Conticinio Capitulo 3

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Silencio Azul

Pour mon jemeau, Fran et Silvi

El nombre del rompecabezas lo describía a la perfección. Aunque costara encontrar todas las piezas, cada una estaba en su lugar. La larga gama de colores azules, profundos y fríos, mostraban mis sentimientos. Y lo había hecho, quizás pude haber esperado más tiempo. Quizás, no logré encontrar las palabras indicadas. Pero, ya se había concretado, le había dicho a mi mejor amigo, que me había enamorado de él. Quise encajar una pieza donde claramente no entraba. Por amor, necesidad o las tiernas e inocentes ansias de cuidar cual bebe y dar amor a alguien.

Él me dijo que no sentía lo mismo. El rompecabezas de mi mente a penas se comparaba a lo fragmentado de mi corazón. Uno por uno, trate de juntar y rearmar las piezas como pude. Mi amigo me ayudó, Se sentó alado mío, donde yo me había tirado a llorar y comenzó, despacio pero sin pausa, a recoger esas piezas acartonadas y azules. Mientras tanto, yo solo me acurruque en su regazo, sanador y cálido como el sol de la tarde, en silencio. Como tantas otras veces, él me dijo cosas para ponerme mejor y abrió su baúl de consejos para mí. Y yo, en silencio, un silencio azul.

Este silencio era tanto de entendimiento como de tristeza. Entendí que esa pieza no era de mi rompecabezas, lo acepte pero igual la tristeza me invadía, como la de no encontrar la última pieza en la caja al estar terminando el ritual demasiado humano de armar un rompecabezas y conocerse a uno mismo. Tristeza por todo lo que pudo haber sido. Entendimiento porque seguiríamos siendo amigos, pues nuestro amor, único y puro, ahora si era igual. El equilibrio en tantas tonalidades azulosas se había logrado con una pieza de la verdad.

Me di cuenta entonces, que era ese lago azul, con el cielo azul y la casa de madera azul que entre medio estaba, donde mi amigo estaba conmigo. No era un rompecabezas sin terminar. No, él era un gemelo, una cariñosa copia de mi corazón en otro cuerpo, que se había transformado en una singular y blanquecina lluvia de luces navideñas. Allí estaba conmigo, mientras yo bailaba al borde del vacío, entre todo ese azul, junto a hermosas, pequeñas y tiernas luces. Bailaba sin enredarme, ya que él era mi luz en la oscuridad. Eran las sogas para mis manos, sacándome del pozo que yo mismo cavaba todas las noches. El, no era un recuerdito doloroso guardado en un cofre dorado. Era la voz, dulce y suave, que me besaba y acariciaba, con el amor más puro que me había hecho sentir alguien, el pelo, las mejillas y, por último, mis orejas. Era la voz que callaba el silencio azul. El silencio azul, dejo de ser mi compañero nocturno y había pasado a ser solo una pieza insignificante de un rompecabezas que ya había terminado.


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⏰ Última actualización: Feb 09, 2018 ⏰

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