Aristokles quería ir corriendo a empujones al campamento. La impaciencia y la curiosidad lo invadían por completo. Sin embargo, Anaxímenes, que tenía un carácter más paciente, avanzaba sin prisa y sin presiones. Aristokles no quería dejar atrás a su amigo y decidió ir a su ritmo.
Finalmente, todos entran al campamento. Una muralla de piedra rodeaba el lugar. El suelo era de tierra y se erigía sobre él un complejo con varias casas de piedra para los soldados y un campo de entrenamiento grandísimo con espacio de sobra para todas las tropas que entrenaban en él. Se podía observar a los soldados usando todos los tipos de magia... La magia Pyr, con la que se emitían abrasadoras llamas; la magia Hydor, que se usaba para formar grandes cantidades de agua; la magia Leukós, con la que se podía manipular la luz y crear ilusiones ópticas; la magia Érebos, que tenía el efecto contrario y manipulaba la oscuridad y las sombras; la magia telekinética, que permitía mover objetos sin tocarlos; la magia Élektron, con la que se generaban descargas eléctricas; la magia Nous, usada para comunicarse por telepatía; la magia Geos, con la que se podía deformar la tierra; y la magia Anemoi, con la que era posible manipular el viento. El dominio de la magia de aquellos soldados era superior al de cualquier soldado de otra parte del mundo. El ejército espartano no era muy grande, pero si era el mejor preparado. Y aquellos que entrenaban allí ni siquiera eran los mejores. Los soldados con más talento de Esparta eran los Hippei, los 600 guerreros seleccionados por los dos reyes de la polis para formar parte de sus dos ejércitos personales, con 300 combatientes cada uno. Llegar a ser un Hippei era el sueño de casi todos los habitantes de la polis.
Pero eso todavía parecía estar muy lejos de aquellos novatos que acababan de entrar por primera vez al campamento, con el temor en el cuerpo de no estar a la altura de los demás. Y mientras observaban con admiración a los soldados que entrenaban, hizo acto de presencia ante ellos un grupo de veteranos del ejército.
—¡Novatos! -Gritó uno de ellos, y una vez conseguida la atención de todos los novicios, les siguió hablando utilizando magia Nous. —Van a ser reagrupados. Cuando uno de los magistrados diga su nombre es que deben ir con él.
Y al decir eso, el nerviosismo inundó el ambiente. Todos llevaban años en los mismos grupos, motivo por el que la mayoría de ellos temían el hecho de ser reagrupados. Entre ellos, Anaxímenes y Aristokles, que habían forjado una grandísima amistad durante los trece años anteriores.
Había 11 magistrados, contando al que les había hablado, y un total de 66 jóvenes soldados que iban a ser divididos en 11 grupos de 6 personas. Más de uno, y de hecho, más de la mitad de los novicios quedaron impresionados por el gran alcance de la magia Nous de aquel magistrado que se había dirigido a ellos. Los magistrados eran soldados veteranos muy poderosos pero que no habían logrado alcanzar el rango de Hippei y a los que cada año se les asignaba un grupo de soldados de veinte años para guiarlos y formarlos.
Empezó entonces el curtido guerrero a decir los nombres de los que debían ser sus aprendices. Ni Anaxímenes ni Aristokles fueron mencionados. Empezó a hablar usando la magía Nous con la misma destreza que el anterior otro avezado militar.
—Anaxímenes.- Dijo. El muchacho mencionado dirigió a Aristokles una mirada de despedida y se alejó de él para ir junto al magistrado, que continuó hablando. El siguiente mencionado fue Aniketos, un joven bastante alto y fuerte que se acercó al magistrado, dirigiéndole a Anaxímenes una mirada de lo más altiva. Sus facciones, a pesar de ser duras, eran bellas, pero tenía una cicatriz junto al ojo izquierdo que hizo que Anaxímenes se sintiera bastante intimidado. Y, para sorpresa de Anaxímenes, la siguiente persona a la que llamó el magistrado fue Aristokles. Una sonrisa se dibujó en las caras de ambos, seguida de una mirada de complicidad mientras Aristokles se acercaba a su nuevo grupo. El nombre posterior fue el de Artemidoros, un chico alto, enjuto y bastante pálido que se unió al grupo evitando las miradas de sus compañeros. El magistrado llamó después a Athenais, una chica bastante atractiva. Mientras ella caminaba hacia los que iban a ser sus camaradas, Aristokles le hizo una radiografía con la mirada al cuerpo de la joven, bronceado y de proporciones perfectas. Anaxímenes, no sin echar un vistazo a su figura atlética y atractiva, se centró un poco más en su rostro, fino y bellamente faccionado. Sus ojos se encontraron, provocando un incómodo rubor en Anaxímenes. Y la última persona en acudir fue Charis, una chica bajita, delgada, bastante más corriente que Athenais, con el pelo rizado y la nariz larga.
