Sedúceme

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Desde la primera vez que la vi llamó mi atención. Era muy atractiva, cuerpo fibrado, alta, pelo a media melena en un tono castaño y lo mejor de todo, un culo perfecto. A cada clase que acudía, más guapa la veía. Cuando se acercaba a mi para corregir algún movimiento que hacía mal, todo mi cuerpo se estremecía. Su forma de bailar me encantaba, era una increíble profesora de danza del vientre.

Un fin de semana nos invitó a todas las alumnas a una exhibición que realizaba con su grupo profesional. Ese fue el día que se fijó en mi. Una de sus compañeras no llegó a tiempo a la actuación y preguntó si alguna quería ocupar su lugar. No es que yo bailara estupendamente danza del vientre como Celia, pero me defendía después de un año practicando y por mi trabajo estaba acostumbrada. Habíamos practicado la coreografía en clase, así que, me ofrecí. El traje me quedaba divino y la exhibición salió a pedir de boca. Pero nada fue tan satisfactorio como ver a Celia cambiarse de ropa en el camerino. Me quedé embobada admirando su increíble cuerpo. Llevaba meses soltera y ya mi cuerpo me pedía guerra.

- ¡Zaira! ¡Lo has echo genial! Muchísimas gracias por haber bailado con nosotras, parecías una más, te has acordado de la coreo. - Se acercó a mi orgullosa y me abrazó eufórica.

- No hay que darlas, lo he pasado muy bien. - Correspondí al abrazo. Su cintura era pequeña.

- ¿Te apetece venir a tomar algo ahora después con el grupo? - Me invitó.

- Pues... no tengo mejor plan. Me apunto. - Acepté encantada.

- ¡Genial! Ahora nos vemos, voy a despedirme de las alumnas que han venido. - Me guiñó un ojo y salió del camerino.

No sabía mucho sobre Celia, pero me trasmitía buenas vibraciones. Una tarde a la que salí de trabajar, pasé por delante de su academia. Había un gran ventanal por el cual desde la calle se veía la clase. Allí estaba ella, disfrutando bailando y enseñando a la vez. Estuve al menos quince minutos mirando y al día siguiente me inscribí. Ya nadie me esperaba en casa y cuanto más tiempo estuviera ocupada, menos pensaba. El baile y la música siempre han sido buenos aliados para calmar las penas.

Fuimos a un discoteca cerca de la zona. Las chicas del grupo eran muy majas y alocadas. Después de un par de copas mis hormonas estaban más revolucionadas aún. Deseaba acercarme a Celia y parece que me leyó el pensamiento. Justo se acercó y comenzó a bailar a mi lado. Mi cuerpo se movía solo, me sentía cómoda con ella. Cuando terminó la canción que sonaba, comenzó una bachata. Yo era monitora de bailes de salón y ritmos latinos, era el momento de lucirme. Cogí a Celia de las manos y ella se dejó llevar muy bien. Rocé su cuerpo con sentimiento, intenté que sintiera cada figura, nuestras miradas se encontraron en varias ocasiones acompañadas de una sonrisa.

- ¡Vaya sorpresa Zaira! Ufff... Es la primera bachata que disfruto bailando desde el principio hasta el final ¿Eres profesora? - Me dijo sofocada y acalorada al terminar la canción.

- Si, soy monitora, trabajo en el gimnasio que hay más abajo de tú academia. Me alegro que hayas disfrutado. - Respondí.

- Ya decía yo que no era normal que cogieras todo tan rápido. Me alegro de saberlo. Muy sensual el baile, me ha encantado. Volvamos con las chicas, te invito a una copa. - Cogió mi mano y fuimos a la barra donde estaba el resto del grupo.

