No te enamores de una mujer que lee, de una mujer que siente demasiado, de una mujer que escribe... No te enamores de una mujer culta, maga, delirante, loca. No te enamores de una mujer que piensa, que sabe lo que sabe y además sabe volar; una mujer segura de sí misma.
No te enamores de una mujer que se ríe o llora haciendo el amor, que sabe convertir en espíritu su carne; y mucho menos de una que ame la poesía (esas son las más peligrosas), o que se quede media hora contemplando una pintura y no sepa vivir sin la música
No te enamores de una mujer a la que le interese la política y que sea rebelde y vertigue un inmenso horror por las injusticias. Una a la que le gusten los juegos de fútbol y de pelota y no le guste para nada ver televisión. Ni de una mujer que es bella sin importar las características de su cara y de su cuerpo.
No te enamores de una mujer intensa, lúdica y lúcida e irreverente. No quieras enamorarte de una mujer así. Porque cuando te enamoras de una mujer como esa, se quede ella contigo o no, te ame ella o no, de ella, de una mujer así, JAMÁS se regresa.
Poeta, narradora y ensayista procedente de tierras dominicanas, Martha Rivera-Garrido se expresa con un largo silencio estampado entre letras y filosofía que no requiere de traducciones. Clara, provocadora e inquieta, desde Santo Domingo, donde reside actualmente, plasma entre líneas poemas y fragmentos como el anterior.
¡Y cuánta razón lleva! y más mujeres que leen: ésas de las que no debes enamorarte, las que tienen muy claro lo que (no) quieren y a sabiendas de sus límites apuestan por aquello que les importa, que les motiva y que lo dan todo, sin tener en cuenta lo que puedan pensar los demás de ellas. Ésas son fuertes.
Ésas se comen el mundo. Ésas son las que te completarán como nunca jamás lo ha hecho otra mujer; de la que podrás aprender. Cuando digo aprender, me refiero a querer todo lo que ella quiera, incluso a sus manías, a valorarla y a admirarla, pero también a su locura, a su poder de decisión ante las dudas que le plantea la vida. Y si no eres capaz de apreciar todo esto, no la mereces.
Martha River-Garrido