Desvanecida en mi cama,
presiono la almohada,
mis oídos se abren
al suave canto de las aves,
intento levantarme deprisa,
y alcanzar una última caricia.
Mientras el deseo se desvanece en la nada,
y las manos escriben,
los versos de un corazón desconsolado,
una lagrima lenta se asoma,
apenada de dolor y angustia,
recorre la mejía en busca de salida,
a este delirante infortunio.