Mi cabeza no paraba de pensar, pero no quería confundirme. Seguramente Celia era heterosexual y tenía a un hombre guapísimo esperándola en casa. Yo era feliz solo fantaseando, sin riesgos, en plan amor platónico. El resto de la noche pasó rápido entre risas y más bailes. Sobre las cinco de la mañana nos marchamos de la discoteca. Celia estaba borracha, iba peor que yo. Me ofrecí acompañarla a casa y cogimos un taxi juntas. Durante el trayecto no podía dejar de admirar su belleza. Incluso con el maquillaje corrido era preciosa. Enseguida llegamos a su portal.

- Bueno, lo he pasado genial hoy... - Intenté despedirme.

- ¿Tienes hambre? - Me interrumpió.

- ¿Cómo? - Pregunté.

- Que si tienes hambre. Yo mucha. Hago unos gofres riquísimos ¿Te apetecen? - Me invitó a subir.

- ¿Quién dice que no a unos gofres? Espero que tengas helado de vainilla para poner un poco por encima. - Acepté. La verdad que si tenía hambre.

- ¿Te vale helado de chocolate blanco y sirope de fresa por encima? - Mordió su labio y a mi se me hizo la boca agua por ambas cosas.

Pagamos al taxista y subimos. El alcohol había disminuido en mi cuerpo, estaba nerviosa. En el ascensor el corazón se me iba a salir, era bastante estrecho y Celia estaba pegada a mi. Podía notar sus pechos rozarse con los míos.

Al entrar por la puerta respiré una gran bocanada del aroma que desprendía su casa, dulce como su perfume. Dejamos las cosas en el salón y Celia se deshizo de toda su ropa antes de llegar a la habitación. Regresó con el pijama puesto y fuimos a la cocina. Resultó que Celia vivía sola y no tenía pareja. Cuando terminó su última relación decidió abrir la escuela y centrarse en sacarla adelante. Mientras los gofres cogían forma, nosotras nos conocimos un poco más. Teníamos bastantes cosas en común.

- ¿Estás cansada? Puedes quedarte, mañana no tengo nada que hacer. Es domingo, podemos levantarnos tarde y mi cama es muy grande. - Preguntó y me ofreció dormir con ella.

- Ehmm... la verdad que el RedBull de los cubatas aún me mantiene activa. - No sabía que responder. Era una oferta muy tentadora, pero en mi imaginación pasaba de todo menos la idea de dormir.

- No tenemos porque dormir aún, podemos relajarnos viendo una película o vídeos en Youtube si te apetece. - Me sonrió.

- ¿Tú no estás cansada? Has gastado mucha energía hoy. - Le devolví la sonrisa.

- ¿Quieres que te sea sincera? - Se acercó y me miró directamente a los ojos.

- ¡Claro! Si estás cansada, no te vas a quedar más tiempo despierta por mi. -No entendía la expresión de su cara.

- Estoy cansada... pero quiero que te quedes. La forma en la que me has tocado mientras bailábamos tiene la culpa. Me has excitado mucho Zaira. - Mordió su labio y clavó la mirada en los míos.

- Esa era la intención.- Me acerqué yo a ella, posé las manos en su cintura y apreté.

- No es justo, has jugado en tú terreno. Ahora es mi turno, me toca seducirte. Espera un momento. - Dijo.

Sin más se fue corriendo a la habitación y cerró la puerta. Por fin pude recuperar la respiración, tomé un poco de agua y me senté en el sofá del salón ¿Qué estaba haciendo Celia? La casa era pequeña, pero estaba bien distribuida y decorada, todo muy Zen.

A los pocos minutos escuché música que procedía de la habitación. Me levanté y me acerqué. La puerta estaba abierta. Cuando entré, la luz era muy cálida y había velas encendidas. Celia estaba vestida con un traje de danza color turquesa, estaba preciosa como siempre. Tiró de mi brazo y me sentó en la cama. Comenzó a bailarme. Totalmente diferente a como lo hacía en las clases. Su mirada era intensa, sus movimientos sensuales y provocativos.

- Espero que lo disfrutes. - Me dijo al oído.

- Esto es un sueño para mi. - Besé su vientre.


















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