Joven fugitivo

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El sol abrazaba con fuerza aquel lugar, era bastante normal para ser cerca del medio día, pero pocos eran los que se creían capaces de resistir tal asoste por parte del clima; los mercados aún así rebosaban y moviéndose entre estos un joven resaltaba un poco más allá de su inusual apariencia, llevaba consigo una bolsa de papel, su contenido era desconocido pero se hacía ver valioso.

Se movía con agilidad por los parajes del mercadillo y una vez creyó tener todo lo necesario tomo camino al destino del contenido de aquella bolsa, sonriente y satisfecho por su tarea sus pasos fueron dirigidos hasta una pequeña cabaña cerca del centro del pueblo, una mazorca adornaba la puerta y la mujer con fama de "hechicera" le recibía, no había mucho que decir pero si mucho que hacer, el olor de la olla envolvía la pequeña casa de madera de aquella mujer mientras en un discreto restaurante con aire acondicionado el sonido del teléfono interrumpía las pláticas de los presentes por solo un momento.

El joven castaño y de piel canela yacía medio recostado en una de las mesas, con una cerveza fría a su lado en espera de algo que aún no tenía del todo claro, su mal estar gracias al calor infundido por sus sentidos, mismos que le hacían preguntarse la razón por la cual estaba en ese lugar tan al norte de aquel gran país, el mesero le recordó aquello al entregarle una llamada, que en apariencia, era para él. Una voz conocida le dió lo que necesitaba haciéndolo enderezarse abruptamente mientras exclamaba su sorpresa ganando la atención de los presentes en cuanto la sopa de maíz yacía lista en la humilde cabaña.

El joven sonriente miró a la anciana frente a él, misma que a pesar de no decir nada se negaba a tocar el alimento que había obtenido de las calles suspirando pesadamente, él muchacho, de rubia cabellera y ojos color cielo, le miró extrañado, ¿Se había equivocado de nuevo en la preparación?.

-¿Qué sucede? ¿Lo he hecho mal de nuevo?- pregunto preocupado observando a la anciana quien se digno a tomar la cuchara al lado del plato para así dar un sorbo, después de eso suspiro de nueva cuenta dejando un mal sabor de boca al muchacho.

-¿Solo sopa?- él muchacho parpadeo un par de veces.

-¿Le gustaría también algo de pan?- la anciana lo pensó un poco antes de mirar al joven volviendo la mirada al plato.

-No estaría mal- la edad vuelve caprichosas a las personas.

-¡Esta bien!- exclamó sonriente el muchacho antes de ponerse de pie dejando casi intacto su plato para salir de la cabaña con destino al centro.

Armado con una baraja inglesa el joven se incó en la calle secundaria del centro de aquel pueblo, extendió la baraja sobre el piso y luego de un par de movimientos con las manos logro hacer algunos trucos con estas, no era mucho pero la habilidad que mostraba solía ser suficiente para que un artista callejero, como lo que planeaba hacerse pasar en ese momento, debería ser suficiente, era una lastima que al pedir su compensación solo recibiera un par de carcajadas antes de que la multitud se disipará, la suerte no estaba de su lado, aunque si probaba en otra calle las cosas tal vez podrían cambiar un poco, o de menos eso esperaba.

Suspiro pesadamente antes de hacer un movimiento más volviendo a su forma original aquella baraja que le había acompañado desde que la tomó sin ser visto hace unos días en un restaurante; guardaba aquel comulo de papel cuando el sonido del cuenco al recibir monedas le hizo levantar la mirada y dirigirla hacia este notando un par de monedas, tomo el cuenco entre sus manos contando discretamente las monedas para después alzar la mirada viendo a quien había puesto esas monedas allí, un joven de aspecto un poco mayor, de tez morena con un sombrero que cubría su rostro del sol.

-Fue una gran actuación- agrego el hombre, parecía tener intenciones de hablar, pero el joven rubio tenía otros planes y con aquel rostro en puchero miró al moreno luego de confirmar la cantidad en el cuenco.

-¿Solo esto? No puedo comprar pan- remilgó infantil el menor antes de volver la mirada al cuenco, el moreno se notó confundido antes de buscar entre sus bolsillos un comulo de monedas, mismas que mantuvo en su mano luego de arrojar un par más al cuenco del muchacho, una vez recibido las monedas miró la mano del moreno fijamente aún con medio puchero en el rostro.

