Las escaleras son blancas y están en el centro de la casa, la de la derecha da al comedor y la de la izquierda a la cocina, al fondo a la izquierda están los toilette y las habitaciones de las mucamas. Bajo silenciosamente por la escalera de la izquierda, vestida con un pijama a lunares rosa y blanco.
En la cocina no hay nadie, me sirvo el vaso de agua fresca. En ese instante escucho las pisadas y la voz de alguien entrar, con la ligereza de un felino me escondo detrás de la isla de mármol que está en el centro de la habitación de paredes color blanco. Veo zapatos de cuero negro contrastando con las baldosas dar vueltas el lugar, cuando está por llegar hacia mi, se detiene, espera unos segundos y se retira por donde vino.
Suspiro aliviada, me dirijo a las escaleras y veo como mi padre se levanta de la mesa y se encamina hacia donde estoy, rápidamente busco escapatoria entro en al toilette del fondo.
Con el corazón entre las manos apoyo mi cabeza en la puerta tratando de tranquilizarme.Dudo que me haya visto.
—¿Qué haces aquí?— dice una voz masculina y abro los ojos como globos.
—¡Ay por Dios!— digo sin girarme y tomo el picaporte para salir de allí. Un mal movimiento para abrir y el picaporte termina en mis manos.
—¿Qué hiciste, nena?— vocifera la voz que tengo detrás y que aún no me animo a girar para verlo.
Intento colocar el cerrojo en su lugar pero es en vano, me giro para ver a la persona que tengo detrás y quedo anonadada con la imagen.
— Dame eso— y me saca de las manos el picaporte.
Trato de recuperar la compostura por el ser furioso que tengo adelante. Busca en sus bolsillos algo.
— ¿Quien eres? — pregunta.
—La hija de su jefe así que cambie el tono conmigo.
Larga una risa burlona y fría.
—Señorita, yo no tengo jefes— dice—. ¿No le han enseñado debe tocar antes de entrar?
Me encantaría poder replicarle, pero me contengo y además lo necesito para que no le diga nada a mi padre cuando vengan a abrirnos. Esta situación es más que delicada.
—Disculpe señor, mi falta de educación y el inconveniente con el picaporte.
La pizca de sarcasmo en mi voz es latente, además no sé si llamarle señor, no parece viejo.
Me mira con sus brillantes ojos azules y se pasa una mano por sus cabellos castaño claro. Nunca había visto un hombre tan hermoso, ni Nick, mi compañero de clases de informática, es tan encantador como este desconocido.
Me imagino cómo debía verme este hombre con estas fachas, en pijama y despeinada, sentí vergüenza.Levante la vista y sus estridentes ojos están puestos en mi, me siento tan incómoda y torpe que miro hacia otra parte.
— ¿Traes celular? — pregunta.
Niego con la cabeza.
— Yo lo deje sobre la mesa— apoya su oído sobre la puerta y grita—. ¡Ayuda!
Pide ayuda como si estuviera encerrado con un bicho.
Abro la puerta del armario de las toallas y pese a mi estatura consigo entrar, antes de cerrar puerta, le suplico con ojos de cordero:
—Por favor, no diga nada o voy a estar en serios problemas.
Cierro la puertita sin recibir contestación.
La puerta del baño se abre de golpe, entra un hombre de saco negro, el bombón desconocido y el auxiliador intercambian palabras que no logro oír, se retiran ambos, espero unos momentos para salir de este habitáculo apoyando las manos en las baldosas.En el suelo un brillo llama mi atención, ¡un gemelo de oro! lo tomo con cuidado. Lo guardo en mi bolsillo y salgo del toilette. Sin complicaciones logró volver a mi habitación. Más tranquila colocó en mis manos el pequeño gemelo y lo observo detenidamente.
Cartier FV
Leo atentamente y trato de deducir su mote: Fabricio Vogue, Frank Vincent, Francisco tal vez. Ese hombre me detestaba y yo aquí como tonta tratando de averiguar su nombre.
Guardo el gemelo en el cajón del la mesa de luz y trato de dormir aunque las escenas en el toilette no salen de mi mente.Me levante temprano y desayunamos juntos, mi padre y yo. Él no comentó nada acerca de que un socio quedó encerrado y entonces agradecí que el señor desconocido no haya dicho una palabra.
— ¿Como va la universidad, querida?— dijo mirando su agenda electrónica.
— Muy bien, las clases de literatura también si quieres saber sobre ello.
A mi padre la literatura y mis ideas románticas lo tenían sin cuidado, eso para él eran tonterías. Así que por su expresión supuse que no quería que hablara de ese tema.
— El señor Becher ha aceptado hacer la entrevista con nosotras, estamos muy contestas, es nuestra nota final.
—Me alegro por ambas, es un hombre de pocas palabras pero muy inteligente, así que traten de hacerle preguntas a su altura.
— Claro, papá, es un trabajo que nos llevo meses vamos bien estudiadas y preparadas.
Me besa en la frente y se despide, lo veo irse apurado. La mesa del comedor es demasiado larga y grande para una sola persona, las sillas blancas de maderas con tapizado del mismo color son para más de veinte personas, me levanto y vuelvo a pensar en lo sola que estoy en esta monótona vida, me ahogo en ella.
Agarro mi mochila y pido a Andrew, el chofer, que me lleve a la universidad.
- ¿Se encuentra bien, señorita Diana?
- No sé cómo me encuentro realmente.
- Esta confundida, todos lo estamos en ocasiones.
Asiento, no tengo apetito de platicar hoy. Estoy harta de todo.
La Universidad sin clases de Literatura es aburrida. Mi única alegría en la mañana es Emilie con su risa contagiosa y su emoción por el proyecto y la entrevista. Dentro de unos días a la tarde se llevará a cabo y no puede parar de hablar sobre ello.
Le conté sobre el inconveniente en el toilette y no paro de reírse al imaginar mi rostro.—¿Y le viste su amigo?
Largo una carcajada y todos los que se encuentran en el campus se giran a ver.
—Claro que no, estaba de espaldas. Eres una descarada— digo.
— Así que es muy guapo, ¿le preguntaste su nombre?
— Te parece lógico coquetear en semejante situación con el socio de mi padre.
Asiente y ambas volvemos a reírnos. Con ella todo es risas. Suspiro al pensar en aquel desconocido de ojos azules.
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Los quiero!
Brida...
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Dulce Tormenta
RomanceDicen que los años cambian a las personas, no solo físicamente sino sus gustos, formas de ver la vida y comportarse en ella. Diana no es la excepción. La inmadurez a veces confunde el amor con la pasión efímera. El sentir que estamos solos en ocasio...