Prólogo

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Prólogo

17 de enero del 2015

Debo decir que los treinta y nueve grados de calor queman como el infierno. Es verano y desearía estar en un lugar más cómodo y refrescante como el río, las piscinas de la misma municipalidad o simplemente, estar viajando ahora mismo al primer destino que tenía en mente desde mitad de año con la persona quién se supone que es mi pareja.

Pero no, estoy recargado en el mesón que separa la cocina del comedor viendo el cómo mi polola o novia (como me gusta llamarla más formalmente) está sirviendo vasos de bebida con mínimo cuatro cubetas de hielo.

— Tengo todo listo para que volvamos a Pucón la próxima semana. — Al terminar de servir los vasos, guarda la botella que queda de bebida en el refrigerador y avanza hasta a mí para darme un piquito. — Bueno, mi mamá quiere que sean solo dos días, pero igual...

— No vamos a ir a Pucón. — Le interrumpo de forma brusca.

Sé que hay formas más sutiles de decir algo importante, más calmado y lo principal, es encontrar el momento indicado antes de soltar una bomba como la que pretendo soltar en estos momentos. Lamentablemente, soy de esas personas que dicen las cosas más delicadas e importantes en el momento menos oportuno.

Sinceramente, no sé cómo un ser tan ahueonao como yo, tiene una relación sólida y estable.

— No compré los pasajes para ir allá. — La sonrisa de a poco va desapareciendo en ella y sus brazos se cruzan entre sí, adoptando la postura de darme atención— Compré uno, pero ese es para ir a Concepción.

— ¿Por qué vamos a ir a Conce? — Ella me está mirando, pero yo no puedo verla del todo. — ¿Maxi?

— Vas a ir sola. — Suspiro hondo y hago una cuenta regresiva mental antes de verla fijamente a los ojos. — Ya esta listo lo de tu beca, aún puedes ir a tomarla, pero para eso tení que viajar la otra semana.

— No, nosotros no tenemos esos planes. — Lo ha captado, es fácil de deducirlo porque su expresión cambió totalmente. — A ver, esto ya lo decidí, mi mamá lo dejó claro y no... — Conozco esa mirada, está enojada, pero a la vez asustada. — ¿Qué hiciste?

Hace un mes atrás nos dieron los resultados de la prueba PSU. Ella sacó 710 puntos, un puntaje bastante considerable para poder postular y ganar fácilmente becas como las que ofrece la UdeC (Universidad de Concepción). El problema es que Verónica Di Girolamo, su mamá, no quiere que ella se vaya a Concepción a estudiar. Quiere que se quede aquí en Los Ángeles para estar cerca de ella, que estudie contabilidad y así sea la nueva contadora de la Notaría Di Girolamo, que está instalada en una de las zonas más cuicas de la ciudad.

Un futuro bastante deplorable para una joven de dieciocho años que es realmente inteligente y tiene todas las posibilidades para independizarse, estudiar en una de sus ciudades favoritas o lo que sea que se proponga.

Pero ella renunció a eso.

Le explico que hablé con su madrina y su papá, que su puntaje en la PSU fue suficiente para una beca de gratuidad y no por cobardía, su mamá y una relación que no sabemos hasta donde llegará la hará posponer uno de sus sueños: El ir a estudiar donde ella quiere.

Sé que sueno frío, pero no le veo futuro el que ella siga aquí en una ciudad que solo cierra sus oportunidades. Es lo mejor para ella.

— ¿Estás terminando conmigo?

Quiero decirle algo cursi como: "Te estoy dejando ir por tu bien". Pero las palabras no salen como quiero.

En tres años de relación no se me pasó la idea de terminar con ella, realmente, tres años se me hizo poco. Pero quién sabe, esta relación puede terminar incluso mañana por cualquier motivo. Lo que quiero decir es que no, no voy a ser el maricón quién la retenga, no voy a ser el idiota por quién posponga lo que ella quiere (tal vez no seré la única razón por la que renuncie a estudiar donde ella quiera, pero sé que influyo bastante), no quiero estar con ella sabiendo que está desperdiciando grandes oportunidades de éxito personal.

Yo Aquí Estoy BienWhere stories live. Discover now