—Levanta.— Oí la voz de mi madre y me levanté enseguida. Sabía que no volvería a llamarme. Ayer ni siquiera me dirigió la palabra para decirme que la cena estaba lista.
No le contesté nada. Yo también estaba enfadada por lo del niñero. Paso de que nadie me controle, igual soy un poco irresponsable e inmadura, pero estudio y tengo un trabajo a tiempo parcial como camarera en el sausages delicious. Y, sí, el bar se llama salchichas deliciosas, pero en realidad son de ese tipo de comida rápida que está muy buena si desconoces sus ingredientes. Lamentablemente yo sí que conozco los ingredientes y no sé vosotros pero a mí no me va mucho la carne de caballo y cerdo juntas.
Me duché y me vestí con una camiseta de flecos tipo country, unos pantalones cortos vaqueros y unas sandalias de piel marrones.
Bajé a desayunar y mi madre ya se había ido. Eran las siete de la mañana. Yo salía a las siete y diez, pero mi madre salía a las siete y media.
Supuse que se fue a trabajar antes, para evitar el incómodo silencio mientras desayunábamos y se lo agradecí internamente.
Cuando acabé de desayunar ya eran y cuarto. No sé cómo lo hago, pero por muy pronto que me despierte, mi naturaleza es llegar tarde.
Recogí todo y me colgué mi mochila en un hombro saliendo de casa y cerrándola con la llave que más tarde guardé en mi mochila.
Caminé hasta la universidad a paso un poco rápido, pero antes de llegar un coche aparcó por donde yo pasaba.
—¿Te llevo, guapa?— Dijo el conductor una vez bajada la ventanilla y se puso las gafas de sol en la cabeza para mirarme a los ojos.
—Sí.— Me subí al coche y le saludé con dos besos.
Era Marcus, mi segundo mejor amigo. Miré a los asientos de atrás y vi a Elena, mi mejor amiga, aunque yo la llamo Lena.
Estuvimos hablando hasta que Marcus aparcó en el parking de la universidad y bajamos.
Como siempre, éramos el centro de atención. Siempre hemos sido muy populares.
Me giré al notar que alguien me miraba muy fijamente y vi a un chico bastante mono. Le guiñé un ojo al chico, que era rubio, y él desvió la mirada avergonzado.
Giré de nuevo mi mirada y ésta vez me encontré con James.
—Chicos, nos vemos a segunda hora.— Me despedí de Marcus y Lena, que, por cierto, eran novios e iban siempre de la mano como los pijos empalagosos que son.
—¿Vas a hacer pellas?— Me preguntó Lena.
—No, sólo tengo algo que hacer.— Dije guiñándoles un ojo a ambos.
—¿Qué vas a hacer ahora?— Mi mejor amiga me conocía mejor que nadie. —Sé que no podré hacerte cambiar de idea, pero, por favor, no te metas en muchos problemas, ¿sí?— Me rogó Lena.
—Sólo los que sean necesarios.— Esa era siempre mi respuesta cuando Lena me decía "no te metas en muchos problemas", que, creerme, me lo dice como cuatro veces al día y parece mi segunda madre.
Lena y Marcus se fueron y yo me dirigí hacia James, que se encontraba hablando con tres amigos suyos.
Él era popular, pero siquiera llegaba a rozarme los talones.
—Hola.— James me habló nervioso. Sabía lo que se le venía encima. No me conocía mucho, pero lo suficiente como para saber que yo jamás me quedo callada.
—¿Podemos hablar a solas o saldrás corriendo?— Pregunté burlescamente, pero no sonreía, me mantenía neutral.
Sus amigos, si se pueden considerar como tales, se rieron. Eso ni son amigos ni son nada. Yo no me reiría si se estuvieran burlando de Lena o Marcus, los defendería.
James bajó la mirada asintiendo débilmente. No se atrevía a contestarme nada, pues yo acabaría ganando.
Nos alejamos de sus amigos y empezó él a hablar.