Dulce sueño

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El sentirme observada ya era algo muy normal y monótono para mí; pero en cierto punto no me desagrada en lo absoluto el sentir así.

Solo miro las olas del mar chocar contra las grandes piedras una y otra vez; no podía negar que me relajaba el sonido que hacían al estrellarse entre ellas. Me dejo caer sobre la fría y húmeda arena para poder contemplarlas mejor: recargué mi barbilla sobre mis rodillas, mirando el reflejo de la luna sobre la cristalina agua.

El silencio era mi única compañía en esa fría noche en donde trataba de no llorar, pero es inútil, una lágrima traicionera resbala por mi mejilla solo para ser la primera de muchas que secundaban a la primera, dejando en evidencia mi dolor.

—Feliz año nuevo —susurré para mí misma—, mamá y papá

Recargué mi frente sobre mis rodillas; permitiéndome llorar solo un poco más. Solo dejándome oír mis sollozos, las grandes olas chocar y a lo lejos unas fuertes pisadas que se escuchaban cada vez más cerca de mí. Haciendo que a los segundos pueda sentir como alguien se sienta a mi lado, incluso demasiado cerca de donde yo estaba.

—¿Cuál es tú historia? —preguntó una voz masculina.

—¿Qué?

Levanté mi rostro para mirar al chico que ahora está sentado a mi lado derecho. Su cabello blanco se mueve por culpa del frío viento y sus hermosos ojos azules me miran con cierta curiosidad, notando que aun cuando me miraba de esa manera: trataba de no sonreírme como una vieja amiga.

—He de suponer que tiene una historia el que estés aquí llorando tú sola.

Me quedo callada mirándolo con mi ceño fruncido, sin poder entender sus palabras.

—No estaba llorando —respondí cortante.

—¿Segura? —preguntó divertido—. ¿Y esa lágrima en tu mejilla?

Por reflejo, limpio mis mejillas rápidamente con mi muñeca. Provocando una risa de su parte, una risa que me había gustado tanto poder escucharla tan cerca de donde yo estaba.

—No te importa —agaché mi cabeza, utilizando mi cabello como cortina—. Ahora, sí me disculpas, quiero que por favor te vayas.

—Tranquila —dijo amable—. Solo quiero ser tu amigo

Volteo a mirarlo aún con esa gran y hermosa sonrisa de oreja a oreja, era como si estuviera feliz de hablar conmigo. Lo miro detenidamente: notando que su pantalón de vestir blanco no tenía una sola arruga en esa fina y al parecer costosa tela, su camiseta era de color blanco, llevando encima un blanquecino abrigo que parecía valer una fortuna por lo costoso y hermosos que era, haciéndolo lucir igual a un modelo o un actor de televisión, de esos que provocaba los suspiros de todas las mujeres.

«¡Era muy hermoso!»

—¿Por qué quieres ser mi amigo? —pregunté después de varios segundos—. Si no me conoces.

—Porque puedo ver que eres una chica muy sola —respondió encogiéndose de hombros—. Que necesita a alguien a su lado.

—No estoy sola —respondí a la defensiva.

—¿En serio? —preguntó aún con esa gran sonrisa—. ¿Entonces por qué estás aquí? —miró hacia su muñeca derecha, viendo el reloj que está sobre ella—. Porque en diez minutos ya es año nuevo y por lo que veo —desvió su mirada hacia los lados—. Creo que estás sola.

Me quedé callada al oír sus palabras. Me sentía tan pequeña y a la vez tan humillada en estos momentos; aprieto mis puños para evitar volver a llorar por la sensación de sentirme así por culpa de ese hermoso extraño que de alguna manera me hacía sentir protegida y cómoda a su lado.

Dulce SueñoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora