Extraños en el Autobús Parte I

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-¿Que piensas cuando subes al autobús y ves el 70 porciento de los asientos ocupados?- Ella me miró, su rostro se puso en modo pensativo, como suele pasar cada vez que le hago una pregunta.

-Mmmm, buena pregunta, jamás me he puesto a pensar en eso- contestó después de pensarlo al menos un minuto- Creo que mi mente comienza a hacerse a la idea de que pasaremos el resto del viaje de pie.

-¿Pero por qué?- volví a preguntar-, el otro 30 porciento de los asientos esta libre, podrías elegir uno e ir sentada.

-¿Son asientos individuales?

-Uno si, pero el resto son dobles.

-Entonces probablemente tomaría el individual.

-Y si tomaras el autobús al salir del trabajo, luego de un largo día llenando góndolas del supermercado, y estuvieras con los pies cansados y las bolsas de mercadería en la mano, y no hubiera ningún asiento individual, ¿Compartirías el asiento con un completo extraño?- Ella estaba acostumbrada a esa clase de interrogatorios, de hecho, solemos hacerlo a menudo, sólo por diversión.

-Eso cambia la cosa. Tu sabes que el trabajo en el supermercado me deja realmente agotada y no soportaría un viaje de 40 minutos de pie y con la mercadería en las manos. Posiblemente si tomaría asiento.

-Dime si piensas como yo: La diferencia de si compartimos el asiento con un completo extraño o no, depende absolutamente de nosotros. Y solemos escoger los asientos individuales o ir de pie solamente por temor o indiferencia del que podría sentarse a mi lado.

-Bueno, ya te he dicho que no tiendo a pensar en todas estas cosas, pero creo que si. O por el temor de quién sea esa persona-. Ella caminaba por el patio, recogiendo pequeñas florcitas de en medio de la hierba. Intentaba distraerme. El día estaba hermoso, soplaba una brisa delicada y su cabello pelirrojo se arremolinaba en torno a su cara, parecía estar con la mente en otra cosa.

-Si yo hubiera tenido ese temor la vez que conocí a Liam, probablemente hoy no estaría casada-. Se paró en seco, a medio camino de pararse, y me miró con aquellos ojos suyos color miel como platos.

-Punto número 1. -comenzó, poniéndose derecha y levantando el índice derecho- Yo jamás me vi casada a los 20 como tú. Punto número 2, ¿Estas diciéndome que tal vez aún no conocí al amor de mi vida por ser una antisocial argel?

-Ay Malena, tu sabes que jamás dirían algo así- contesté de inmediato. Ella siempre remarcaba el hecho de que yo me había casado muy joven, y que no había disfrutado de la vida como soltera lo suficiente. No quería que tomara a mal mi razonamiento- Solo creo que vivimos prejuzgando a todo aquel que nos rodea, limitándonos y evitando conocer personas que podrían ser geniales-. En ese momento se sentó a mi lado y comenzó a repiquetear los dedos sobre la mesa de vidrio.

Se quedó en silencio un tiempo que me pareció demasiado largo, sin contar el hecho de que aquel repiqueteo estaba dejándome loca. Definitivamente estaba pensando en algo más.

-Ya Malena, déjalo- le dije, poniendo mis manos sobre las de ella en un intento desesperado por callar ese ruido insoportable.

-Es que no lo entiendo-, estalló- lleva ese bendito anillo todo el tiempo, pero no ha dejado de coquetear conmigo desde que nos conocimos.

Ahí estaba ese "algo más". Ella tiene esa particularidad, comienza con otro tema como si nada, dejando para más tarde el que llevábamos más de una hora tratando, para luego retomarlo de la misma forma, de pronto y sin aviso. De hecho, el tema del anillo lo habíamos comenzado hacia una semana más o menos, y puesto en pausa hace dos días. Realmente le preocupaba enterarse de algo que pudiera lastimarla, pero ya descubriríamos la verdad.

-Tranquilízate, recuerda que no siempre todo es lo que parece.

Lo que la gente suele pensarWhere stories live. Discover now