discutían sobre mí y cuál iba a ser mi futuro.
En el fondo temía que tanto silencio reprimido por ambas partes, algún día pudiera romperse.
Mi madre sin prestar atención a lo que Aiko trataba de decirle, empezó a recoger sus cosas y las mías.
No quería irme de allí, por una vez en años estaba segura de haber encontrado un hogar, pero mi madre no parecía importarle demasiado.
"No tienes ni idea de todo lo que he sufrido estos años. Jamás viniste a preguntarme como estaba, aún sabiendo que todo el barrio hablaba de mí, la pobre y desgraciada Akane.
Huiste, desapareciste...cuando más te necesitaba, me dejaste sola, con una hija, tu sobrina, por la que nunca mostraste interés y ahora vienes a decirme como debo criarla. No tienes ni idea...
Cuando me ofreciste quedarme aquí, pensé que por una vez en la vida había vuelto a tener una hermana...pero no es así...fue por Ayumi ¿verdad? Tú nunca pudiste tener hijos... ¿y pensaste que podrías llenar ese vacío con ella? Adiós Aiko".
Esas fueron las últimas palabras de mi madre antes de salir por la puerta. En ese mismo instante comprendí que nunca jamás volvería a ver a mi tía Aiko.
Había anochecido y estábamos muy cerca de los llamados barrios del placer, cuando empezó a llover y a hacer frío.
Nos acercamos a una de las casas donde fuimos cordialmente invitadas a entrar. Junto a la puerta había un robusto señor mirando a mi madre como lo haría un ave carroñera.
Por supuesto, tenía miedo.
El siniestro señor nos indicó el camino a una de las habitaciones que había cerca de la puerta.
Habíamos andado durante horas y tanto ella como yo estábamos cansadas. Bastará decir que tan solo cruzó su mirada con la mía, y no necesité más explicaciones que esa para entender lo que quería decir. Había encontrado un cobijo para las dos y estaba dispuesta a todo por ello.
Me quedé sentada esperando a mi madre y desde la puerta las vi a ellas, cortesanas, o también llamadas Tayuu. Mujeres de pálida apariencia y lujosos vestidos que ya había visto antes en algún lugar.
Pasaron ante mí, sonriendo, a pesar de que iban acompañadas de engreídos y arrogantes hombres, sin omitir detalles de sus innegables finalidades.
Me enamoré, de repente y sin explicación alguna, aunque sin mencionar el amor, deseé por un instante llegar a ser algún día como una de esas mujeres. Fuerte, decidida, irreprochable, todo lo opuesto a lo que había visto en mi madre, o al menos eso creía.
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AKIKO
RomanceAKIKO. El origen de las geishas. Una historia de amor y drama que tiene lugar en el período Edo. Todos los capítulos van acompañados de ilustraciones propias. Podéis ver más en @SumieTamashiArt