Por un mundo comenzaré a llorar y dejaré las huellas de mis aliados en sus espaldas, con mi más sincero dolor les vengaré. No obtendré mi paz infinita nunca más.
Lágrimas de mis muñecas caerán, un sin fin de gotas de un líquido rojo, espeso. Delicioso, a los ojos de los codiciosos vampiros que buscan chupar cada fibra de mi ser hasta dejarme inerte, vacía, sin vida.
El ardiente sol quemará todo lo que a su paso esté, no habrá nada en este mundo que se interponga en ese sol tan maldito, y el suelo tan débil y sombrío.
Tendré que luchar en esta parte, tendré que morir un sin fin de veces. Con tal que me aceptes, querida madre.
Ojalá y te des cuenta del daño que estás haciendo a las miles de vidas que perdí, que me estás matando. Me muero, duele, me quema.
Nunca seré feliz, simplemente pasas de mi. Nunca tomarás en cuenta lo que yo sienta.
Lo siento, olvidé que simplemente no valgo nada. Que mis sentimientos plasmados en una hoja de papel son simples caprichos de una adolescente en desarrollo, que solo hago berrinches y así se crían todos los niños.
¿Recuerdas ese día tan soleado? Ese en el que discutimos sobre que ya no me quieres, no me prestas atención, que para ti con un celular con batería llena soy feliz, que tu con un macho preso que te mantenga eres feliz. Yo si recuerdo ese día, no fue como todas nuestras discusiones.
Recuerdo ese día en particular, ese fue el día que tiraste al piso todos mis dibujos y me llamaste caos total y desordenada, los tiraste de mi cama. El único lugar en el que sé luchar y ser fuerte, los tiraste de aquel lugar en el que puedo llorar en paz sin la necesidad de algún golpe, en el cual hablo con las personas que sí me aman y me saben valorar.
Lo sé, sé que no valgo nada. Pero esas personas logran ver un alma en pena dentro de una chica malhumorada con un simple cuaderno y un estúpido lápiz.
Lloraré como nadie nunca antes lloró, y lo tonto será que lloraré por ti madre, lo tonto no es que sea una estúpida que no sabe valorar lo que le dan.
Tan solo valoraría un poco más que me preguntes "¿Cómo te fue?" "¿Estás bien?" "¿Quieres hablar?" Nada más.
Pero claro, como no valgo nada simplemente me sentaré en la esquina de mi cama a llorar.
Soy estúpida, no valgo nada, soy un estorbo. No puedo hacer nada bien.
Simpmemente, me fundiré entre el sol y el suelo, recostarme y derretirme del dolor que siento dentro de mis entrañas. Ese dolor tan agrio, como cuando tu propia madre te rechaza.
Esa que juró que estaría a tu lado y naturalmente te protege de cualquier mal en el cual tu solo te hayas metido.
No todas las madres son ángeles, suelen ser usurpadoras de almas que piensan que pueden moldearte a su favor.