Agoney

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"No me acostumbro a perder, pero juego por placer..."
La estrofa no salía de la cabeza de Agoney. Por mucho que intentara cantar otros temas, siempre terminaba tarareando la canción de la gala anterior. Se había repetidomentalmente que aquello había sido tan solo un tema más, una interpretacióndiferente con un compañero. Y sin embargo, la palabra amigo quedaba tan cortacuando pensaba ahora en Raoul...


− ¿Agoney, me prestas las pinzas?


La tierna voz de Nerea alcanzó al chico de piel morena desprevenido.


− ¿Perdona? Ah, sí... Las pinzas... − Dijo sacándolas de un estuche en el que estaba rebuscando nada en concreto hasta ese momento. − Toma cariño.


Dedicó una sonrisa a su amiga y salió del baño para dirigirse a desayunar con los demás chicos, sabiendo que esta lo seguía con la mirada, preocupada. Sabía lo que ella sentía y, sin embargo, ambos tenían claro que nunca iba a poder corresponder esos sentimientos.
A él, simplemente, no le interesaba de ese modo y, aunque a veces le divertía jugar con ella, esperaba no hacerle daño. Con estos pensamientos aún rodando por la cabeza notó una caricia en la espalda y alcanzó a levantar la vista al frente para fijarse en esa nuca dorada que lo acababa de adelantar por el pasillo. Sonrió casi sin querer y salió al comedor donde los demás ya estaban empezando a comer.


Mientras comía en silencio escuchaba las conversaciones de la gente de su alrededor y puso especial atención en una concretamente.
La dulce Amaia hablaba con su colega Miriam.


− ... Claro, por eso os dije que no el otro día, pero he pensado que si os apetece podemos reorganizar las camas de forma que no molestemos a las tareas de las limpiadoras.


− Buah, súper, Amaia. Pero... ¿a vosotros no os molestaríamos?


Las mejillas de la chica se volvieron rosadas y exclamó "ay...". Alfred, al otro lado de la mesa, se rió por lo bajini y comentó que mientras hubiese espacio entre las camas juntadas y la suya, a él no le importaba. "Jo, Alfred... qué horror..." volvió a quejarse la pamplonesa. Se sabía que dormían juntos pero, por pudor, a la joven no le gustaba que los espectadores y más concretamente su familia, lo supiesen.
Nerea llegó por fin a la mesa y abrazó a Miriam por detrás, dejando caer su coleta rubia a un lado. Cuando su amiguísima le dio la noticia se emocionó tanto que todos los presentes bromearon con que parecía que le hubiese tocado la lotería.


− ¿Has escuchado eso Agoney? Podremos dormir todos juntos. ¿No es genial?

Y con su careta más feliz puesta soltó un "¡Claro! Así podremos hacer travesuras, ¡GRRR!" levantando a su vez las manitas imitando a un tigre, lo que hizo que la pequeña empezara a reírse exageradamente. Cuando volvió la cabeza a su derecha se dio cuenta de que Raoul lo miraba con una media sonrisa en la cara. Cuando le aguantó la mirada, por un momento le pareció que su colega se mordía el labio.
Eso fue suficiente para cerrarle el estómago del todo.


La mañana pasó tranquila entre ensayos individuales y clases de interpretación.Con la comida y el ensayo grupal parecía que ese nudo en la garganta pasaba a otro mundo y Ago pensó que por fin se relajaría con la clase de yoga de esa tarde.
Sin embargo, le esperaba una sorpresa de las que no se sabe si reír o llorar.

La tensión que soportaban.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora