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—Y cómo te ha ido? —Pregunta Matt, mi compañero de trabajo.
—Bien, creo que aprobaré.

La universidad es hasta ahora lo más complicado que he hecho en mi vida. Debería haber hecho caso a mi padre y elegir una carrera más fácil y no abogacía. Aunque si hubiese hecho eso no haría lo que me gusta.

Me pongo mi uniforme y me dirijo a una de las mesas que me tocaba atender.

Una familia; Dos niñas, una mujer y un hombre, supongo que son los padres.

Luego de que ordenen, llevo el pedido hacia delante y la campana de la puerta suena, puedo ver a un chico de mi edad, 20 años o menos. Se dirige a una de las mesas y toma asiento.

Soy muy observadora, si.

Luego de atender las otras dos mesas anteriores, llego a la mesa del chico; el cual tiene una cara opaca, no expresa señal de emoción alguna.

—Buen día, qué va a ordenar?
—Un café negro.

No le respondo ya que él no se ha tomado el trabajo ni de decir buenos días y llevo su pedido hacia adelante.

Al entregarle su café, ni se digna a dar las gracias; cosa que me parece muy maleducada de su parte.

Vuelvo al mostrador ya que no hay mesas por atender y me dedico a observarlo; Cabello castaño, piel blanca como la nieve. Podría perfectamente actuar de vampiro en crepúsculo. Sus ojos son celestes y tiene una expresión demasiado seria para mi gusto.

El antipático adolescente fija su vista en mí y no puedo evitar sonrojarme ya que me ha pillado viéndolo. Muevo mi vista y mi querido compañero, quien se dedica a molestarme la mayoría del tiempo, decide hablar.

—Pareces un tomate —Observa riendo.
—No molestes.

Luego de una hora exacta el vampiro me llama y pide la cuenta.

—Son 2,50 dólares.

Me entrega el dinero, se levanta y se va.

—Qué amargado —Le digo a Matt, quien me mira desde el otro lado del mostrador.
—No todas las personas son como tú, Rosie.
—A qué te refieres?
—No todos estamos todo el tiempo con una sonrisa, querida. Existe eso a lo que se le llama un "mal día" —Resaltó las últimas dos palabras.
—Hey, yo también tengo días malos, no todo es perfecto en mi vida. Solo que no necesito demostrarlo con los demás.

Odio que digan eso de mí. Todos creen que sonreír todo el tiempo es un síntoma de que estoy bien.

NO, no es verdad. No siempre estoy bien.

Todos tenemos días malos, nadie es perfecto, yo no lo soy. Solo que no me gusta que todo el mundo se de cuenta de que estoy mal, prefiero guardármelo para mí misma.

Al terminar mi turno en la cafetería me dirijo a mi apartamento, hoy no tengo clases.

Entro al metro ya que la cafetería no queda tan cerca que digamos, busco un lugar libre y me siento.

A mitad de camino me giro para ver a mi al rededor. Si, en verdad soy demasiado observadora, necesito ver todo lo que está cerca mío.

Me sorprendo al ver al chico antipático a mi lado, quien se asusta debido a mi expresión y al darse cuenta de que era yo hace una mueca de desagrado y vuelve su vista al frente.

Dije que soy muy observadora. Pero no mencioné que tengo la necesidad de decir todo lo que pienso.

—Hey, eres el chico del café aburrido.

Un completo silencio como respuesta es lo que recibo, así que decido proseguir con mi conversación con la pared viviente.

—Estás teniendo un mal día? Es por eso que eres tan antipático?

Me gustaría probar esa teoría de que no todos los que sonreímos estamos bien, y no todos los que no expresan emoción están mal.

—Qué?

Me sorprendo nuevamente al ver que el chico ha respondido, de mala gana, pero lo ha hecho. Y no a respondido exactamente a lo que pregunté, pero algo es algo.

—Que si estás teniendo un mal día.
—No.

Sonrío porque he comprobado que tenía razón.

—Por qué estás sonriendo?

Wow. Esto es un graaaan avance! Me está siguiendo la conversación. O tal vez solo quiere saber por qué la chica que lo atendió en la cafetería le está preguntando si tuvo un día malo y se está riendo de su respuesta.

—Por nada, cuál es tu nombre?

Decido seguir con la conversación. Quién sabe? Tal vez esté frente al amor de mi vida y aún no lo sepa! —sarcasmo—

—No es de tu incumbencia.

Cambio de planes, no tengo ganas de seguir una conversación con alguien que no quiere.

—Bien, no necesito saber tu nombre. No te veré nunca más en mi vida.

Me doy cuenta de que esta es la estación en la que tengo que bajar.

—Aquí me bajo, adiós! Buena charla. —En realidad fue la charla mas rara de mi vida, y él ni me ha dicho su nombre.

Me coloco mi uniforme y voy a atender las mesas que me tocan.

Suena la campana y lo veo entrar en la cafetería, justo como lo hizo ayer.

Con su rostro serio y sin expresar emociones, toma asiento.

El chico del café aburrido había decidido pasar por la cafetería otra vez.

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⏰ Última actualización: Mar 07, 2018 ⏰

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