-Esta calma me esta matando. Este sube y baja estéril, inservible, inútil, y esta brisa que apenas me acaricia, me irritan. Es moverse sin moverse, arriba y abajo, desplazamiento cero. ¿Cuantos días hace que estoy así, varada en el medio de la nada?
- Debo hallar alguna costa habitada, para poder ser encontrada y entregar el grito desesperado que llevo en mi vientre, ese pedazo de esperanza de esos náufragos, confinados a una cárcel con barrotes de agua.
- Solo aquellas nubes que están al oeste, ¿ves? Si, aquellas que apenas asoman en el horizonte. Solo aquellas nubes me tienen entretenida, esperando ver como se mueven, si vienen en esta dirección, o si se marchan a otro lado, si avanzan lento o a buena velocidad. Si tienen el potencial de una buena tormenta, con un fuerte viento, huracanado si fuera posible. Que me saque de esta abulia y me acerque más a mi destino deseado.
- Me preocupan esas personas varadas en ese mosaico de tierra, que no les brinda lo necesario para sobrevivir por mucho tiempo. La última vez que los vi, cuando me arrojaron al mar, al hombre mayor se lo veía pálido, algo encogido en sí mismo, con movimientos lentos, y la desesperanza dibujada en su rostro. Quién sabe si aun estará vivo.
- Lo único bueno de estar tan sola en el medio del océano es saber que algo ya me he alejado de la isla. Los primeros días fueron de mucha calma, poco viento y oleaje suave. Tuve que soportar el asedio de las gaviotas que me veían como un bicho raro flotando en el agua. La mayoría probaba una vez, y al darse cuenta que era un pedazo de vidrio, no retornaban, pero había uno, algo corto de vista tal vez, o de memoria, no sé, que venía todas las mañanas y me asestaba un picotazo. En realidad, creo que no me molestaba su presencia, solo que me recordaba que todavía no había podido alejarme lo suficiente de la isla, y eso me deprimía. Una se vuelve bipolar en estas situaciones. No cuenta con brazos ni pies para impulsarse, y solo queda soñar con la llegada de una buena tormenta. Al menos esas nubes del oeste se están acercando a buen ritmo. Tal vez sea un buen presagio.
- Soñar. ¿Quién no ha soñado alguna vez? Recuerdo cuando estaba en la destilería, viajando con las demás botellas por esa cinta, todo impecable, y te llenan con ese liquido caro, te visten con una etiqueta dorada con letras caligrafiadas, una tapa de categoría, un sombrero que parece una corona. Luego llegas al mercado, te acomodan junto a otras botellas hermosas y finas, te quitan el polvo, te vuelven a acomodar. Llegan los clientes y cuando te ven se les dibuja una sonrisa, te toman con cuidado y admiración, y luego te devuelven a tu lugar. Hasta que uno te elige y te lleva con el. Un momento sublime. No puedo explicar lo que se siente. Ya en su casa, te colocan en un lugar a la vista, te muestran a sus amigos y a sus invitados. Sos parte del orgullo de tu dueño. Imagíname a mí, que ocupe el camarote del capitán de un barco. Pero después, cuando se acaba el licor que llevaba dentro, caes en la conclusión que lo único que les importaba era ese liquido fino, y pasas a ser un descarte. Tu nuevo espacio a ocupar: un tarro de basura, una bolsa de desechos diferenciados, el costado de una acera, un rincón sucio y apartado en una isla desierta. O con suerte, podes ser una botella retornable. No sé si con tanta suerte. Un esclavo, donde también importa solo el contenido, que generalmente es de bastante peor calidad. Consumen tu interior, durante un tiempo te arrumban en algún rincón sucio, a la intemperie, al igual que fueras un descarte, hasta te llevan as supermercado para cambiarte por otra botella llena. Luego te llevan a la fábrica, te lavan con químicos que te liman la piel, te agarran del cuello y te llenan nuevamente de algún jarabe azucarado asqueroso. Y vuelve el ciclo a comenzar. Una vida denigrante.
- Aunque hay algunas excepciones, pocas pero las hay. Lo mejor que te puede pasar es que te den una segunda oportunidad donde valoren tu presencia. Que te den un uso digno, como un recipiente para colocar flores frescas, o para hacer algún elemento decorativo para el hogar. La mejor de todas, es caer en manos de una señora mayor que elabore licores o bebidas artesanales. Casi puedo verlo, eligiéndote de entre varias botellas, sonriendo por haber acertado con la decisión. Estoy segura que esas personas alcanzan a ver tu alma, tu esencia. Luego, aseándote con delicadeza sin esos productos nocivos, para culminar colmando tu interior con su obra maestra. Y como broche de oro, vestir sobre tu cuello con una etiqueta modesta pero llena de belleza que diga, en letras de abuela, la palabra "Lemonchelo", o "Licor de Frambuesas". No hay mejor vista que la observar un estar vintage desde lo alto de un estante antiguo. Las fotos viejas, el reloj de pared, los muebles de estilo. Es estar en paz con el universo.
- Y hay, aunque se da en contadas ocasiones, situaciones heroicas, como es mi caso. La responsabilidad de salvar vidas, de cambiar el curso de los acontecimientos, de ser famoso. Siempre está el riesgo de ser arrojado contra unas rocas en una costa inerte y terminar hecha añicos al igual que mis ilusiones, pero vale la pena correr el riesgo.
- Sueño con una tormenta gigante, que me lleve de un solo envión a un continente. Me veo trepada a la cresta de una ola gigante, y al llegar a la costa, descender suavemente sobre la arena, y ser arrastrada por la espuma del mar a los pies de un hombre que me toma con sus manos, extrae el mensaje y acude a la policía, a la marina o a lo que sea, se suben a un barco o a un avión, van y rescatan a esas pobres almas desesperadas. Retornan con sus familias. Hay abrazos, sonrisas, llantos por de emoción por el reencuentro y de dolor por los que no volvieron. Fotos, cámaras de televisión, madres, hijos, novias, esposas, amigos, periodistas, políticos oportunistas, curiosos. Luego me toca a mí y al papel garabateado que llevo dentro. Fotos, videos, y ríos de tinta contando nuestra hazaña. Un tiempo más tarde se crea un espacio que reúne elementos que recuerdan la tragedia del barco hundido y se exhiben los retazos rescatados de ese evento. Retratos de los fallecidos, de los sobrevivientes, del navío, restos del naufragio encontrados en el momento del rescate, crónicas de esos días desesperantes en papel de diario, prendas raídas por la intemperie. Y en un rincón protagónico, iluminado, yo, dentro de un cofre de madera de roble y cristal, junto a un folio arrugado y amarillento con texto desesperado, también perfectamente enmarcado. Los héroes de ese rescate, juntos para siempre. Me imagino, y me emociono al pensarlo, que cada tanto los sobrevivientes se llegan hasta este lugar, se detienen frente a mí y me observan detenidamente por unos instantes, con su rostro iluminado y sus ojos llenos de agradecimiento. Y yo los veo envejecer, cada vez el pelo más cano, la piel surcada por el tiempo, y, aunque no pueda decírselos, yo también les estoy agradecida de que me hayan arrojado al mar con todas sus esperanzas a cuesta mía.
- Epa! ¿Y ese viento? Por estar en las nubes deje de observarlas y ya están acá. Más rápido de lo que imaginaba. ¡Mira el color que tienen! Están muy cargadas, son muy oscuras. ¡y con rayos! Estoy feliz. Creo que es la tormenta que estaba esperando. Tal vez el milagro sea posible....
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