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Abril se estaba haciendo presente con sus bellas pero calurosas tardes que dejaban a uno con mucha rabia por cargar con un abrigo encima después de una fría mañana. Eran de esas estaciones que me hacían recordar lo inconstante que son las cosas. Puedes tener algo un momento y perderlo por completo al minuto siguiente. Tal como había pasado con mi pequeño Jungkook.
Ya habían pasado diez años desde que no lo veía y a pesar de que pareciera ser tiempo suficiente para olvidar a alguien la verdad es que nunca pude sacarme su sonrisa de la mente, en especial cuando intentaba salir con otras personas. Intenté tener una novia una vez, pero eso nunca funcionó. Me prometí a mi mismo nunca más volver a fijarme en un hombre después de todo lo ocurrido aquel día en que lastimaron a Jungkook por mi culpa. Y así fue, dejé de lado esas ideas absurdas de que el amor no tiene fronteras ni género, realmente una estupidez de mi parte teniendo en cuenta el mundo en que vivimos.
Mi pequeño príncipe fue arrancado de mis brazos, no pude ni siquiera hablar con él. Recuerdo que estaba muy perturbado y solo se escondía detrás de la falda de su madre mientras ésta nos gritaba a mi y a mi madre que ya nunca más veríamos sus rostros, no sin un abogado de por medio. Ese fue el fin de todo, incluso de mi vida.
Mamá sonreía y trataba de que ya no me sintiera tan mal pero sabía que en el fondo ella también estaba sufriendo. Sus compañeros de trabajo, los vecinos e incluso otras personas de la ciudad comenzaron a esparcir extraños rumores sobre lo sucedido. Me acusaron de haberme aprovechado de Jungkook para luego echarle la culpa a otros compañeros que quisieron defenderlo. No pude contradecirlos, mi mamá fue marginada por todos y yo pasé a ser el chico problemático. Me expulsaron de la escuela sin razones aparente, alegando que no podían con todas los pedidos de los padres de que me echaran de la institución. A mamá le dieron un descanso debido a que de un día para el otro comenzó a sentirse mal y cada vez peor.
Me insertaron en otra escuela, una más alejada de aquella zona donde ya nadie me quería. Mi abuela me llevó a vivir con ella ya que parecía que era más cómodo y seguro para mi. Mamá me llamaba todas las mañanas antes de ir a la escuela, luego me llamaba una vez a la semana. Con el pasar de los meses mamá dejó de llamarme y solo se limitaba a enviar una carta con escasas palabras para mi cumpleaños o algún día especial. Mi abuela me amaba demasiado, quizás hasta más que mi propia madre, y era tanto su amor que me trataba como un cristal que podía romperse en cualquier momento.
Y tanto fue su amor que decidió cambiarme de nombre para evitar que tuvieses problemas en la secundaria.

Yo estaba en la flor de mi juventud cuando la desgracia llamó a mi puerta; diría que fue el destino, pero aquello se asemejaba más a una tragedia griega que a un llamado del cosmos.
Como todo joven de diecisiete años, yo solo quería pasarla bien con mis amigos, tener una buena vida llena de lujos y diversión con todas las chicas lindas que pudiese tener a mi disposición. Y aunque en el fondo siempre sentí esa sensación de vacío, no puedo negar que ser uno más del montón me hacía feliz, tenía una vida nueva llena de amigos y compañeros geniales que me adoraban por mi frescura y buena onda. Durante aquellos mis últimos años de primaria lo único que deseaba día y noche era encajar con los demás, ser uno más, sin diferencias, sin problemas que causarle a mi mamá. Lo logré con éxito durante la secundaria, y ahora que sólo me faltaba un año para graduarme y poder al fin ir en busca de mi madre nada impediría que obtenga las mejores calificaciones y recomendaciones de los profesores. Ese era mi boleto de escape de aquella ciudad que tanto dolor me había causado, por fin después de dieciocho largos años podría irme de aquel lugar junto a mi madre. O eso pensé.

El despertador sonó más estruendoso que de costumbre. Los ojos de Jimin no querían abrirse, sentían el peso de todo un fin de semana de fiestas y diversión nocturna con sus incontables amigos. Más allá de eso, fue obligado a ponerse en pie debido a los insistentes gritos de su abuela quien ya se iba a su trabajo.

Después de terminar de desayunar volvió a subir para preparar sus cosas, debía tener listo su uniforme, su ropa extra y sus útiles escolares. Era su último año en el Instituto, ya pronto tendría que comenzar a preocuparse por cosas menos divertidas como qué carrera elegiría para cursar la universidad, a qué ciudad iría o qué tipo de departamento tendría que buscar para vivir. Definitivamente un montón de cosas que le aterraban pero que eran inevitables para una persona de su edad.

GOLPÉAME HYUNG ☆ Kookmin Donde viven las historias. Descúbrelo ahora