Remembranza.

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-Hetalia ni Latín Hetalia me pertenecen-

Tan solo se sentía cuando Martín y Sebas no se encontraban cerca, era como si el silencio se invitara a bailar, no sólo un vals lento, sino, una polca jahe'o alrededor suyo, poniendo el ambiente más incomodo de lo que ya estaba.

Se encontraba en casa de Manuel, un amigo de infancia del Tincho, quien había prestado su techo para hacer una "merienda entre amigos", la cual fue propuesta por Sebas. Todo bien ahí, lo malo es que: "El alma de la fiesta" y el organizador de ésta, no llegaban.

    Realmente estaba incomodo.

Él sólo conocía a Julio, quien era un buen amigo suyo, se conocían desde chiquitos. Luego ligeramente a Miguel, el cual le había "quitado" a su Julio para chismear como señoras, pero ellos le decían hablar entre amigos sobre cosas pasadas.
Aunque había algo que lo molestaba, sólo un poquito, no, más que un poquito, algo así como: “medio y una guayaba”*.
Tal vez, esto se debía a que, Miguel, demasiado celaba a Julito. Bueno no lo culpaba, ellos estaban saliendo, pero  esa no es razón para andar mandando miradas  feroces –de mbarakaja* huraño– a todo el mundo.
Y más él, que sólo era amigo, un buen amigo de Julio, no tan íntimo como con Martín y Seba;  pero amigo como para sentarse a charlar y tomar tereré con él toda una tarde entera, sin cansarse.
Ya le había explicado esto –muchas veces– a Miguel, y aunque este le dio en todas las ocasiones un: “Bueno, te entiendo”, le seguía mirando mal. Y cada vez que pasaba esto, pensaba: “Kore, loco, no te voy nio a quitar a tu chika'i”*
Entonces como a este tipo no podía hacerle entender o no quería entender como eran las cosas… se alejo nomás. Ya no se iba más a juntar con Julito, así era mejor, en vez de hacer que peleen entre ellos por algo mínimo. Se alejo, aunque Julio a veces le preguntaba y reprochaba: “¿Por qué ya no le invitaba a su casa?” y que “se había olvidado de su amistad”.
Él sólo se callaba y una sonrisa mostraba, junto con un:— "Y no me da hina la ocasión"— .
Por ello estaba solo, sentado en una esquina de la parralera, la cual ni parrales tenía y eso la hacia un tanto sombría y aburrida.
También a todo esto se le sumaba que al otro lado, o básicamente, frente a él, se encontraba Luciano.
Aquel tipo de mirada penetrante y sonrisa casi siempre –o para él era así– falsa. Aquel que en algún momento pensó que era un amigo de confianza, pero que la rompió con su actitud y con sus palabras. Aquel que hizo que sus dos primos que tanto quiere, le rompieran en mil pedazos el corazón, así como la cara.
Jeje, no, dolió.

¿Cómo lo hizo?

Fácil...

Mentiras.

Y siempre odiaba recordar esto, pero lo hacia, automáticamente cuando veía a Luciano, lo hacia.
Martín, Sebas y él estaban en el equipo de futbol del barrio, llamado: «Los Criollos», era un equipo pequeño, no muy reconocido, puesto que recién se había creado, pero crecía cada vez más, gracias al esfuerzo de todos sus miembros.
Él casi no jugaba, él mas bien, era como la " Mamá guasú"* del grupo, siempre atento y cariñoso.
Cada vez que iban a enfrentarse  a otro equipo, preparaba junto con su mamá y tía: sopa, chipa, milanesa, croquetas, empanadas, sándwiches, no faltaba  el jugo de naranja fresco y el agua. Él, los quería a todos –más a sus primos, claro– y los trataba como familia. Todos también lo querían mucho a él, o eso pensaba, pues lo que paso después hizo que se diera cuenta de que la “confianza” y la palabra "amistad" eran tan frágiles, tan lejanas, tan extrañas, que vienen de distintas formas, colores y sabores.
Había terminado ya el encuentro, el equipo contrario ganó un "tres a uno", y no porque no se esforzaron o jugaron mal, sino, gracias a que “alguien empezó una pelea en el campo de juego”. O eso decía a cada rato Julio, refiriéndose a Martín y a Luciano, quienes se entraron a trompadas en pleno juego.
Manuel y Sebas los separaron, el juego termino ahí mismo, al minuto cinco del segundo tiempo, los dos primero goles contrarios se marcaron en el primer tiempo y el tercero al minuto dos del segundo, seguido por el único gol de «Los criollos» a los tres minutos.
La pelea se había iniciado, por un problema que sucedió en el descanso del primer tiempo.
Al ingresar al patio trasero de la casa de Ña* Nena, el cual era la zona de descanso ( ya que la cancha estaba detrás de su casa y como ella era tan buena, dejaba que los mita'i* descansen ahí), Dani ya tenia todo preparado para que sus compañeros picoteen un poquito los bocadillos que él había preparado. Todos llegaron un poco cansados y algo decepcionados por los  goles que les habían marcado, pero Dani con una sonrisa les decía que todo iba a estar bien, que todavía estaba el segundo tiempo, que comieran y se calmaran.

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⏰ Última actualización: Jul 25, 2018 ⏰

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