El magistrado y sus seis aprendices esperaron a que todo el mundo fuese agrupado. Después, los grupos se esparcieron por el gran campamento militar, dejando espacio para otros 66 soldados nuevos a los que iban a reagrupar también.
—Me llamo Kosmas, y durante vuestro primer año en el ejército espartano seré vuestro mentor. Necesito comprobar qué nivel tenéis, así que os someteré a unas pruebas individuales.- Dicho eso, el magistrado dirigió su mirada a Anaxímenes. —Tú, te llamabas Anaxímenes, ¿no?
—Sí. -Respondió el chico.
—¿Qué magias sabes usar?
—Principalmente, magia telekinética y magia Érebos, pero también controlo un poco la magia Hydor y la magia Geos.
—Vale... ¿Ves esas rocas de ahí? Usa la magia telekinética y levanta la más grande que puedas levantar.
Anaxímenes se concentró y consiguió levantar la tercera roca más grande que había, que debía de pesar alrededor de 75 kilogramos.
—No está nada mal...- Dijo el veterano, con un amago de sonrisa en el rostro.Después lo llevó a una caverna y encendió unas antorchas que colgaban en las paredes para iluminar la estancia. Esa era la prueba de la magia Érebos, que Anaxímenes debía utilizar para dejar la cueva en la más absoluta penumbra con una ilusión de sombras. La sala excavada en las rocas debía ser de unos 50 metros cuadrados de extensión. Anaxímenes consiguió oscurecer el lugar entero y pasó la prueba perfectamente.
Una vez estuvieron de nuevo en el exterior de la cueva, Kosmas le pidió que le enseñara cómo usaba la magia Hydor y la magia Geos. Con una podía disparar agua con algo de presión y con la otra apenas era capaz de lanzar algo de arena, lo cual le sacó una carcajada al veterano que lo examinaba.
Le dijo que se retirase y llamó a Aniketos para examinarlo. El muchacho fuerte y engreído solo era capaz de usar la magia Anemoi, lo cual hizo que Aristokles se riera para sus adentros, pero se le quitaron las ganas de reírse de un plumazo cuando vio que usaba esa magia con tanto poder que era capaz de formar un torbellino de viento. Kosmas aplaudió y llamó a Aristokles, cuya especialidad era la magia Leukós y fue capaz de iluminar la caverna que Anaxímenes había oscurecido anteriormente y de formar algunas ilusiones ópticas basadas en el color, pero además también usaba con algo de destreza la magia Pyr, que le permitía crear llamas que se extendían a unos metros de distancia de él, la magia Nous, con la que podía comunicarse con hasta 5 personas de cerca y con 1 persona a un máximo de unos 75 metros y la magia Geos, que usaba mejor que Anaxímenes y le permitía formar rocas de unos 10 kilogramos de peso.
Seguidamente, llamó a Artemidoros, que se especializaba en magia telekinética y consiguió mover la segunda roca más grande, de unos 150 kilogramos, mientras Anaxímenes lo miraba con algo de admiración y Kosmas lo felicitaba. Usó también la magia Anemoi, con la que apenas despeinó al magistrado con una racha de viento, y la magia Hydor, que usaba con la misma efectividad que Anaxímenes.
Le llegó el turno a Athenais, cuya habilidad no tenía nada que envidiarle a su belleza. Usaba con gran habilidad la magia Leukós, con la que creó ilusiones de gran escala, la magia Hydor, con la que disparaba agua con mucha potencia y si quería podía hasta congelarla al contacto, y la magia Élektron, con la que podía propinar descargas eléctricas solo con tocar a alguien y podía manipular el magnetismo de objetos metálicos.
Y por último le tocó a Charis, que sorprendió un poco por la cantidad de magias que usaba y la manera en que dominaba la magia Geos, con la que podía hacer estructuras de tierra bastante grandes y hasta crear herramientas metálicas. Usaba también la magia Leukós y la magia Nous con la misma destreza que Aristokles, la magia Élektron tan bien como lo hacía Athenais y la magia Hydor sin demasiada fuerza pero con decencia.
Una vez que Kosmas ya había comprobado el nivel de su grupo, con el que además había quedado gratamente satisfecho, les hizo una visita guiada por todo el campamento. No había nada que no esperaran... Un gran campo de entrenamiento con el que se podían entrenar todos los tipos de magia y una residencia militar formada por edificios hechos integramente de piedra, alineados y con habitaciones grupales en su interior.
Al finalizar la visita, los llevó a otro gran edificio petreo donde comían todas las tropas llegado el mediodía. Por primera vez desde que empezaron su adiestramiento, pudieron comer algo elaborado para ellos, y después llegó la hora de empezar con el entrenamiento.
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Magilatyo: La batalla de los 300 magos
FantasyLa segunda guerra médica se acerca en un mundo en el que el ser humano domina la magia. Anaxímenes y sus compañeros se enfrentarán junto a otros casi 300 soldados al ejército persa de Jerjes. ¿Podrán los espartanos vencer con su gran dominio de la m...