-¡No puedo darte esto!- exclamó el moreno ante la mirada del rubio, este solo bufo antes de ponerse de pie, parecía tener lo necesario para comparar lo que deseaba, eso era suficiente por el momento; saco las monedas del cuenco antes de guardarlos en lugares separados y comenzar a caminar con dirección a la panadería cerca de la casa de aquella hechicera.

-¡Espera!- exclamó el moreno caminando detrás del rubio, el cual no tomo mayor importancia de lo que el otro decía.

-¡Que esperes pues!- exclamó de nuevo tomando está vez el hombro del rubio haciendo parar sus pasos y volteando su mirada al moreno.

-Eres Alfred ¿No?- el joven ladeó la cabeza mostrando una inocente sonrisa parpadeando un par de veces.

-No lo soy, se ha equivocado de persona- respondió sin más haciendo al moreno reunfuñar antes de buscar entre sus ropas una foto, un niño, de aparentes 12 años se mostraba en está, de cabellos color del sol y ojos color zafiro, sonreía con inocencia aunque la expresión,a pesar de demostrar alegría, se notaba algo vacía.

-Lo eres ¿No?- el muchacho se acercó colocando su mano derecha sobre su barbilla, frunció levemente en ceño antes de  observar un par de minutos aquella fotografía, pasados unos segundos se alejó y negando con la cabeza.

-Es bien parecido, pero no soy yo, se ha equivocado de persona- el moreno frunció el ceño torciemdo un poco la boca, eso era una clara mentira, aunque por las expresiones del otro no parecía serlo, el parecido entre ambos era innegable, solo el podría negarse a si mismo, era una lastima que no todos vieran lo que el rubio y negaran lo obvio.

-Las mentiras son malas señor- una nueva voz se unió al par, un hombre armado corto el camino que el joven rubio pretendía tomar hasta hace unos momentos, apuntaba sin vacilación al rubio mientras un individuo más hacia lo mismo a las espaldas del moreno.

-Tu cabeza tiene una recompensa... Parece que nos movimos tarde- comento el moreno al rubio antes de ver un tercer sujeto apuntar desde la seguridad del techo, tal vez como seguro de que tendrían al muchacho de una u otra manera, el rubio por su parte miraba la situación algo confundido, ¿Recompensa? ¿Habían llegado a ese extremo?.

Las armas le ponían algo nervioso, a decir verdad ese tipo de cosas le causaban una extraña sensación, una punzada en el pecho que le molestaba, un sentimiento que desconocía en extremo y una mala experiencia que no recordaba del todo, aunque antes de que los parajes de su memoria comenzarán a tratar de buscar una explicación a lo que fuese que provocaba ese sentimiento en su persona el moreno tomo la iniciativa, todo parecía indicar que no dejaría que la recompensa por su cabeza fuese fácilmente cobrada y con una sábana que cubría algunas cajas del negocio cercano de donde estaban cubrió la visión al sujeto que apuntaba desde el techo, un disparo al arma del que yacía apuntando detrás del rubio y una patada al que le ponía el cañón del arma en la espalda.

Sencillo, pero efectivo, había desarmado a sus atacantes y luego de eso, tomado su mano halandolo fuera del peligro, un par de cuadras yendo lo más rápido que sus pies pudiesen brindarle, de menos hasta que una mala vuelta los llevo a un callejón sin salida, sus perseguidores les habían perdido así que aquel pequeño error era un momento para que, de menos el moreno, recuperará el aliento.

-Ay virgencita... Dejo la Coca-Cola después de esto... Te lo juro...- exclamó mientras soltaba la mano del rubio recargandose de la pared intentando recobrar el alimento, el rubio por su lado observo la pared frente a ellos, misma que servía como soporte de algunos tendederos de las recidencias aledañas.

-Mi cabeza tiene una recompensa... ¿Es verdad?- pregunto con seriedad el rubio al moreno quien levantó un poco la mirada,su aliento había regresado por unos momentos.

-Si... Vendrán por ti- advirtió enderezandose recobrando la compostura.

-Ya veo...- respondió el rubio sin mirar al moreno antes de brincar saltando increíblemente alto, la pared frente a ellos significaba nada para el muchacho que ahora se perdía entre las calles sin darle oportunidad al moreno de seguirle el paso.

-¡Espera!... ¡Chingada madre!- exclamó controlando el impulso de arrojar su sombrero al piso como aquel programa antiguo de comedia.

Alfred parece un muchacho difícil.

El Cazador Del BrujoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora