Parte única

2.1K 234 78
                                    

La frialdad de las gotas humedecían las prendas de aquellos que osaban salir a dar un paseo por la inactiva ciudad, o para llegar a un lugar en específico.

Las nubes densas que ocultaban la calurosa luz del sol, lloraban a cántaros sobre la población formando pequeños ríos a la orilla de las calles, y pantanos en los jardines de las casas, el parque y el cementerio.

Todos caminaban a paso rápido para llegar a su destino, evitando lo más que podían los grandes charcos de agua que se acumulaban en lugares bajos y ligeramente profundos. Otros disfrutaban de un a pasible paseo en la cerámica bajo la protección de los coloridos paraguas que la mayoría portaba. En cambio, un adorable peli negro de tez ligeramente bronceada y mirada dorada, saltaba de charco en charco -ya sea grande o pequeño- sin importar cuan mojado quedara. Amaba salpicar el agua de lluvia y observar como las hermosas gotas brillantes del suelo se mezclaban con las lágrimas que las nubes dejaban caer sin miramiento alguno. Saltaba de lápida en lápida, corriendo en ocasiones por el pasto inundado en lluvia o por el resbaloso pavimento que causaba el rebote cómico del agua. Ahora dirán, ¿quién diablos se mete a un cementerio en pleno torrencial, sin preocuparse ni un poquito de pescar un resfriado?, ese quien era Gon Freec's, el cual precisamente parecía más perdido en rebotar sobre un abundante cúmulo de agua en el camino que hace un buen rato seguía.

Y no perdamos el pequeño detalle que él era un ser demasiado escurridizo y curioso. Queriendo aprender de todo, ya sea bueno o malo.

De repente, en medio de su distraído juego, choca contra una dura y ancha espalda negra. Gon se ve aturdido por unos momentos, hasta que depara en la enorme y bien musculada figura frente suyo. El hombre no pareció notarlo, ya que ni siquiera se dignó a mirarlo o siquiera reñirle por su falta de atención. Nada, el hombre de cabello anaranjado y facciones masculinamente hermosas no le prestó ni la más mínima atención, tanto así como si él fuera un mero fantasma sin importancia alguna. Gon abultó sus labios en un adorable puchero de enojo, acción que no fue tomado en cuenta por el pelirrojo, que parecía más concentrado en observar con melancolía la lápida frente suyo que al niño de mirada dorada a su derecha. Entonces, Gon cayó en cuenta de algo: El atractivo hombre no traía paraguas, y no parecía importarle mucho el mojar su brillante cabello bajo la lluvia, o el de ignorar el frío abrumador de la temporada junto a esas heladas brisas que bajaban de lo alto de las montañas sólo para molestar a los débiles mortales. No, no parecía interesarle. Sólo se mantenía allí, de pie, observando con fascinación la lápida cubierta de hermosas rosas y flores de distintas tonalidades y formas. En verdad que la persona que yacía debajo de ese montón de tierra y pasto, soñando eternamente en su pulcro féretro, era bastante apreciada por aquel hombre de mirada apagada y duros rasgos. Jamás había visto tal belleza, -a opinión de Gon-. Era muy atractivo, ha de admitirlo.

- Señor -murmuró Gon, tocando con delicadeza el hombro ajeno. - ¡Señor! -habló un poco más fuerte, pero ni caso, el joven no se giró.

- ¿No lleva paraguas?, se puede enfermar -afirmó. - Debería irse o podría pescar un resfriado -advirtió. - ¡Señor! -gritó con impaciencia, sacudiendo el fuerte hombro, no consiguiendo moverlo.

Su excusa. Era muy rígido para sus flacuchos dedos de mantequilla y brazos de niña. En cierto modo, lo parecía, aunque no era su intención, así era su estructura por naturaleza, y si no fuera porque tenía un pene y un ligero tono masculino en su voz, cualquiera pensaría que es una adorable niña de pecho plano. Gon suspiro ante su pensamiento ridículamente expuesto. Eso era muy raro, ¿y lo mejor?, no volver a repetirlo.

