¿Has visto que hoy no ríe?

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–Su sonrisa cambia, a veces parece más pronunciada. Otros días no es más que una línea recta. A veces parece un gesto lleno de amargura.

Los hombres encargados de cuidar el retrato de la Gioconda en el museo de Louvre se alternaban entre mirarse y observar la obra que alumbraban con una lámpara.

–Hoy parece más grande, como si estuviera feliz. ¿Lo ves?

Durante días. Tanto como les era posible habían medido esa línea en particular que se dibujaba sobre el lienzo. Finalmente habían concluido que era cierto. La pintura cambiaba y este cambio era periódico pero no seguía un patrón fijo, o al menos ninguno que hubieran descubierto. Pero solo eran dos veladores con una teoría absurda. Demasiado absurda para ser tomada en cuenta.

Además el cambio era apenas perceptible, solo comprobable para esas personas que llevaban observando casi 4 meses, noche tras noche, la obra de da Vinci.

–Pero André, todos dicen que da Vinci pintó a la mona lisa para que la sonrisa desapareciera al mirarla directamente. Es un efecto visual.

<<Jerome>> El velador más escéptico fue interrumpido por su compañero que se acercó aún más al cuadro. Por un momento miró a las cámaras de seguridad, asegurándose de estar en el punto ciego de la cámara.

–Me importa un carajo esas explicaciones. He probado todo lo que he leído, me he parado a la misma distancia, en la misma hora, en la misma noche del mismo comienzo lunar y las sonrisas son diferentes. Incluso tomé fotos.

Su compañero abrió los ojos como platos, está estrictamente prohibido tomarle fotografías a las pinturas y entre todas ellas a la Gioconda. Para no dañarlas. Aunque su compañero sugería que había otro motivo.

De la parte trasera de su pantalón aquel hombre sacó un par de imágenes. Mientras hablaba con la precisión de un médico profesional.

–Misma luz, misma distancia, misma cámara. Todo igual. La sonrisa cambia. También lo hacen los ojos.

–¿Le has dicho a alguien?– preguntó André –.No, aun me parece demasiado absurdo, no se lo he comentado a nadie ¿y tú?.

– Yo sí, ayer por la mañana le comenté al director, no lo sé, pero creo que de ser cierto podríamos obtener un buen dinero por un descubrimiento así.

Los veladores guardaron sus lámparas y avanzaron para continuar su recorrido de rutina.

–Le dije que solo yo lo había notado, para evitar problemas por las fotos que te mostré, pero si resulta ser cierto puedo darte crédito en esto, ¿Qué te parece Jerome?– Déjalo así, el descubrimiento en realidad fue tuyo–

André platicó toda la noche de sus sueños de ascenso, quizá una plaza como encargado de arte en el museo, o escribir un libro. Jerome lo escuchó y animó toda la noche. Era como un pequeño obteniendo una nota máxima en la escuela.

–Jerome, Creo que este es el comienzo de algo bueno.

Y lo pudo haber sido. Probablemente todos sus sueños se hubieran cumplido de no ser por lo fatídico de su muerte un par de días después.

El día de su muerte André dejó su humilde vehículo en el estacionamiento de su trabajo y caminó a pie los 12 kilómetros que lo separaban de su casa. En el camino una banda de ladrones lo asaltó y terminaron con su vida con un par de disparos. Esa fue la versión oficial.

A pesar de ciertas incongruencias nadie cuestionó aquella versión.

Una semana después Jerome fue llamado a la oficina del director.

–Dime Jerome, creemos que André vendía falsificaciones, al parecer había tomado fotografías de distintas obras importantes. ¿Notaste alguna actitud extraña?– Señor, André siempre fue extraño, fuera de su actitud habitual no vi nada.

El director le miró fijamente, Jerome sintió su cuerpo caliente pero intentó actuar con naturalidad.

–Fuera de eso. ¿Te dijo algo extraño? Estamos buscando si tenía alguna conexión con cómplices, si te estamos preguntando esto es porque creemos perfectamente en tu inocencia ¿Hablaba sobre las obras?– No señor, nada que no fuera esa costumbre de hablar como un guía del museo, hablaba mucho pero nada extraño– Está bien, siga trabajando tan bien como hasta ahora.

Algún lugar de Europa por los años 1500

Sentado sobre un banco de madera Francesco Bartolomeo de Giocondo deja caer gruesas gotas de sangre en un bote de un renombrado da Vinci. Cada par de meses cuando al pintor se le agota su <<Pintura>> Francesco vuelve para entregar más sangre. Últimamente las extracciones han sido más y más frecuentes y Francesco se siente cada vez más débil. Aquel hombre, que además de ser pintor tiene una larga lista de credenciales (Anatomista, botánico, etc.) tiene la teoría de que la sangre mantiene el alma del cuerpo, y de cierta manera es posible replicarla. Después de varios cuadros de ensayo y error, esta parece ser la apoteosis de sus obras.

Francesco se limpia el sudor con su mano libre y se dedica a ver como su esposa permanece frente al pintor con mirada impávida. Los 3 presentes se ven cansados. Pero por fortuna el cuadro está por ser terminado. Solo falta detallar las 2 partes más importantes (y complejas) de un retrato.

La mirada.

Y la sonrisa.

Retos de MisterioWhere stories live. Discover now