Capítulo 1: El día que empezó a llover sangre

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Mis padres me han dicho que siempre he sido una niña especial y por eso las personas me envidian. Los niños del colegio no se acercan a mi desde el día en que maté a la mascota de la clase. Les expliqué que el señor conejo me susurró un día al oído "necesito descansar en paz" y  yo era la única en quien confiaba para darle el descanso eterno. 

"Profesora, Calantha se ha arrancado las uñas", "Lo siento, no puedes jugar con nosotros, eres muy extraña", "Mejor ve a casa con tu osito de peluche, dices que son mejores amigos ¿Por qué no le dices que te ayude a dejar de estar loca?". Grandes ofensas iban creciendo con el tiempo,  no pude vivir mis etapas con comodidad. Papá trabaja en un hospital psiquiátrico y mamá sigue tomando sus pastillas para no golpearme. Me resultaba difícil convivir con mi familia, en las celebraciones prefería estar sentada a lado de mamá sin soltar su mano que estar jugando con mis primos a lado del árbol de navidad y estar adivinando quien era el dueño del regalo.  Mis padres peleaban seguido debido a mi comportamiento, una noche escuché a papá explicandóle a mamá: Éstas pastillas son fuertes pero la ayudarán a calmarse. ¿Pastillas? ¿Por qué querrían darme algo así? ¿Serán como las de mamá cuando se enfurece mucho? Empecé a tomarlas al día siguiente, mamá me advirtió que eran muy necesarias, que me ayudarían a curarme y tener una vida normal. Yo no quería una vida normal, era feliz conmigo misma, no necesitaba de nadie, mi oso de peluche era suficiente para mi. 

Fui mejorando con el tiempo, empecé a socializar, había entrado a la secundaria y mi vida marchaba a la perfección. Iba a fiestas de cumpleaños, me reunía con mis amigas para dormir en sus casas, salía con mis padres a pasear y en las reuniones familiares podía hablar con cualquiera de lo que sea. Nunca creí que mi felicidad acabaría tan rápido.

Caí. 

Un 22 de Octubre, a la edad de 15 años, conocí a Jenny. Eramos inseparables, el agrado de la compañía que nos ofrecíamos era mutuo. El mundo que estaba ante mis ojos cambió totalmente, ahora se trataba de tomar alcohol a escondidas de nuestros padres, dar tu primer beso y llevarlo a algo más, faltar a la escuela para verte con el chico que siempre te han prohibido estar, definitivamente yo no encajaba aquí. Jenny me impulsaba a ser su mano derecha en sus travesuras, formaba parte de sus mentiras y escapadas. En su cumpleaños conocí al amor de mi vida, mamá nunca me habló de como era sentirse atraído por alguien. Su estatura era promedio, cabello totalmente negro con cejas pobladas, sus ojos eran rasgados con un color oscuro que hacían juego con su ropa. "Me enamoré". Jenny notó mi interés hacía Tim, se ofreció a presentármelo y el resto dependía de mi.

Pudimos romper el hielo, terminamos intercambiando nuestros números de celular y ponernos de acuerdo para salir. Estaba perdida, no sabía a lo que me enfrentaba. Tim y yo nos enamoramos y Jenny también había conseguido a alguien. ¿Es esto a lo que le llaman felicidad?Mi familia, mi mejor amiga, mi novio...¿Qué más podía pedir si ya lo tenía todo?.

Mis problemas mentales habían desaparecido. Papá logró hacer un buen trabajo conmigo, mamá y yo salíamos de compras y me ayudaba a elegir el mejor vestido para mi cumpleaños. Llamaba a Tim una y otra vez porque quería verlo antes de ir a cenar con mis padres, al menos para tener un momento íntimo, estaba decidida en entregarle mi virgnidad. 

15 llamadas perdidas registradas en el teléfono de Tim. 30 mensajes que no fueron leídos. ¿Qué estaba pasando? Esto para mi es una tortura, siendo el día de mi cumpleaños ni siquiera recibí su felicitación. Llamé a Jenny y le expliqué todo, me dijo que no me preocupara ya que los chicos solían ser muy tontos, me dio 2 opciones: estaba demasiado ocupado o preparaba una sorpresa para mi. ¿Una sorpresa? Me costaba trabajo creerle pero preferí tomar esa opción.Mi cabeza daba vueltas, quería saber que es lo que Tim me daría, aún faltaba mucho para la cena y mis padres estaban fuera así que mejor salí a caminar para despejarme un rato. Frente a mis ojos estaba el mejor atardecer, me hubiera gustado poder compartirlo con Jenny, mis padres o Tim. Hace 10 años era una niña que no tenía futuro por delante, mis pastillas eran mi oxígeno para sobrevivir, el llanto de mi madre se escuchaba mañana, tarde y noche pero por fin logre escapar de ese infierno. 

No me di cuenta y mi paseo  se volvió largo, estaba por la calle donde vivía Tim, la idea de ir a visitarlo me estaba ganando y así fue como salí corriendo hacía su puerta. Corrí lo más rápido que pude cuando de repente ya tenía su timbre a 3 cm de mi, a punto de hacerlo sonar otro pensamiento apareció repentinamente: trepar hasta su cuarto y sorprenderlo. No le veía ningún problema, sus padres no estaban y eso significaba que teníamos la casa para nosotros dos. Fui a su patio trasero para escalar el árbol que daba hacia su ventana, no comprendo de donde saque tantas fuerzas para impulsarme y ser veloz, supongo que era la ansiedad de verlo. 

"Espera Tim, me duele"

Esa voz...la conozco.

"Tim, espera..."

Esa maldita voz.  Intente hacer el menos ruido posible para ver quien estaba en la habitación de Tim. Identificaba perfectamente la suavidad y pronunciación de las palabras de esa persona pero no quería reconocerlo. Me daba miedo levantar mi mirada para confirmar que aquella imagen era mi persona más querida en el mundo con alguien más.

"Alessandra, no tiene mucho que lo hicimos y ahora me dices que te duele".

¿Madre?

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⏰ Last updated: Feb 14, 2018 ⏰

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Querida CalanthaWhere stories live. Discover now