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La lluvia sobre su piel lo tranquilizaba y la luna daba una vista hermosa y gratificante al cielo. Cantando una melodía un tanto infantil, tomó sus cuchillas cubiertas con sangre, encaminándose a su casa bajo la lluvia dando pequeños saltitos sonriendo de oreja a oreja como un niño que acaba de recibir lo pedido en navidad, solo que esta sonrisa era dedicada a sus pequeñas manitas, las cuales estaban manchadas por un espeso líquido rojo. Antes de ir a su casa, se dirigió a un callejón abandonado. Al llegar, fue despojándose de toda su ropa cubierta de sangre, para seguidamente sacar una nueva de repuesto que traía su pequeña mochila. Al terminar de colocársela, tiró la ropa ensangrentada en un basurero y saco unos pañuelos para limpiarse sus manitas y cara, haciendo un tierno puchero al ver como esta desaparecía de sus manitas para finalmente dirigirse a su hogar. Al llegar, tocó la puerta un par de veces siendo recibida por una mujer de aproximadamente 30 años.

- ¡Hola hijo!¿Por qué demoraste tanto? ¡Mira tú ropa! -dijo con voz un preocupada tomando del brazo al niño mandándolo a cambiarse de ropa sin olvidar acercándose a el para dejar un casto beso lleno de amor en la frente del menor-. Se que te gusta la lluvia, ¡Pero mírate! Sube y al volver me cuentas que tal te fue en la plaza con tus amiguitos. -El pequeño sonrió tiernamente a su madre mostrando sus dientes y achinando sus ojitos, subiendo por las escaleras a su habitación tarareando otra vez una de sus canciones favoritas infantiles. Al llegar a su cuarto se colocó el pijama como su madre lo había pedido echándose en su cama a descansar... Mirando el techo de su cuarto recordaba los cortes que había hecho al tonto vecino que tenía, sonriendo de oreja a oreja recordando la cara de este y la hemorragia que no cesaba en su abdomen debido a las cuchillas que la pequeña había enterrado un sinfín de veces

A la corta edad de 12 años, Jimin sufría una extraña obsesión a la sangre. En vez de querer jugar con videojuegos y al futbol, gustaba matar animales sin compasión alguna. Como gatos que encontraba en callejones. Cazándolos y tajándoles el estómago deleitándose al ver la sangre en la piel de sus manitas, jugando con ella como si aquello fuera lo mejor del mundo. Además de matar animales había matado cerca de 7 niños ingenuos que salían solos de casa y a un adulto de aproximadamente 70 años. De manera siniestra los guiaba a un sector abandonado cautivándolos con su ternura, donde sin previo aviso enterraba sus cuchillas rasgando y cortando un sinfín de veces la piel de sus víctimas, mientras más sangre más divertido sería

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En otro lado de la cuidad

El lugar era agobiante y no lo soportaba. Se encontraba sentado en una silla frente a un psiquiatra quien no dejaba de mirarlo y eso le incomodaba. Sus piernas tiritaban al igual que sus manos desgastadas y tenia un tic en el ojo derecho. Todo sumado a las repetidas voces que escuchaba diciéndole que estrangulara a la persona que tanto lo observaba despectivamente.

-Joven, necesito saber que siente en este momento o si no puedo ayudarlo. -Suspiro mirando luego el techo de su oficina como pidiendo piedad a su dios, sin recibir ninguna respuesta del menor-. Tengo entendido que intento matar a su vecino hace unos días tratando de degollar su cabeza. ¿Es verdad eso? – Asintió-. ¿Puede explicarme por qué? – Lo ultimo lo dijo con algo de miedo en sus palabras sin comprender como un pequeño podía cometer algo semejante-. Mis voces se callan al hacerles caso, ellas decían que mi vecino era una persona mala y debía matarlo -Respondió como si lo sucedido fuera de poca importancia dirigiendo su mirada al reloj calculando cuanto faltaba para al fin largarse del lugar-. ¿Sus voces le están transmitiendo cosas en este momento? -Asintió-. ¿Qué le piden? -Esta vez en el rostro del pequeño se dibujo una sonrisa picara mirando de manera burlesca a su contrario-. Me dicen que lo estrangule en este momento. – Saco la lengua al mayor-. ¿Debería escucharlas doctor? -Respondió tensando rápidamente el ambiente. Al dar aquella respuesta su psiquiatra no dijo nada más, anotó un par de cosas en su agenda para luego indicarle al menor que ya se podía retirar.

A los 8 años de vida, a jongguk le habían diagnosticado de esquizofrenia, tras haber querido cocinar a su gato en el microondas porque según él, voces de gente muy importante del estado se lo pedía. Escuchaba repetitivas voces en su cabeza todos los días que le hablaban sobre que estaban preparando algo importante para el en el futuro, si es que hacia lo que ellas pedían. Ya ahora a los 17 años de edad, no le interesaba recibir algún premio o algo por el estilo. Lo único que imploraba todos los días era que las voces se callaran, hacia caso a estas de vez en cuando, logrando que estas se calmaran un poco y lo dejaran en paz un tiempo. Su apariencia era la de un chico rebelde. Traía una chaqueta negra y pantalones algo desteñidos del mismo color. Sus zapatillas tampoco eran de lo más estético y su cabello tapaba un poco su ojo izquierdo. En cada oreja había 3 aros además del que tenia en su labio superior de color azul. En su hombro derecho se podía observar un águila con las alas cortadas y una pistola apuntando a su cabeza, encerrado en una jaula.

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Hola.. este es mi primer fanfic y espero que les guste :') de tanto leer cosas sádicas a una se le ocurren también asi que bueh... Las actualizaciones talves sean más lentas que la fdghfutyjgf pero ñeñeññeññe el inf shamas :/ creo que traumare a quien lea esta wea.

nos vemos~

-amcbg

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⏰ Última actualización: May 14, 2018 ⏰

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