- Amor -dijo el hombre en un ronco susurro quebrado, acercándose un paso más a la lápida completamente desbordada en arreglos florales. Dejó junto a las flores de la lápida un perfecto ramo de rosas rojas. - Amor mío, he vuelto.

Gon quedó impresionado, la persona que yacía muerta allí, ¿era la amante de ese sujeto? Auch, eso debía doler un montón.

Y el corazón de Gon bombeo por la pena de la situación. Que difícil era perder a un ser querido, especialmente si este compartió más que abrazos y palabras de estimo. Acarició el hombro del pobre hombre, queriendo transmitirle inútilmente su pesar y consolación. El hombre repentinamente cayó de rodillas.

- ¡Vuelve, por favor, vuelve! -sollozó, agarrando su rostro en un vano intento de aguantar las lágrimas.

Al hombre de anaranjado cabello no le importo que sus pantalones se empaparan incómodamente por las aguas acumuladas en el pavimento o que las gotas que caían sin saciedad desde el cielo hicieran más miserable el aspecto de aquel hombre sufrido, como si adorarán subir más el grado de pena de aquel desdichado amante que se encontraba enamorado hasta los huesos de esa persona muerta bajo tierra.

- Vuelve -murmuró. - Necesito abrazarte, besarte, amarte como siempre lo has merecido, mi amor. No te alejes ahora que todo resultaba tan perfecto -se acercó de rodillas a la lápida, y con una sonrisa de amor casi enfermiza tocó la fría superficie del cemento, haciendo creer que los dulces toques eran hechos a su amante. - Por fin tenía tu custodia, al fin lograría tocarte sin las malditas intervenciones de tu estúpida madre. Al fin te podría hacer mío -lloró con dolor, agarrando una de las rosas blancas, apretando su tallo espinado hasta sacar unas ligeras líneas de sangre carmesí. - Vuelve, mi hermoso fruto prohibido, ¿qué soy yo sin ti, mi vida? Nada más que un patético hombre que se enamoró de su sobrino, de su querido pariente. No soy nada más que basura si tú no estás a mi lado.

Gon, por extraño que parezca, sintió una fuerte punzada en su pecho, casi como sintiendo el dolor de ese hombre desconocido. ¿Por qué su pecho palpitaba en sufrimiento por aquellas dulces y agónicas palabras que ni siquiera eran para él?

- Mi dulce -acarició casi con dolor la rosa blanca pintada de un hermoso color carmín. - Mi dulce y amado Gon, ¿puedes volver por mí, tu querido tío Hisoka?, ¿puedes? -consultó a la piedra inamovible, pareciendo desesperado por una respuesta de la roca. Pero claro, jamás conseguiría una respuesta de aquel pedazo de cemento.

Gon se sorprendió por escuchar de los labios -color lila- su nombre, notando rápidamente el tono desesperado en su voz. Rogándole por volver a la vida de los mortales. Casi cree en sus palabras. Casi cree que él era el protagonista del sufrido desconocido, pero no, aquello era ridículo. En primer lugar, él jamás había visto a ese hombre, y en segunda, él estaba vivo, así que todo aquello que había imaginado no eran más que tontas ilusiones. Nada era real. Todo era una maldita ilusión de su mente confusa. Así que, decidido a dejar toda esa experiencia atrás, Gon se fue caminando en otro sendero, queriendo evitar lo más pronto posible a aquel hombre destrozado. Se marchó, he Hisoka siguió llorando por su amante que había fallecido en un accidente automovilístico, cinco semanas después de ser diagnosticado de Amnesia global*.

Gon murió atropellado, diagnosticado de Amnesia global cinco semanas antes del accidente.

Y él, lo había olvidado.









*Amnesia global: Es la pérdida total de la memoria. Puede deberse a un mecanismo de defensa, el cual ocurre después de un evento traumático. El desorden de estrés post-traumático puede acarrear el regreso espontáneo de recuerdos traumáticos no deseados.

Gracias por leer.

- Ail333.






Rain ||HisoGon||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora