Prologo...

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El pueblo:

Era frio, húmedo y oscuro.

La casa:

Era triste, vacía, abandonada, deteriorada, vieja.

La tiendas de reliquias:

Era vieja, olorosa y fea.

No entendía por qué su hermana quería reabrir esa fea tienda en ese horrible pueblo. Pero al menos eso y la limpieza de la casa las mantenía ocupadas.

La abuela de Amanda les traía comida cada tarde, Elizabeth la rechazaba y ella la ingería sin problema.

El bosque:

Era como el pueblo, frio, húmedo, oscuro, tenebroso, lleno de niebla densa. Pero algo en el la llamaba, las ramas le atraían.

Quizás era el alto y sarcástico chico que entraba todas las tardes en la tienda por el que Elizabeth salivaba, siempre se adentraba en el bosque con un hombre alto y fornido a su espalda.

Ella quería ver el rostro del otro chico, quizás era tan feo y repugnante como se lo imaginaba.

Un día los siguió, su curiosidad siempre la metía en problemas, Eso decía Elizabeth.

Los perdió, y se perdió, estaba oscureciendo, y si no se apresuraba a encontrar el camino de vuelta, pasaría la noche en el frio bosque.

Y entonces los vio, esos ojos azul penetrante la miraban, y la intimidaban.

El, la llevo a casa. Y el, la dejo a salvo, no sin antes soltarle una advertencia.

-Quédate en el pueblo -Su voz era baja y dura, como hielo corriendo por la espalda - Lejos del bosque, niña.

El preludio: Luna ascendente #Wattys2019Donde viven las historias. Descúbrelo ahora