Él

41 5 3
                                    


La persona a la que más he querido tiene tantos claroscuros que ni siquiera sé qué imagen me evoca, los trazos se salen del cuadro hasta donde no puedo apreciarlos.

Tiene las manos más perfectas que he visto, y aún puedo traerlas a mi memoria con inusitado realismo.

Podría reconocer su voz y su risa en cualquier lugar, sin importar la cantidad de ruido a nuestro alrededor. Yo orbitaba en torno a él como un satélite a su planeta.

Con esa capacidad enervante de cambiar su aspecto en su totalidad y, sin haber llegado aún a reconocerle, hacer que vuelva a sufrir reiteradamente una punzada de amor en el pecho, como acribillada por las flechas de Eros.

Hace años que nadie me hace sentir algo así, ni parecido, ni, en fin, sentir en absoluto.

FragmentosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora