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El oscuro cielo pintado de azul solo hace que se ponga más triste. Su ánimo decae con el tic-tac, que en la vacía casa, se escucha como un cruel eco, el recuerdo de que el tiempo fluye como un río caudaloso, y que con él se la lleva a ella.
Tiene veinticinco, pero puede jurar haber visto una cana en su cabello y arrugas en su rostro, y la pone triste, porque el paso del tiempo solo le recuerda que su vida está vacía y es aburrida. Que pronto la hora no tendrá piedad y se la llevaría, sola, sin que nadie la llore.
¿Por qué tenía que ser así?
Antes no se hubiese preocupado nunca por el paso del tiempo. Antes ella solo seguía la corriente y hacía lo mismo que los demás, sin preocuparse por nada más que llegar a los dieciocho y sentirse libre y volar de la jaula de plata que sus padres habían hecho para ella, donde se sentía un pajarito lleno de suerte, rodeado de amor y protección pero oprimido.
Pronto el tiempo llegó y con él se llevó su inocencia, ella conocía el mundo real ahora. En la universidad vivía de fiesta en fiesta y estudiando con la resaca encima.
Logró su cometido, ahora era maestra, lo que siempre había soñado ser cuando creciera, trabajaba con niños y no podía quejarse de la vida que llevaba, pero maldición, si no se sentía tan vacía y aburrida, tan gris, ella pensaría que solo es un sueño.
Sumergió la cuchara en el cuenco con cereales con pesar y se lo llevó a la boca, quejándose con un gemido del sabor dulce y la textura acartonada de lo que masticaba, cansándose de su banal rutina, cansada de ser tan perezosa como para llegar a casa y no hacer una cena con toda la buena letra.
Pero ¿Para qué molestarse en preparar un festín? Al fin y al cabo estaría sola, en ese pequeño lugar que para ella lucía inmenso y silencioso. Estaría sola y no compartiría una fabulosa cena con nadie más que Copito, su caniche. Y él no se detendría a apreciar la decoración puesta con dedicación sobre el guiso, ni le alabaría su comida.
En ese silencio, silencio aunque el comentarista en la televisión no dejaba de hablar pavadas que no le interesaban, en ese silencio encontró la verdad de su desdicha: estaba sola, irremediablemente sola.
Esta soledad se sentía como un agujero negro, tan absorbente y peligroso, decidió. Solo hacía cada día más triste para ella.
Claro que tenía la compañía de su juguetón copito, pero era diferente. Ella quería una compañía que no fuera su can. Alguien a quien esperar para las comidas, con quien hablar de cualquier tema, desde política y el clima hasta los aspectos más íntimos. Alguien que la cobijara en sus brazos en los días de lluvia frente al televisor mientras veían una película de las viejas, alguien con quien experimentar en la cocina y reír con los recuerdos después.
Alguien que durmiera a su lado todas las noches y que en sus brazos, la mantuviera segura de lo que ocurriera en la oscuridad del mundo exterior. Sumidos en una burbuja color rosa, en la que solo ellos podían existir.
Pronto, mientras cambiaba de canal en el televisor buscando nada en específico, decidió que no era bueno pensar en ello. Que no tenía sentido revolverse en esa oscura sombra sobre su vida, y sin nada bueno que mirar en la televisión, se preparó para el día que venía mañana, con la esperanza de que la nube negra sobre su cabeza, esa que le cargaba de tristeza desaparezca.
Después de todo, en su trabajo ella tenía que estar sonriente y dispuesta a reír con los niños.
Mostrarles las cosas más simples y ayudarles a comprender las más complejas se había convertido en su único objetivo en la vida. Ella los tenía por casi un año con ella, y durante ese tiempo se proponía hacerlos mejores chicos, ayudarles a crecer.
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Serendipia {EN CURSO}
RomanceAdeline Harman está cansada de su banal existencia a pesar de que tiene todo lo que siempre quiso. Siguió el consejo de sus amigas solo por sentirse viva y audaz por una noche. Una maravillosa e inolvidable noche en la que quedó embarazada. De nad...